Capítulo 5

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Ganas de sentirme deseada

Atenea Morelli

Como de costumbre después de subir al escenario y deslumbrar con mis elaborados bailes me dirijo hacia el camerino a quitarme el vestuario y ponerme uno más cómodo, como también a deshacerme de todo el maquillaje, se siente bien no tener tantas cosas en la cara.

Mientras me deshago de mis aretes puedo ver la silueta de un hombre a través del espejo de mi peinadora, intento buscar el arma que tengo para protegerme, pero al ver que no tiene nada en las manos trato de calmarme y actuar normal, cualquier cosa la tomo.

― ¿Qué hace aquí? ¿Quién lo dejó entrar?― lo abordo con preguntas a medida que se va acercando hacia la luz.

― Realmente tus hombres o guardaespaldas como desees llamarlos, ellos no estaban en la puerta.― su tono de voz es agudo, intento no hacer ningún tipo de gestos.― Dan un muy mal servicio.― sonríe dejando notar el sarcasmo en sus palabras.

Se detiene a pocos metros de mí, puedo apreciar el grisáceo de sus ojos, los tatuajes que adornan su cuello, brazos y parte de su desnudo torso por culpa de la apertura de su camisa, por el tamaño de sus brazos da a entender a simple vista que ejercita su cuerpo, su fragancia es deliciosa, eso no lo discuto con nadie.

― Respondió una de mis preguntas, pero faltó la primera y esencial.― intento retroceder; sin embargo, es imposible, ya que la peinadora se encuentra a pocos metros de mí.

― Me ha gustado tu presentación, eres toda una diosa en el escenario.― camina por el camerino y toca cada cosa que ve.― Por eso quiero invitarte a tomarnos unas copas.

― No, gracias, pero no tomo alcohol.― miento, no lo conozco y por muy lindo y sexy que sea, no sé cuáles son sus intenciones conmigo.― Además, ni siquiera sé tu nombre.

― Mi nombre no es problema, me llamo Alonso.― toma mi perfume e inhala su olor.― Puedo invitarte a bailar, comer, a una biblioteca y leemos un libro, lo que sea.

Por lo visto no piensa rendirse tan fácil, opto por mi actitud de perra, esa que todos odian y temen a la vez.

― Agradezco la invitación, pero no lo conozco y no me apetece compartir nada con usted.― intento caminar hacia la puerta, pero él se acerca y me acorrala sobre la peinadora.

― Se nota que hace mucho tiempo no te follan como es debido.― toma un mechón de mi cabello y lo enrolla entre sus dedos.

― Según usted, ¿Cómo es follar debido?― no me alejo, no pienso mostrar lo nerviosa que me pone su cercanía.

― Un polvo debido cambia el humor, si te follaran como se debe estuvieras sonriendo todo el tiempo y no tan amargada.― su mirada desciende desde mis labios hasta el valle de mis senos.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora