Capítulo 23

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Tres horas pasaron

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Tres horas pasaron. Llamé a mi madre para ver si ella se dignaba en darme su ubicación, pero no respondió.

La oscuridad llenó el interior de mi auto, iluminándose solo cuando un rayo brillaba a mi alrededor. La ciudad estaba relativamente tranquila teniendo en cuenta que era la hora de la cena, y desde donde estacioné cerca de la casa de mis padres, sabía que no tardaría mucho en apagarse por completo.

Tomé mi teléfono por centésima vez, haciendo clic en el botón que decía Seguridad Uno. Mi entrada vacía apareció en la pantalla y mi ira se intensificó. Lanzándolo de vuelta al asiento, mi mirada se disparó hacia la calle cuando un trueno pareció sacudir el auto. No podía ver a ninguna persona desde aquí.

Más tiempo. Segundos interminables..

El dolor palpitaba en mi mandíbula mientras mis dedos en el volante tenían los nudillos blancos. Cada persona que apareció de repente se convirtió en un objetivo para mi agresión. La presión cada vez más fuerte hacía que mi corazón golpeara en mi pecho. La cara de mi madre aparecía tan clara a medida que perdía el control.

Mi madre no puede salir bien librada de esta. No puede escapar de mí. No ahora que he descubierto su sucio secretito.

Parpadeé las imágenes borrosas, golpeando el costado de mi puño contra el volante lo más fuerte que pude. Levantando mi teléfono, verifiqué nuevamente el registro de llamadas y los mensajes, rugiendo y golpeando el volante una vez más cuando volvieron a aparecer vacíos.

¿Dónde diablos estaba mi madre? ¿Ella encontró algo y por eso estaba evitándome?

Más tiempo.

Como si el universo sintiera lo cerca que estaba de la combustión, una mujer se detuvo al final de un edificio para observar los autos y poder cruzar. Sabía quién era por su elegante indumentaria y su radiante cabello rubio. Y estaba sola. Era tarde. La mayoría de los autos se habían ido, solo quedaba un puñado de ellos. La dejé cruzar la calle y esperé unos diez minutos para que pudiera llegar a casa y acomodarse. Cuando encendí mi auto y conduje al otro lado hacia su calle, la mayoría de las luces de los vecinos estaban apagadas.

Me estacioné en el camino de entrada, dirigiéndome a la puerta principal. Dos golpes y ella abrió la barrera con facilidad.

—Oh, Dios mío... cariño. — jadeó mi madre. Sonreí, luego crucé el umbral, empujándola fuera del camino.

—Por favor, madre. Siempre he detestado ese apodo meloso. —dije, pasando junto a ella. Se sentía extraño estar en su sala de estar después de que prácticamente crecí en esta casa. —Solo dime Omar.

—¿Qué te trae por aquí, Omar? ¿Ahora? ¿Después de todo este tiempo? —mi madre preguntó. Todavía parecía sorprendida por mi presencia, como si hubiera pensado que estaba muerto, o como si tal vez nunca hubiera existido en primer lugar.

LAZOS TORMENTOSOS  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora