Capítulo 30

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Ya no hay vuelta atrás

Saúl Di Marco

¿Qué siento por Atenea? Sencillo, no tengo ni la más remota idea, pero me está volviendo cada día más loco, tenerla a mi lado para mí es una necesidad, he pensado que lo que siento es sexual, pero no es así, me ha bastado verla varias veces para darme cuenta de que me gusta.

Ver la forma en que se desahogó conmigo aquella noche, me ha hecho pensar mejor las cosas, deseo tenerla conmigo, no quiero seguir fallándole, me duele verla a los ojos y saber que le estoy mintiendo.

Pero la realidad contradice mis pensamientos, ahora me encuentro reunido con Lorenzo, Massimo, Kate y todo un equipo discutiendo sobre la captura de Atenea, captura de la cual ya no estoy de acuerdo. Me mantengo en mis pensamientos, he olvidado por completo en donde me encuentro o con quienes me encuentro.

― Pienso que debemos esperar más tiempo para capturarla, por ahora ella está cayendo en las estrategias de Saúl.― Massimo comenta girando en su silla mientras come un helado.

Lorenzo rasca su nuca caminando alrededor de todos nosotros en la mesa ovalada, miro el panorama en el que me encuentro, quisiera poder desaparecerme.

― El problema es que el general ha pedido que la capturemos lo antes posible.― me mira, luego vuelve a mirar a los chicos.― Son órdenes de arriba, el general está ansioso por el arresto de la viuda.

― ¿Para cuándo debemos arrestarla?― Kate me mira, luego mira a Lorenzo en espera de una respuesta.

― El general avisará el día exacto en el que deberemos ir por ella.― Lorenzo suelta un suspiro y me mira otra vez.― Mientras, Saúl deberá seguir seduciéndola hasta que caiga por completo.

Me levanto tomando la carpeta que yace frente a mí, la cual contiene papeles de suma importancia, miro a Lorenzo, como también a los demás.

― ¿Ha sido todo?― todos me miran por la pregunta que he hecho o más bien en el tono que la he hecho.

― Creo que ha sido todo por el día de hoy.― Lorenzo apaga el proyector y recoge sus cosas.― Si vuelven a ocurrir novedades, volveremos a tener otra reunión.

No espero a que las personas se marchen para ser el primero en hacerlo, salgo de la central, me detengo en el capo de mi auto, saco un cigarro, lo meto a mi boca sin intención de encenderlo, de una manera u otra jugar con el en mi boca hace que calme mis ansias.

Miro el cielo azulado, la tarde, el día de hoy ha rendido más que nunca, es como si el tiempo no quisiera transcurrir. ¡Maldita sea! ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? Nunca en mi vida había cometido el error de interesarme en mi objetivo, pero tuve que mandar a la mierda todo eso y caer clavado en el deseo.

― ¿Qué ha sido todo eso allí dentro?― Lorenzo camina hacia mí.

Suelto un suspiro y paso de un lado a otro el cigarro que descansa en mi boca, se detiene a mi lado y alza las cejas como sabe hacerlo cuando desea sacarme las palabras de la boca.

― Pasa que no quiero seguir en este operativo.― suelto el aire contenido y siento como mi espalda se relaja.

Pasa las manos por su cabeza y suspira frustrado al escucharme.

― ¿No quieres arrestarla? Lo siento, pero desde un principio te metiste en esto y esto no es cualquier cosa, amigo.

― ¿Crees qué no lo sé? Pero cómo diablos la arresto después de todo lo que ha pasado entre nosotros, después de ella haber hablado conmigo, después de haber sido sincera.

― Te toca, es triste, pero la realidad es otra.― se cruza de brazos.― O es ella o somos nosotros y siendo sincero, no deseo estar encerrado en una cárcel de máxima seguridad y perderme el nacimiento de mi hijo o peor aún, no formar parte de su vida nunca.

Me duele que por mi culpa deba arrastrar a Lorenzo a esto, pero ya no puedo seguir con todo esto.

― Todo eso lo sé, es por eso que pienso pedir mi renuncia y regresarme a Seattle.

― No importa que hagas todo eso, al final ella también va a darse cuenta de que no solo eres policía, también eres su peor enemigo, uno de los que ha atentado contra su vida ciento de veces para quedarse con su puesto en la mafia.

― No sabía que iba a enamorarme de ella, sabes que últimamente estoy cuidando su espalda, he dejado a un lado todo eso, la quiero y deseo alejarme antes de que sufra por toda mi mentira.

― Abre los ojos Saúl, eso es un amor imposible.― avienta los papeles sobre el capo y pasa las manos sobre su cara.― Nunca van a poder estar juntos, esa mujer va a odiarte cuando sepa los motivos por lo que te acercaste a ella, prácticamente la has estado usando todo este tiempo. ¿Crees qué va a creerte el hecho de que te enamoraste de ella?

Enciendo el cigarro, tiene razón, ella nunca va a perdonarme todo lo que le he hecho, maldigo la hora en que vine detrás de ella, maldigo la hora en que acepté trabajar en su captura, no merecía tenerla, nadie es digno de merecerla, mucho menos yo.

― Por eso quiero irme a Seattle, olvidarme de todo esto, olvidarme de ella.

Me duele, pero no quiero estar presente para cuando la arresten, no quiero estar presente cuando se entere de toda esta mentira elaborada.

― ¡Usted no es un cobarde! Enfrenta las cosas de frente, acepta lo que venga.― palmea mi hombro resignado.― No importa que sufras en el intento, peor es que huyas y le des la espalda al asunto.

― ¿Entonces qué hago?― miro hacia el cielo con resignación, aunque me cueste admitirlo, Lorenzo tiene toda la razón, no soy un cobarde, por más que quiera, no tengo el valor tampoco para irme y dejarla.

― Aceptar la realidad, por más dolorosa que sea.

― ¿Nos vamos?

Niega, saca las llaves de su auto y toma los papeles suyos que se encuentran sobre el capo de mi auto.

― Mi vuelo sale en dos horas, esta misma tarde me regreso a Polonia.

― Buen viaje.― palmeo su hombro y recojo todas mis cosas antes de subir al auto.― Nos ponemos al día cuando regreses.

Tiro el cigarro al piso y lo aplasto antes de subirme a mi auto, me pierdo en la carretera, lo mejor será decirle toda la verdad a Atenea, no importa que me odie, mucho menos que me mate, deseo que sepa la verdad en cuanto antes, mejor que salga de mi boca a que lo sepa el día que la arresten.

Aunque me duela, es lo que me toca, ni más ni menos, lo justo para mí, por idiota, por dejarme domar de los sentimientos y no de los sentidos.


Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora