Capítulo 36.

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Abril no paraba de llorar. Balbuceaba cosas inteligibles y yo no podía hacer otra cosa más que abrazarla con fuerza.
El timbre de la puerta sonó y supe quién era.

—¡Oh, Dios mío! ¿es Tom, verdad? —sollozó, apartándose de mí. Todo su maquillaje se había corrido y lucía más devastada de lo que en realidad estaba.

—No te preocupes, le diré que venga más tarde. —sonreí y ella se levantó.

—¡No!, mejor me voy. No quiero hacer mal tercio —dijo intentando recomponerse.

Negué con la cabeza.— Tom entenderá. Espera un momento, ¿está bien?

Abril se sentó de nuevo y caminé hasta la puerta. Tom no me dio tiempo de decir nada, se abalanzó sobre mí, besando mis labios con urgencia. Su lengua invadió mi boca sin pedir permiso y, por un momento, me sentí embriagada por el sabor de su beso y el aroma de su cuerpo.

Correspondí su beso con la misma fiereza con la que él me besaba a mí y enredé mis brazos alrededor de su cuello. Él me acercó por la cintura y, cuando se apartó de mí, pegó su frente a la mía, susurrando—: Hola.

Una sonrisa boba se deslizó por mis labios y suspiré.— Hola. —mi voz sonaba temblorosa y débil.

—No tienes una idea de cuántas ganas tenía de hacer eso —rió y no pude evitar reír con él.

—¿No quieres repetirlo? —suspiré.

—Aunque quisiera, no podría. Tiene que ser sólo para decir hola —bromeó.

—Podrías hacerlo —dije, y me aparté de él, haciendo una mueca de disculpa—. Abril está aquí. No está bien.

El ceño de Tom se frunció en confusión. — ¿Qué sucede?

Me revolví incómoda. No estaba segura de si debía ser yo quien debía contarle lo sucedido o si debía esperar a que Georg se lo contara. Abrí la boca y la cerré de inmediato.

—¿Peleó con Georg? —adivinó y yo asentí.

—Algo así —dije haciendo una mueca.

—Eso explica mucho. —murmuró para él mismo y esta vez me tocó a mí fruncir el ceño.

—¿Explica mucho? —pregunté con curiosidad.

—Georg me ha enviado un texto de camino acá. Me dijo que necesitaba hablar conmigo pero no pensaba responder hasta que me hubiese ido de aquí —explicó y suspiró—. Maldita sea, moría por estar abrazándote toda la tarde y parte de la noche.

Una sonrisa boba me asaltó y me mordí el labio inferior.— Todavía puedo verte por la noche —canturreé—. Ve con Georg nos vemos en un rato, ¿te parece?

Tom besó mis labios suavemente y asintió. —Esperaré ansioso hasta ese momento.

Mi vista se desenfocó un vez más y me aferré de sus brazos al sentir los bordes de mi visión ennegrecerse.

—¡Hey! ¡Hey! —la voz de Tom denotaba pánico—. ¿Estás bien?

Sus ojos buscaron los míos y me obligué a mantenerle la mirada hasta que mi visión volvió a ser la misma.— Sí —sonreí—. Necesito ir pronto al oculista. Creo que sufro de vista cansada.

Tom apretaba la mandíbula con fuerza, mirándome con preocupación.—Prométeme que irás pronto —susurró, acomodando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Lo prometo —dije rodando los ojos.

Tom besó mi frente, satisfecho y luego mis labios.— Te veo más tarde, cariño —sonrió.

—No puedo esperar hasta entonces —respondí.

Tom desapareció por la puerta y yo volví con Abril. Ella estaba más compuesta, así que comenzó a hablar.

Me contó que había tenido un retraso de dos semanas y que había ido a comprar una prueba de embarazo casera. Había salido positiva, pero no quería adelantarse a nada y, esa misma tarde se realizó una prueba de sangre.
Me dijo que no me lo había contado porque no quería preocupar a nadie hasta estar cien por ciento segura.

Me contó cómo había ido a buscar a Georg y cómo se había puesto furioso y había gritado. Nunca lo había visto tan molesto. No podía creer lo que me decía. Georg siempre había sido un chico increíble con ella. Todo debía tener una explicación.

El teléfono de Abril comenzó a sonar e hizo una mueca al ver el identificador.

—¿Es Georg? —pregunté.

Ella asintió.

—¿No vas a responder?

Abril negó con la cabeza.— No quiero hablar con él ahora. No tienes idea de cuán decepcionada me siento en este momento.

—No puedes juzgarlo por un momento de enojo y miedo. Escucha lo que tiene que decirte. —aconsejé.

—No lo sé, Rachel. No estoy segura de querer escucharlo. No estoy segura de querer siquiera mirarlo.

Su teléfono volvió a sonar y esta vez, lo apagó. Comprendía cómo se sentía. Yo en su lugar, me sentiría de la misma forma y, pasara lo que pasara, estaría a su lado siempre.

 Yo en su lugar, me sentiría de la misma forma y, pasara lo que pasara, estaría a su lado siempre

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