━ ❛ 01 ❜

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Abril apenas escuchó el celular sonar, había pasado horas acurrucada con dolor en el suelo de la cocina; simplemente se sentía tan aturdida que no podía levantarse de allí. Su loba aullaba de forma lastímera, aunque Juan ya no la escucharía, llamaba al alfa mientras repetía su nombre entre lágrimas. 

Miró el nombre de su amiga en la pantalla, atendió luego de unos segundos, llevando el celular a su oreja.

— N-Nuv. . . — Murmuró, su voz sonó completamente rota.

— ¿Ari?- ¡Ari!. . . ¿Cómo? —

— A-algo le pasó a Juan. . . — Sollozó. — M-Millaray. . . El l-lazo se rompió. —

— Abril, estoy yendo para allá. ¿Me abrirás? —

— S-sí. — Tartamudeó, asintiendo, aunque la otra no podía verla.

— Abril, ve hacia la puerta, estaré allí en dos minutos ¿Bien? —

La castaña volvió a asentir, sin decir nada. Nuvia cortó la llamada. 

La omega se levantó con esfuerzo, sosteniéndose de la pared para avanzar. Un miedo la rodeó cuando sintió tanta soledad, su loba no había dejado de llamar a su alfa.

La puerta sonó con golpes firmes, aún del otro lado, Abril pudo sentir el aroma de Millaray, aquel que pocas veces había podido percibir. Era un fuerte olor a bosque mezclado con algo fresco que nunca pudo descifrar, pero creía que era menta. El olor familiar de la alfa la hizo sentir un poco más segura, y al abrir la puerta solo pudo arrojarse a sus brazos. La menor la abrazó con ganas, teniendo que alzarla para llevarla hasta el sillón, mientras la omega escondía el rostro en su cuello para que el aroma pudiera calmarla. Aunque no hacía el mismo efecto que tenía el aroma de su alfa. 

— Abril. . . Juan, él ya no. . . — La castaña comenzó a llorar más fuerte. — D-dijeron que el avión se estrelló, Ari... —

La omega solo pudo llorar. Nuvia cerró la puerta con su pie para ir hacia la sala, sentándose en el sillón con Abril aún abrazada a ella como un koala.

Nuvia la sujetaba con firmeza, intentando hacerla sentir segura con su aroma a alfa, y que los terribles pensamientos de lo que iba a ocurrir se mantuvieran ocultos y no afectara a su olor.

Juan había muerto, el lazo estaba roto, la omega ya no tenía a su alfa. 

Estaba sola y débil, y su loba ya estaba entrando en desesperación. Luego pasaría a la depresión por no tener a su pareja.

Pronto, Abril iba a seguir con el mismo destino que su alfa. Al ser omega, difícilmente podría sobrevivir. Lo único que podría salvarla sería encontrar a su pareja destinada, aunque esos ya no existían. 

Y al final, Millaray iba a terminar sola, con sus amigos muertos.

A menos que las leyendas sean ciertas y haya algo más que hacer para poder salvarla.


˹ ¡! ˺


Suspiró con cansancio y removió sus oscuros cabellos por al menos tercera vez en los quince minutos que llevaba haciendo esos papeles.

Pronto tendría que ir a rendir el último examen que le faltaba para tener un ascenso. Ser enfermera a domicilio era considerado como lo más bajo en el ámbito de la medicina, y era con razones. Principalmente porque no trataba a pacientes de gravedad, además de que estaba habilitada a hacerlo gracias a unas materias extra que había hecho en el primer año, así que la consideraban con poco estudio, ganaba poco, y los viajes la hartaban.

Ahora, su mayor sueño era aprobar el examen que era dentro de unos días, y trabajar en el hospital con tranquilidad.

Su celular comenzó a sonar, y buscó debajo de sus apuntes hasta dar con la pantalla del aparato.

Atendió sin ver el número, su celular estaba disponible en anuncios y en internet para cualquiera que requiera una enfermera a domicilio.

— Samantha Rivera, ¿En qué puedo ayudarlo? —

— H-hola, yo. . . Soy Millaray, usted acompañó a mi abuela hace un par de años, cuando el lazo se rompió, ¿Recuerda? —

Frunció el ceño un poco e hizo memoria, hasta recordar vagamente el rostro de aquella chica. Su abuela había sido uno de los primeros casos de lazo roto que había tratado, y uno de los más tranquilos hasta el momento; su marido había muerto de vejez y ella le siguió unos días después, en donde se despidió con tranquilidad y disfrutó con su familia.

— Sí, si recuerdo. — Dijo.

— Necesito su atención de nuevo... M-mi amiga, ella perdió a su alfa hoy y usted cuidó muy bien de mi abuela, podría... ¿Podría hacer lo mismo por ella? —

— En serio no tendría problema, pero en este momento yo- — 

— Por favor, Samantha. — Suplicó. — Es la mejor, y l-le pagaré lo que sea necesario, en serio, no confío en otra persona para cuidarla. —

— Yo... — Detuvo sus palabras. Si había algo que odiara más que su trabajo, era no hacerlo.

Sonaba irónico, pero odiaba la culpa que la carcomía cada vez que tenía que rechazar ayudar a alguien que la necesitaba, aún si estuviera muy ocupada con miles de cosas y otros pacientes, no le gustaba negar sus servicios y conocimientos, y eso lo odiaba más que todo el cansancio que le provocaba el trabajo.

— Está bien, ¿Cuando quiere que empiece? —

— Lo más pronto posible. —

— Prepararé mis cosas e iré enseguida. — Dijo, mirando todos sus apuntes. — Páseme la dirección por mensaje a este mismo número, y quédese allí hasta que yo llegue. —

— Gracias, muchas gracias. — Susurró Nuvia, y Samantha solo hizo un ruido afirmativo antes de colgar, volviendo a suspirar mientras miraba todo lo que tenía que guardar, porque se los llevaría sin dudar, encontraría tiempo para estudiar.

Atender a un omega con el lazo roto era un trabajo que abarcaba las veinticuatro horas del día si es que no había nadie más para estar con el omega, como algún familiar o amigo cercano. Y al no saber qué pasaría con esta paciente, llevó unas mudas de ropa y sus apuntes.

Recibió el mensaje de Millaray, y la agendó con su nombre para estar prevenida. Tomó su abrigo antes de ir a la parada de taxis más cercanas, dándole la dirección al conductor.


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¡! 𝐑𝐈𝐕𝐀𝐑𝐈 ─ ❛ 𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐃𝐀𝐘𝐒. ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora