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Abril apenas terminó de bañarse cuando sonó el timbre de la puerta, así que Samantha la dejó en su cuarto mientras iba hacia la puerta y la omega se vestía.

Al abrir, esperaba que fuera Nuvia, en cambio, encontró a una castaña que se veía irritada, y un peligris que parecía más estresado. Samantha se preguntó por qué eran tan bajos. 

— ¿Y tú quién eres? — Preguntó la castaña, de forma acusadora. Entró a la casa haciéndola a un lado, fulminándola con la mirada. 

— ¿Debería preguntar lo mismo? Soy Samantha Rivera, enfermera, y estoy cuidando a Abril Garza, quien no me informó de su visita. ¿Puedo saber sus nombres? —

— Oh, bien, ahora tengo que mandar una invitación para visitar a mi propia hija. — bufó la mujer. 

— Cariño, ¿Te calmas? ella no hizo nada malo, tranquilízate. —

— ¿Dónde está Abril? —

— Está en su cuarto, terminó de bañarse. — informó, suspirando sin que se notara demasiado. Odiaba lidiar con el tipo de persona pesada y tan demandante como notaba que era aquella tipa, quien ni siquiera había respondido a su pregunta.

Fue hacia el cuarto de Abril, y ésta seguía cubriéndose con la toalla, temblando, sentada en la cama.

— Abril, tienes visitas... — comenzó Samantha, pero al verla temblar y algo decaída se acercó con cierta preocupación. — Abril, ¿Qué tienes? —

La rubia negó. 

— N-no lo sé... — dijo. — Siento que voy a desmayarme de nuevo, Samantha... —

— Ya, tranquila, estoy aquí para ayudarte, pequeña. — la consoló y Abril asintió. — Vamos, acuéstate, quédate en la cama; acuéstate de lado, tranquila. — comenzó a arroparla, la mayor se sentía débil. 

— ¿Y así la dejas? ¿Y así eres enfermera? Oh, no, mi cielo. — se acercó a la omega, apartando a Samantha de un empujón. — Abril, boca arriba, eleva las piernas. — habló, mientras la movía ella misma, pasando las palabras a acciones. — Tú, tráele una Coca-Cola a tu hija, ¿Qué haces ahí parado? —

— M-madre... — musitó Abril con molestia, su madre la había girado muy de golpe y movido demasiado rápido, ahora se sentía mareada. 

— Cállate, echa la cabeza para atrás. —

— Eso no es necesario. — dijo Samantha, acercándose mínimamente a la madre de Abril, hablando bastante bajo. 

— Por favor, déjala. — el peligris se acercó a ella para tomarla del brazo y apartarla, hasta que dejó de sostener las piernas de su hija en alto y se apartó dos pasos, con lo que la beta volvió a acercarse a Abril, la arropó, dejó que se acomodara, y dejó caricias en su cabello. Mientras ésta se quejaba por lo bajo con pequeños ruiditos.

— Sammy... ¿Por qué los dejaste entrar? —

— ¿No tenía que hacerlo? — Preguntó, exagerando su sorpresa, porque nunca había escuchado nada al respecto.

— Son muy molestos... Son mis padres. —

— Eso lo noté, pequeña. — dijo la enfermera, sin dejar de hacerle mimos en su cabello. 

Fue el peligris quien se acercó a ambas. 

— Hola, Ari. —

— Hola... — murmuró su hija, tenía sus ojitos cerrados y parecía que iba a dormirse, pero solo seguía mareada. 

— ¿Podrías dejarnos un momento con ella? — Preguntó el mismo hombre, mirando a Samantha, aunque sintió a Abril tomar su mano y apretarla ligeramente. 

— No, Samantha, quédate. — pidió, algo a lo que la beta no se iba a oponer. 

Rivera se sentó junto a Abril, quien seguía tomando su mano. Los otros dos se acomodaron en el otro lado de la amplia cama. 

— ¿Cómo está? — Preguntó el hombre, mirando a Samantha. 

La muchacha dudó un momento si decirlo frente a Abril o no. 

— Hasta ahora está bastante bien, pero está comenzando a decaer... — usó el tono más sutil que pudo encontrar, aunque parecía que la sutileza no iba con aquellos dos, o quizás específicamente con la castaña, quien no entendió el mensaje que para Samantha era muy claro.

— ¿Cómo que a decaer? —

Bajó la vista con algo de dolor, esperando que las palabras no afectaran a Abril más de lo que ya estaba. 

— Es el tercer día y, como ya es normal en estos casos, es cuando para de la fase depresiva a la moribunda... — murmuró. — La transición empieza con desmayos y bajas de presión, como ahora. —

Abril dejó escapar un par de lágrimas en silencio, lágrimas que nadie notó. 

La pareja quedó en un triste silencio con aquello, y Samantha solo pudo dejar caricias en la mano que Abril mantenía apretada con firmeza sobre la suya, sentía a la loba de la rubia llorar por afecto, porque la abrazara o consolara, pero sentía que era indebido actuar así frente a los padres de la chica. 

Sabía que se lo podían tomar a mal, que podrían decir que ella estaba acosando a sus pacientes o incluso tratar a Abril como una ''puta'' por buscar ese contacto que había perdido, cosa que era habitual en omegas en su situación.

Aunque Abril sí lo llevaba un poco al extremo, y era algo raro que la hubiera escogido a ella, una completa desconocida, para pedir y recibir amor. 

Y era más extraño que Samantha pudiera escuchar y sentir esas cosas de la loba de Abril. Eso nunca le había pasado con nadie. 

— ¿Cuánto le queda? — volvió a preguntar la castaña, quien no parecía tener intención de hablar de esas cosas en privado. 

— N-no sé si deba hablar de esto frente a Abril, podría afectarla y... — 

— No... — Interrumpió la mencionada, su voz sonaba algo rota. — Yo también quiero saber. —

Sam la miró con cierto pánico de lastimarla, al ver el rastro de lágrimas en sus mejillas tomó la manga de su remera para limpiarlas con cuidado.

— Diría que una semana, o un poco menos. — murmuró, y notó algo romperse en los ojitos de la mexicana.


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¡! 𝐑𝐈𝐕𝐀𝐑𝐈 ─ ❛ 𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐃𝐀𝐘𝐒. ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora