Capítulo 20

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Regresar de la muerte

Atenea Morelli

Camino por los pasillos de mi antigua casa, estar en ella después de tanto tiempo me hace recordar todo lo vivido, un vestido negro cubre todo mi cuerpo y parte de mis piernas, mis senos pueden apreciarse por el pronunciado escote, joyas de diamantes adornan mi cuello y orejas.

Mi cabello ha sido recogido en una cola de caballo, he dejado varios mechones rebeldes para verme un poco mejor, mis ojos son adornados de sombras negras las cuales resaltan el gris de mis ojos, mis labios tienen un gloss sencillo para no opacar mis ojos.

El sonido de mis tacones replica en todo el piso de mármol, camino hacia el comedor donde todos se encuentran reunidos a la espera de la invitada especial, Domenico camina a mi lado sosteniendo mi mano, a partir de ahora debemos actuar como si somos pareja, se ve imponente con ese traje negro, trae su cabello amarrado, nos detenemos a pasos de pasar al comedor.

― Una vez que pasemos por ese umbral no hay vuelta atrás.― me mira, su mano libre acaricia mi mejilla.

― Lo sé, aunque me asuste todo esto, no puedo dar brazo a torcer.― asiente, sin darme tiempo, besa mis labios suavemente.

― A partir de ahora eres mi mujer, debo tratarte como tal.― sonríe justificando el beso que acaba de darme.

― No te aproveches de la situación.― sonrío golpeando su hombro.

― Si puedo hacerlo lo haré, no todos los días se tiene a una hermosa mujer como pareja.― aprieta mi mano.

Volvemos a tomar una postura de seriedad, caminamos hacia el comedor, como es de esperarse, todos se levantan al vernos, en especial Artemisa y Alessandro, mi corazón se oprime al verlo después de tanto tiempo, levanto el mentón.

― Extrañaba tanto a mi familia.― una sonrisa burlesca provocada por mí resuena en todo el comedor.

― Tú estabas muerta.― las palabras salen duras de la boca de Artemisa.

― Nunca lo estuve, para ti sí, pero realmente me tomé unas largas vacaciones lejos de todos ustedes.― me mira sin creer mi existencia.

― ¡Maldita perra!― escupe con ira.

― ¡Ey! A mi hermana la respetas, en mi presencia te limitas de emitir tus asquerosos comentarios.― Artemis interviene mirándola con desprecio.

― Atenea, no puedo creerlo.― Alessandro camina hacia mí, Domenico se interpone evitando que se acerque.

― Mi amor, tranquilo, es entendible que quiera confirmar si no estoy muerta como ordenó.― tomo a Domenico por uno de sus brazos con suavidad.

― Que no intente acercarse a ti, sabes de lo que soy capaz.― vuelve a su lugar.

― ¿Dónde está Hera? ¿Por qué no ha venido contigo?― quita algunas lágrimas de su mejilla y me mira en espera de una respuesta.

― Lo mismo te pregunto, tú debes saber donde están los restos de nuestra hija.

Veo de reojo como Artemisa sonríe, al parecer le causa gracia saber que supuestamente mi hija está muerta.

― O mejor se lo preguntamos a Artemisa, ella mejor que nadie puede responder nuestras dudas.― la miro fijamente.

― No tengo nada que responder.― responde tajante.

― ¿Estás segura?― me acerco a la mesa.― Porque pienso todo lo contrario, de hecho deberías contarle a Alessandro como ordenaste que mataran a mi hija una vez que la sacaron de mi vientre.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora