Capítulo 30

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Mucho más tarde estamos acostados en la cama, sudorosos y con los miembros enredados

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Mucho más tarde estamos acostados en la cama, sudorosos y con los miembros enredados. Por primera vez en mucho tiempo me sentí en paz, tanto como podía en mi situación actual.

—Cásate conmigo, mi sol eterno. — espetó Omar, interrumpiendo el silencio en la habitación.

Y así, la sensación de paz desapareció.

—Nunca.

Puse los ojos en blanco en la oscuridad sabiendo que él no lo vería y me mordí la lengua para evitar decirle que la idea de ser su esposa era aterradora. Cuando quiso follarme, él me encerró en una habitación durante días y acabé embarazada. Ahora vivía con él. ¿Qué diablos pasaría si me casara con él y quisiera irme?

—¿Por qué no? —se giró sobre su codo y miró fijamente un lado de mi cara.

Me tomé mi tiempo para mirarlo antes de responder.

—Porque el matrimonio es para gente normal que hace cosas de gente normal. Ninguno de nosotros es normal.

—Mi apellido te brindará protección, y garantizará que tú y mi hijo tengan derecho a toda mi fortuna si algo me sucede.

Sacudí la cabeza, vehemente por no hacerlo.

—Suena bien, pero sé que es otra trampa, como la habitación donde me secuestraste. El matrimonio es solo tu forma de asegurarte de que no te abandone.

—¡Eso es una mierda! Nunca me dejarás sin importar si estamos casados ​​o no. Incluso si mueres, tu cadáver será mío.

Fue una advertencia que me recordó una vez más la psicopatía de Omar Lockwood. Es un ser terriblemente desquiciado. Por el bien de mi bebé, estaba dispuesta a lidiar con un poco de su locura, siempre y cuando no se saliera de control.

—¿Podemos hablar de esto en otro momento? — cambié de tema sentándome a horcajadas sobre él.

—¿Qué estás haciendo, mi sol eterno? — preguntó como si aún no lo supiera.

Su polla ya participó plenamente en que yo lograra que se callara. Me deslicé sobre él e hice que su ceño se disipara. Su rostro se relajó, pero tan testarudo como siempre que logró apretar sus últimas palabras entre los dientes.

—Hablaremos de esto, Tamar. Y quieras o no...nos casaremos... — me aseguré de que Omar perdiera el hilo de sus pensamientos cuando flexioné mi coño alrededor de polla. Su mano agarró mis caderas. Sus uñas se clavaron en la carne carnosa. —Esta conversa...

—Shhh. No hables más esta noche.

Utilizo mis rodillas para empujarme hacia arriba y luego hacia abajo. Repetí el movimiento hasta que Omar ya no parecía interesado en hablar de nada. Sus manos encontraron mi trasero. Mis ojos se cerraron. Empujó hacia arriba, llenándome. De repente tuve el pensamiento más loco: si tuviera que pasar los próximos dieciocho años con un loco, al menos que fuera con uno que me dé buen sexo.



















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