CAPITULO 20

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-Dean, no creo haber presenciado nunca un atardecer tan hermoso como este -admitio Mila extasiada ante el magnífico espectáculo que se extendía ante ellos.

-Yo sí -respondió Dean de manera enigmática.

Mila dudó por un momento, sin comprender la respuesta. Al observar el gesto de Dean, noté una ligera tensión en su rostro, pero no lograba descifrar el significado tras su mirada. Fue entonces que todo cambió y comprendio.

-La verdad, Mila, siempre he admirado los atardeceres, pero no en el cielo, sino en tus ojos -confesó Dean, con una voz cargada de sinceridad-. Cada vez que sonríes y me miras, encuentro la belleza de cien atardeceres en tu mirada. No hay comparación con ninguno de los que haya visto antes.

Su declaración la tomó por sorpresa, nunca esperó una respuesta como esa.

-No entiendo a qué te refieres, Dean.

-Claro que lo entiendes. Lo has sabido todo este tiempo, aunque tal vez no te hayas dado cuenta -dijo Dean, con seguridad-. ¿Crees que es casualidad que tus latidos se aceleren cuando estamos juntos? ¿Crees que no me doy cuenta de cómo, a veces, tu mirada desciende a mis labios? Y, sin embargo, nunca mencioné que me ocurre exactamente lo mismo, por temor a ser rechazado. Pero estoy cansado de fingir, Mila. Prefiero el exilio y saber cómo se siente tener tus labios junto a los míos. -Dean bajó la mirada a los labios de Mila y, tomándola suavemente de la barbilla, agregó-. Di que no, si quieres que me detenga.

Mila deseaba que él se detuviera, pero, paradójicamente, algo en su interior anhelaba aquel beso tanto como él. Su corazón latía desbocado, sus labios permanecían ligeramente entreabiertos, esperando. Tal vez era porque, en realidad, no deseaba que Dean se detuviera. Cuando finalmente sus labios se encontraron...

Me desperté de pronto, con el corazón acelerado como si hubiera corrido un maratón. Estaba sentada en mi cama, con el recuerdo de aquella terrible pesadilla invadiendo mi mente. Sentía náuseas solo de imaginar cómo había deseado aquel beso de ese imbécil.

cierro los ojos y trato de alejar aquel recuerdo, deseando que nunca se hiciera realidad.

Habían pasado ya dos semanas desde que le mostré mi pintura a Dean, y algo extraño estaba sucediendo. Mi creatividad estaba en pleno auge, sumergiéndome en un frenesí artístico mientras dormía y despertaba con nuevas ideas abrumadoras. No entendía del todo qué estaba provocando este torbellino de inspiración, pero lo cierto es que me encantaba esta sensación de invadirme por completo.

Mis días con Dean se tornaban cada vez más frecuentes. Increíblemente, solíamos pasar tiempo juntos incluso fuera de nuestras clases. No podía negar que disfrutaba de su compañía a pesar de nuestros desencuentros iniciales. Comenzamos a tener pequeñas cenas en su casa y disfrutábamos de películas que a nadie más de nuestro círculo de amigos parecía interesarles. Parecía que teníamos más en común de lo que pensaba, y nuestra amistad fue creciendo sin que me diera cuenta aunque debo admitir que las ganar de golpearlo no se iban.

Cada risa compartida, cada conversación profunda, me sorprendía al darme cuenta de lo mucho que había cambiado mi percepción de Dean. Era increíble cómo habíamos pasado de odiarnos, deseando constantemente lanzarnos puñetazos, a construir una auténtica amistad. Me resultaba difícil de comprender cómo su presencia se había hecho indispensable en mi vida.

Poco a poco, fui descubriendo en Dean mucho más que esa máscara de chico arrogante que solía mostrar al mundo. Debajo de esa capa superficial, hallé a alguien comprensivo y con una pasión por el arte tan intensa como la mía. Compartíamos ese deseo ardiente de expresarnos a través de nuestras creaciones el con su música y yo con mis pinturas, y eso fue lo que finalmente nos unió.

PRIMER AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora