Capítulo 9

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Mi compostura se estaba desvaneciendo

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Mi compostura se estaba desvaneciendo. Podía sentir su dureza presionada contra mí. Luché contra el impulso de empujarme contra él. ¿Qué estaba mal conmigo? ¿Por qué me estaba afectando como tal?

Talvez Omar tenía razón.

Talvez yo estaba tan jodida como él.

—Suéltame, Omar. — protesté, pero incluso a mis oídos sonaba débil.

Sacudió la cabeza.

—No. Dije que te disculpes.

—De ninguna manera. ¡Quítate de encima de mí!

Él sonrió. Fue tortuoso y lleno de promesas.

—¿Qué tal si te follo? — presionó un beso justo entre mi escote, arrastró su lengua desde la punta hasta mi cuello. —Sería un placer follarte, mi sol eterno. —dijo con sus labios presionados contra mi oído, su voz en un gruñido bajo

Me arqueé hacia él justo cuando su peso se levantó de mi cuerpo. Pensé que se iba a levantar. No sabía si estar feliz o triste por eso, pero él no se levantó. Omar se levantó lo suficiente para poder deslizar sus dedos por mi piel, desde mi rodilla, hasta mi muslo. Se detuvo cuando tocó la tela de mi ropa interior.

—¿Es eso lo que quieres, mi sol eterno? ¿Quieres que te de tan duro, que cada vez que camines te acuerdes de cada penetración?

Me besó suavemente contra la comisura de mi boca y luego deslizó su lengua por mi barbilla, por mi cuello, deteniéndose en mi clavícula. Chupó y luego mordisqueó ligeramente antes de girar la lengua en el mismo lugar. Su lengua ... Recordé las cosas que esa lengua le hizo a mi coño. Empuñé su camisa. Mi clítoris latía y mi pierna temblaba. Tuve que morderme el interior de la mejilla para evitar gemir de placer.

—Sí, quieres que te folle, mi sol eterno. — susurró. —Pero ... no lo haré. — dijo antes de apartarse de mí.

Se alejó, dejándome con el corazón desbocado y mi coño palpitando. Quería, no, necesitaba que él volviera y me diera un poco de alivio, pero estaría condenada si se lo suplicaba.

Necesitas recomponerte, pensé. Deja de pensar en tener sexo con él. ¿Estás loca?

De repente, Omar comenzó a tararear. Me llamó la atención por lo inquietantemente familiar que era. Intenté seguir la canción, pero no pude. Me giré y lo observé mientras ponía la comida en la mesa. Parecía no afectado por lo que sucedió unos segundos antes, mientras luchaba mentalmente con muchas emociones. Mi cuerpo estaba al límite.

—¿Tienes hambre? —la pregunta fue lanzada sobre su hombro.

Sí, tenía hambre, pero no de comida. Lo ignoré

Se apartó de la comida, su mirada fija en mí.

—Pareces hambrienta. — bromeó en doble sentido y se lamió los labios.

LAZOS TORMENTOSOS  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora