Capítulo 31.

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Pasamos el sábado con Georg y Abril en el lago.

Lejos del muelle y el hielo delgado.
Las risas y bromas no faltaron. Tom no dejaba de rozar su nariz helada contra la mía. Sus labios congelados besaban mi rostro con dulzura cada pocos minutos.

Al caer la noche Abril y Georg fueron al pueblo a comprar algo de comida rápida mientras que Tom y yo nos duchábamos.

Estaba renuente a pensar en nuestro regreso inminente. Sólo nos quedaba el domingo antes de volver a la realidad. Antes de tener que enfrentar a Bill con una verdad que iba a lastimarlo.

—Deja de pensar en eso —susurró Tom a mi oído.

Me estremecí con el cálido contacto y cerré mis ojos. Estábamos acurrucados en el sillón de la sala, viendo una película. Esperábamos a Abril y Georg, quienes habían tardado demasiado sólo para ir a traer la cena.

—Lo siento —susurré sonriendo débilmente—. No puedo. No quiero hacerle daño. Siempre se ha portado de maravilla conmigo yo..., no quiero herirlo. 

Un beso fue depositado en mi sien mientras sus brazos se aferraban con más fuerza a mi cintura.— Comenzaré a ponerme celoso si sigues preocupándote por él —bromeó, pero noté el filo herido en el tono de su voz.

Giré mi rostro hasta que pude ver su rostro y uní nuestros labios en un beso profundo y lento.— Te amo a ti —susurré y volví a besarlo con fuerza.

Una sonrisa se filtró por los labios de Tom y prolongó el beso una eternidad.

—Melosos. —la burla en la voz de Abril me hizo saltar en mi lugar, apartándome de Tom; para volverme a mirar a Georg y Abril, mirándonos con diversión.

—¡Me asustaste! —me quejé, lanzándole un cojín del sillón.

Una risa brotó de la garganta de Georg, quien abrazaba a Abril con fuerza por la cintura.— Trajimos hamburguesas. —anunció, sin dejar de reír.

Tom sonreía mientras me atraía en un abrazo apretado, haciéndome olvidar mi molestia con Abril.

Cuando terminamos de cenar, Tom me tomó de la mano y me guió a la habitación sin siquiera darme tiempo de decir buenas noches a la pareja de novios acurrucada en el sillón.

Tom cerró la puerta tras él, envolvió sus dedos en los míos y guió mis pasos hasta la cama. Se acurrucó antes de hacerme acostar a su lado, envolviéndome con sus brazos y piernas y me sentí perfecta.

—Amo tenerte entre mis brazos —susurró besando mi frente.

—Entre tus brazos y piernas —añadí, sonriendo como idiota.

—Y también entre mi alma y mi corazón. Entre mis pensamientos y mis palabras. Entre mis aciertos y fallos. Entre mi vida y mi destino. Amo tenerte. Amo tenerte y es todo lo que debería haber dicho; amo tenerte. —susurró y mi corazón se encogió dentro de mi pecho.

—No sé qué hice para merecerte —susurré, porque realmente lo creía.

La mirada de Tom encontró la mía y mi vista comenzó a desenfocarse un poco. Entrecerré mis ojos y susurré—: Estoy más cansada de lo que creía.

Una sonrisa se filtró por los labios de Tom y besó mi nariz diciendo—: Duerme un poco, pequeña. Aquí estaré cuando despiertes.

(...)

El sonido retumbaba en lo más profundo de mi cráneo. La conocida melodía martillaba con furia dentro de mi cabeza y entonces, mis ojos se abrieron.

La oscuridad se cernía sobre la habitación y sentí la respiración lenta y acompasada de Tom a mi lado.

El sonido volvió de forma estridente, y caí en cuenta de que era mi celular el que estaba sonando.

Me puse de pie intentando no hacer ruido. Caminé hasta mis vaqueros, que se encontraban tirados en el suelo, y los levanté, buscando en los bolsillos el ruidoso aparato.

El timbre dejó de sonar y maldije por lo bajo antes de volver a escucharlo.
Tom se removió incómodo en la cama y masculló—: Por el amor de Dios, responde.

Sonreí estúpidamente y saqué el móvil de un bolsillo trasero.

El nombre de Bill brillaba en la pantalla y mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho. Mi mirada viajó a la esquina superior derecha, donde el teléfono marcaba la hora. Eran las tres quince de la madrugada.

Mi ceño se frunció profundamente y dudé si debía responder, pero una parte de mí me gritaba que debía hacerlo. Bill no llamaba a las tres de la mañana sólo porque sí.

—¿Diga? —susurré con la voz enronquecida por el sueño.

—¿Rachel? —la voz de Bill me golpeó como un látigo. La culpa comenzó a filtrarse dentro de mi pecho.

—¿Bill? —Susurré—, son las tres de la mañana.

—Ya lo sé, Rachel. Ha sucedido algo. Debes volver a la ciudad ahora mismo. —la seriedad en el tono de su voz hizo que me estremeciera de pies a cabeza.

El temblor de su voz hizo que mi corazón se acelerara.

—¿Qué? ¿de qué hablas? ¿qué pasa? —una horrible sensación de desesperación se instaló en mi cuerpo, haciéndome imposible pensar con claridad. Algo iba mal. Algo iba mal y todo mi cuerpo me lo gritaba.

El silencio en la línea me hizo revisar el teléfono para comprobar si seguía la llamada y, justo cuando iba a espetarle a Bill que debía hablar, su voz, entrecortada, sonó—: T-Tu papá tuvo un accidente.

Todo el mundo comenzó a desvanecerse. Todo comenzó a caerse a pedazos a mí alrededor y lo único que podía escuchar eran aquellas palabras una y otra vez. Como un eco. Como una tortura.

—¿Qué? —Mi voz salió en un susurro ahogado—, ¿Qué le pasó?, ¿está bien?

Las lágrimas se agolparon en mis ojos mientras un nudo comenzaba a instalarse en mi garganta y otro nudo en la boca de mi estómago. De pronto, no podía sostenerme en mis propias piernas y fui vagamente consciente de los brazos fuertes de Tom envolviéndose en mi cintura, llevándome a la cama.

Bill no respondía. ¿Por qué no respondía?

—Falleció, Rachel. Tu papá falleció.

•───── ✦ ─────•Último capítulo de la noche, mañana maratón

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Último capítulo de la noche, mañana maratón.

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