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— Abi, ¿cómo está tu marca? — Preguntó Samantha, por la noche, cuando estaban ellas dos solas.

Habían pasado una linda tarde con Nuvia, Abril se había distraído de todo, había reído mucho, disfrutando de comida y compañía que le gustaba, así que fue uno de sus mejores momentos.

La omega se quitó la remera del pijama, dejando al descubierto su torso, que no estaba para nada mal.

Samantha evitó mirar hacia otro lado que no fuera la marca, no le era difícil, y en verdad nunca le había prestado atención a lo demás.

Se acercó a ella para poner el ungüento, la zona estaba de un rojo oscuro, y no dentro de mucho estaría de un negro o de un gris azulado muy feo, dependía de su avance.

Quizás la parte triste de todo, es que la joven enfermera medio enamorada sabía todo lo que sufriría la pequeña en los días, y su final.

Y no sabía cómo iba a reaccionar a algún dolor como aquel, ver sufrir a alguien que quieres.

— ¿En qué piensas? — Preguntó al notar su ceño fruncido, y el pequeño mohín que se marcaba en sus labios. En cuanto dijo eso, Samantha abrió sus ojos con sorpresa y negó. — Eres como un libro abierto, Samantha, dime, ¿es por lo de hoy? Sé que no es lo más lindo que te rechacen... Lo siento. — tomó la mano que tenía libre de forma ligera, apenas tocándola con suavidad.

Samantha sonrió con cierta vergüenza, sus mejillas estaban rosadas, negó, se apartó de ella para cerrar el ungüento y dejarlo en la mesa de luz.

— No es nada, Abi, no te preocupes. — se acercó para acariciar sus mejillas con sus pulgares.

Si algo había aprendido era que hablar de los síntomas casi siempre sólo generaba estrés y terminaban ciertamente paranoicos, no podía decir si de alguna manera los acelera, pero sí lo volvía todo un poco peor.

Por eso era mejor fingir que no pasaba nada.

— Samantha, te quiero, en verdad te quiero. — dijo, mirándola a los ojos con sinceridad.

— Yo también te quiero, Ari. — sonríe complacida. — Pero es tarde y podremos querernos más mañana. ¿Dormimos? —

Abril hizo un puchero.

— Vamos a dormir. — repitió la menor, se levantó para apagar las luces del cuarto y después volver a entrar al nido, la rubia se acomodó sobre su pecho de nuevo, escuchando sus tranquilos latidos como si fuera una canción de cuna, la castaña dejaba caricias en su cabello que la llevaron a dormir profundamente, con una ligera sonrisa en sus labios.

Huyeron de la realidad hacia el mundo de los sueños, donde recuerdos olvidados revivieron frente a sus ojos y los sintieron en su propia piel, en su nueva vida.

¡! 𝐑𝐈𝐕𝐀𝐑𝐈 ─ ❛ 𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐃𝐀𝐘𝐒. ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora