Capítulo 8

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—Mi sol eterno...

Esa fue la tercera vez que le susurré su nombre al oído en un intento de despertarla. Había estado dormida durante nueve horas y yo estaba aburrido. Después de despertar, pasé la mañana arreglando cosas para que estuviéramos cómodos.

— ¡Tamar! — llamé más fuerte y golpeé su hermoso culo. No lo hice con demasiada fuerza, solo lo suficiente para picar.

Se levantó de un salto en la cama, desorientada.

— ¡¿Qué demonios?! —su brazo derecho giró hacia mi cabeza. Lo atrapé justo a tiempo. Un poco más lento y ella habría conectado su puño cerrado con el costado de mi cara.

— ¡Joder! — grité cuando su mano izquierda se conectó con mi mejilla.

Ella me abofeteó con fuerza. Esa no fue la reacción que esperaba.

Le fruncí el ceño.

— ¿Por qué hiciste eso?

Ella me devolvió la mirada.

— ¡¿En serio vas a preguntarme por qué te golpeé después de lo que hiciste?! —ella chasqueó la lengua.

—Amo tus golpes, mi sol eterno. — dije levantándome de la cama, dirigiéndome al baño para revisar mi cara. —Tu, por otro lado, trataste de arrancarme la cabeza.

—Te lo mereces. — murmuró en voz baja.

No pensé que ella hubiera querido que lo escuchara, pero lo hice. Frente al espejo, examiné mi cara. Mi mejilla estaba roja brillante, y picaba. Salí del baño y corrí hacia ella. La expresión somnolienta en su rostro desapareció. Intentó levantarse de la cama, pero fue demasiado lenta. La agarré por el tobillo y la tiré hacia la cama. Ella cayó hacia atrás, sus manos se levantaron a la defensiva, cubriéndose la cara y la cabeza.

La encerré entre mis brazos, usando mi peso para mantenerla en su lugar.

—No deberías golpear a la gente. Algunos podrían devolverte el golpe. —le advertí.

Ella miró en algún lugar entre enfurecida y casi divertida.

—Sigue tu propio consejo la próxima vez que pienses en darme una palmada así. ¡Ahora suéltame! —escupió entre dientes y luego intentó apartarme de ella.

—¡No! ¡Quiero mi disculpa! —exigí, solo medio serio.

Mi ira se había disipado tan pronto como mi cuerpo entró en contacto con el de ella. Me alegré de no haberme molestado en ponerme nada más que boxers. Sentí el calor de su coño contra mi polla a través de la delgada tela. Me presioné contra ella, provocando un gemido. Me preguntaba si ella se daría cuenta de que sería tan fácil tirar de su ropa interior a un lado y deslizarse hacia adentro ...





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