Capítulo 32.

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Las siguientes horas pasaron como un borrón en mi memoria. Apenas recordaba la charla rápida con Simone, el abrazo de Emily, a Tom saliendo de mi casa renuente a dejarme, a Bill retirándose con la promesa de encontrarnos en el velatorio. El texto de Tom diciéndome que llegaría tarde al funeral debido a que Stella quería verlo y él quería terminar su relación lo más pronto posible.

No tuve cabeza alguna para hablar con Bill acerca de lo que había pasado el fin de semana. Me prometí a mi misma hacerlo pronto.

Todos aquellos momentos increíblemente felices se sentían tan lejanos a pesar de haber sucedido no hacía más de unas horas. Tomé una ducha helada, permitiendo que las lágrimas corrieran libremente por mi rostro. Me enfundé un vestido negro y mis viejas botas de combate antes de cepillar mi cabello y salir de mi habitación sin siquiera mirarme al espejo.

No había tiempo para la vanidad. No había tiempo para nada más que para el hecho de que había perdido a mi papá repentinamente. Me obligué a mantenerme serena mientras veía a mi madre peinar su cabello frente al tocador de su habitación. La mañana acababa de caer en su esplendor y no tenía hambre. No tenía sueño. No podía hacer otra cosa más que pensar en mi papá.

La casa se sentía tan vacía. Tan diferente.

—¿Estás lista? —la voz de mi mamá tembló mientras se volvía hacia mí.

—Si —mi voz sonó ronca y sonrío en mi dirección.

Mi mirada se desenfocó, una vez más, por el cansancio y me obligué a parpadear varias veces, para enfocar mi visión una vez más.

Mi cuerpo necesitaba el descanso que mi mente no podía proporcionarle en ese momento. Dudaba poder tener una noche tranquila pronto así que me obligué a avanzar por el pasillo hasta que llegamos a la calle.

Bill nos esperaba en su auto. Salió y nos abrió la puerta para entrar al auto. Mi mamá iba en el asiento del copiloto y yo en el trasero. Él iba vestido de negro en su totalidad, haciendo que su piel pálida luciera aún más mortecina.

Nadie habló de camino a la funeraria.
No había nada que decir.

Las siguientes horas fueron un ir y venir por toda la sala donde velaríamos a mi papá. Gente entraba dándonos el pésame a mi madre y a mí y yo estaba harta de tener que poner mi mejor cara cuando lo único que quería hacer era acurrucarme sobre el sarcófago donde yacían los restos de mi padre y llorar.

Emily y Simone aparecieron por la puerta y fueron los únicos rostros que agradecí ver. Emily no dijo nada, se limitó a abrazarme con fuerza y el nudo de mi garganta casi me vence. Casi me hace echarme a llorar, pero me obligué a mantenerme serena.

Simone me regaló una sonrisa triste y me envolvió entre sus brazos protectores.

—No puedo prometerte que todo estará bien, cielo. Pero estaremos aquí para ustedes siempre que las cosas se vuelvan oscuras —susurró a mi oído. El nudo de mi garganta acrecentó y sentí mis ojos llenándose de lágrimas.

—Gracias... —susurré con la voz entrecortada— Lamento no haber ido en todo este tiempo.

—No te disculpes por eso, Rachel. Entendíamos a la perfección. Tom dijo que vendría en un rato más, ¿estás bien con eso? —me escrutó con la mirada, buscando rastro de inseguridad.

Una sonrisa triste me asaltó. —Estoy bien con eso —dije, cuando lo único que quería era ver a Tom y fundirme en sus brazos.

Al cabo de una hora, me había sentado en una banca junto al sarcófago de mi padre. Bill estaba sentado a mi lado, sin decir una palabra. Su silencio me reconfortaba. No intentaba infundirme y lo agradecía.

Aunque puedas verme | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora