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Por la tarde, la fiebre de Abril no había bajado, los medicamentos no habían hecho efecto, y luego de la transformación a su loba, había quedado con menos energías.

Así que ahora estaba débil y en cama.

Samantha estaba siendo muy cariñosa y suave con ella, más de lo normal.

Cómo almuerzo, la beta le había preparado un cuenco con frutas, yogurt y cereales, pero le habían dado náuseas en los primeros cuatro bocados y permaneció acostada porque no quería vomitar, sabía que necesitaba comida y energía, pero no podía más, haría un esfuerzo más tarde para comer un poco más.

Pero por más que descansó un rato largo, dio dos bocados más y volvió a sentirse mal, así que se rindió con eso.

Por lo que, a la hora de la merienda, Abril seguía recostada, sin comer nada, tenía un paño frío sobre su frente para calmar un poco su fiebre, lo único que parecía medianamente resultar.

Samantha se sentó a su lado, dejando mimos con una mano y con la otra cargando su café.

Nuvia tenía un chocolate caliente y se notaba mucho menos bromista que al principio, estaba muy seria y no había tomado casi nada de su bebida.

Volvía a sentir dolores físicos por toda la carga emocional, le dolía el estómago, ya tenía náuseas por todo el malestar que le provocaba la situación, no creía poder comer algo.

— Escucho a una loba llorar. — Murmuró Abril.

— Soy yo. — dijo Millaray, por lo bajo.

No, no eres tú... Es esta pulgosa. —

Samantha se avergonzó, bajando la vista, sus mejillas tomaron color, se sorprendió cuando Abril llevó una mano a su rostro y acarició su mejilla, la miró, viéndola sonreír con paz.

— Nos vas a hacer llorar a las dos. — murmuró Samantha.

— A las tres. — añadió Nuv.

Abril rió de forma penosa.

— Están hechas unas sentimentales. — Murmuró, se giró para tomar a Sammy por su camisa y traerla más cerca de sí, hasta que la castaña quedó acostada en la cama y ella se acomodó sobre su hombro, abrazando su cintura.

Millaray sonrió enternecida.

— Vamos, alégrense un poco. — habló la rubia, intentando animarlas. — Hay algo por lo que estar alegres, díganle. — Cerró sus ojitos y frotó su nariz en el hombro de la beta.

Las dos permanecieron en silencio, no encontraron nada que sea alegre.

— Yo estaba pensando en cuando... Corríamos libres, sobre el pasto, entre los árboles... En que aullábamos hasta que nuestras gargantas dolieron, y perseguimos pájaros y ardillas y a cualquiera que se nos cruzara... — contó Abril. — El aire era fresco, y el clima era tibio, y todo era cálido, porque estábamos juntos, estaba Juanito... Y Nuv... Y también Samantha, y estaba yo también... —

¡! 𝐑𝐈𝐕𝐀𝐑𝐈 ─ ❛ 𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐃𝐀𝐘𝐒. ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora