🔥Capítulo 9🔥

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Sexo salvaje

Atenea Morelli

Bajo la mirada de Alonso me deshago de mis joyas, como también de todo el adorno que tengo en el cuerpo, no pienso acostarme con él, deseo jugar un poco, probar sus límites, resulta interesante todo este circo que he elaborado.

― ¿Qué haces aquí?― pregunto mirándolo por encima de mi hombro.

― Sabes por lo que te he seguido hasta aquí.― cruzo mis piernas a propósito, su mirada se desvía hacia ellas, traga lentamente.

― Le he mentido, no pienso aceptar su propuesta.― intento bajar del cierre del traje, él es más rápido, me toma por el cuello con fuerza, fuerza que me resulta excitante.

Lo veo por el espejo de la peinadora, sus fuertes y tatuadas manos sostienen mi cuello con fuerza, su mirada conecta con la mía, ambos transmitimos demasiadas cosas con solo una mirada.

― Creo que he dejado bien claro que no juego viuda.― su respiración roza mi nuca, siento mi zona íntima palpita, un cosquilleo que estremece en lo más profundo de mí.

― Y yo le he dejado claro que no deseo tener sexo con usted.― intento no mostrar lo que provoca su cercanía en mí.

Sonríe, la lujuria se siente en su mirada, en la forma en que me sostiene del cuello, la tensión entre nosotros es enorme, quiero soltarme de su agarre, pero trato de no hacer ningún movimiento.

― No te mientas, deseas que rompa cada parte de tu coño.― deja de sujetarme por el cuello, ahora su mano se detiene en el cierre del traje.― Lo puedo sentir en respiración, estoy más que seguro que en estos momentos tu coño empieza a humedecerse.

― Eso... no... es cierto.― aclaro mi garganta, no puedo coordinar las palabras.

Quita el cierre por completo, siento como mi espalda queda expuesta a su mirada, sus manos se deslizan por mis hombros provocando que el traje caiga por mis brazos hasta que mis senos queden a la merced de su mirada.

― Tus pezones me dicen lo contrario.― una de sus manos sostiene uno de mis senos, con sus dedos pellizca mi pezón, ocasionando que un leve gemido escape de mis labios.

― Deténgase.― sostengo su mano para que deje de estimular mi pezón, pero no hace caso, sigue haciéndolo, cada vez más intenso, haciéndome perder la cordura en cada pellizco.

Y es que sus manos son como un auto, recorren todo mi cuerpo, como si este fuera una carretera, mi vestuario cae al suelo con dificultad, quedo totalmente expuesta, sus ojos contemplan mi desnudez a plenitud.

― Tu cuerpo no pide eso en estos momentos.― lame el lóbulo de mi oreja.― Resultó ser traicionero, tus palabras no concuerdan con tus sentidos.― azota uno de mis glúteos con fuerza.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora