CAPITULO 30

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- Y ¿Qué tal tu cita con el idiota? - preguntó Dean.

Estábamos en la cafetería de la universidad y mi mente estaba completamente inmersa en lo que había pasado en la casa de mi madre. Tenía una hermana. Por el universo, una hermana de verdad. Mi mayor temor era que mi madre arruinara la vida de otra inocente pequeña. No entiendo por qué le dije que le daría una oportunidad para demostrarme que había cambiado. Tenía la sensación de que, de alguna manera, me había manipulado como siempre hacía.

Dean me dio dos toquecitos en la frente.

- Hola, ¿hay alguien aquí adentro? No me estás escuchando.

- Oh, te estoy escuchando, pero he decidido ignorarte. Por cierto, el único idiota aquí eres tú.

Él hizo un puchero, lo cual me sacó una carcajada. Sin embargo, la felicidad duró muy poco, ya que las voces en mi cabeza no hacían más que torturarme, recordándome algo que se había perdido en el tiempo.

Estoy jugando en la sala de mi casa con algunas viejas muñecas. Tengo 4 años, la edad de las princesas y los cuentos de hadas, pero mi historia es más parecida a un cuento de terror. A diferencia de la mayoría de las niñas de mi edad, que esperan ansiosas la llegada de sus padres del trabajo, yo no soy como ellas.

Cuando escucho el ruido de la puerta al abrirse, me quedo helada de miedo. Veo a mi madre entrar en la casa, esta vez sola, pero con lágrimas en sus mejillas. Al verme, me entrega una bolsa con un pan de dulce, que devoro rápidamente, ya que es el primer alimento que he tenido en todo el día. Mi madre se sienta a mi lado en el suelo y me observa mientras termino de comer. Luego, en tono amable, me dice:

"Parece que has estado jugando en el lodo, Emi. Estás muy sucia. Vamos a bañarte".

Hay días en los que mi madre parece buena y este es uno de ellos. Me baña con cuidado, evitando lastimar los moretones que tengo en mi cuerpo. Después, me viste con mi pijama y me acuesta para dormir. Esta vez, ella también se acuesta a mi lado y me abraza, acariciando mi cabeza para ayudarme a conciliar el sueño. Disfruto de estos momentos en los que mi mamá se comporta como una verdadera mamá, y me relajo rápidamente. Cuando ya estoy a punto de quedarme dormida, escucho susurros.

"No tienes la culpa de nada, Emi. Ninguna de las dos la tenemos. La vida es cruel y a veces nos suceden cosas malas que nos hacen lastimar a las personas que amamos", susurra mi madre mientras me da un beso en la sien.

Despierto sobresaltada por el sonido de gritos y objetos estrellándose contra la pared. Me levanto asustada y me acerco para ver qué sucede. Encuentro a mi madre peleando con un hombre que va mucho a nuestra casa. En ese momento, ella me ve y grita:

"Emilia, vuelve a tu cama".

Pero estoy demasiado asustada para moverme y decido ignorar sus palabras. Lo último que recuerdo es el dolor del golpe y luego todo vuelve a la normalidad. La madre dulce desaparece una vez más.

- ¿Mila? - pregunta Dean, devolviéndome a la realidad. Noto que su mano sostiene la mía, su mirada llena de preocupación y las lágrimas en mis ojos.

Me suelto rápidamente de él y limpio mis ojos.

- Estoy bien, Dean. Es solo estrés, supongo - respondo. Y me apresuro a irme a casa. Al llegar, lo primero que hago es hablar con mi tía sobre lo que pasó con mi mamá. No se sorprende al enterarse de lo de mi hermana, porque ya lo sabía. Luego, paso todo el día durmiendo en mi habitación.

Unos golpes en mi ventana me despiertan. Ya es de noche. Me asomo y veo a Dean aventando piedras a mi ventana.

- ¿Sabes que puedes tocar la puerta como una persona normal, ¿no? - le digo.

- Pero eso no tendría estilo - me contesta con una sonrisa de suficiencia.

Salgo inmediatamente hacia donde está él.

- ¿Qué haces aquí? - pregunto.

- Escucha, ratoncita. Sé que algo te pasa, no tienes que decírmelo, pero... preparé una excursión a un lugar para animarte un poco.

No me lo esperaba para nada y una sensación de calidez se extiende por mi corazón.

- ¿Por qué? - pregunto sin especificar, pero él entiende.

- Porque no soporto ver cómo la luz se apaga poco a poco de tus ojos.

No decimos nada más, pero subimos al coche. Después de un comienzo a buscar música en su estéreo, digo:

- ¿Taylor Swift, de verdad?

- Oye, es una excelente compositora - responde él.

- Lo es, solo que no va con tu imagen de rock star - me burlo.

- Taylor va con el estilo de todos.

Sigo pasando canciones hasta que llego a una en particular.

- Adoro a Green Day. Mi canción favorita es...

- Boulevard of Broken Dreams - me interrumpe.

- ¿Cómo lo supiste?

- Porque también es la mía - me dice, y me sonríe mientras busca la canción y sube el volumen.

- Cantémosla - propone.

Al principio me niego completamente, pero él comienza a cantar.

I walk a lonely road

The only one that I have ever known

Don't know where it goes

But it's home to me, and I walk alone

I walk this empty street

On the Boulevard of Broken Dreams

Where the city sleeps

And I'm the only one, and I walk alone

- Vamos, Mila - insiste él.

Me niego nuevamente, pero él sigue cantando, incitándome a unirme. Y para su suerte y mi desgracia, llegamos a mi parte favorita. Entre risas, ambos nos unimos en el coro, rendida ante la diversión.

My shadow's the only one that walks beside me

My shallow heart's the only thing that's beating

Sometimes I wish someone out there will find me

'Til then I walk alone

Ah-ah, ah-ah, ah-ah, ah-ah

Ah-ah, ah-ah, ah-ah

Seguimos cantando la canción, perdidos en la melodía y en nuestra compañía. En ese momento, un sentimiento mágico se apodera de nosotros, uno de esos momentos que sabes que guardarás en lo más profundo de tu corazón por el resto de tu vida. Son los recuerdos que atesoramos, los que nos llenan de alegría cuando los evocamos en el futuro. Era un instante tan especial, que sabía que quedaría grabado en mi memoria para siempre.

PRIMER AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora