Capítulo 21

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Un simple extraño

Atenea Morelli

Tener un reencuentro con Artemisa después de lo sucedido, solo me ha hecho abrir una herida que de una forma u otra creí que había cerrado, verla, solo me ha confirmado el odio que siento por ella, las ganas que tengo de verla muerta, como también de que sufra.

Me miro al espejo con lágrimas acumuladas en mis ojos, no sé en qué momento he cambiado tanto, mi frialdad me hace pensar que soy un monstruo, he hecho tantas cosas en estos últimos ocho años que yo misma siento miedo de mí.

Quito los rastros de maquillaje con agua y jabón, al cerrar mis ojos me llega a la mente la escena de Alessandro al lado de Artemisa, dolió verlo con ella, sé el daño que me hizo, no deseo volver con él, al contrario, deseo matarlo con mis propias manos. Pero mentiría si dijera que no siento nada al volver a verlo, más cuando fue mi primera vez en todo, me dio lo más hermoso, ser madre y eso es algo que sí le voy a agradecer toda la vida.

Termino de lavar mi cara, salgo del baño, tomo una toalla y seco mi rostro con suavidad, mi estómago ruge, muero del hambre, desde el entretenido almuerzo no he vuelto a comer nada más. Salgo de la enorme habitación que Domenico ordenó para mí, bajo las escaleras y me adentro a la cocina.

― La cena ya está lista.― Domenico deja un plato frente a mí sobre la barra americana.

Tomo asiento sin quitarle la mirada al plato humeante que permanece frente a mí, huele delicioso, tomo el tenedor y cuchillo para cortar la pechuga.

― La señora del servicio se encuentra cuidando a su esposo, está enfermo.― coloca otro plato a mi lado.― Por eso esta noche he hecho la cena yo.

― Huele delicioso.― llevo un pedazo de pechuga a mi boca, el sabor es justo como huele, tiene una mezcla de sabores increíble.

― Gracias, me agrada que te haya gustado lo que he cocinado para ti.― toma asiento a mi lado, toma el cuchillo y tenedor y corta en pequeños trozos la pechuga.

― ¿Dónde está Adriano?― tomo un poco de puré de papas para probarlo.

― Salió, ha hacer unas cosas, no dio explicaciones, solo dijo que regresaba en un rato.― asiento tragando el puré.

Disfruto de la comida en total silencio, Domenico hace lo mismo, tampoco es que desee hablar que digamos, trae una franela puesta la cual deja apreciar sus fornidos bíceps, tiene todo su brazo izquierdo tatuado, este llega hasta el lado izquierdo de su pecho, muy similar al tatuaje que tiene el actor Dwayne Johnson.

― Estuvo muy buena la cena, gracias por tomarte la molestia de prepararla para mí.― me levanto llevando mi plato al lavabo para lavarlo.

― No ha sido nada, lo he hecho por gusto propio.― me sonríe, se levanta y se acerca a mí con su plato sucio en manos.

Domenico es hermoso, es ese tipo de hombre que te hace querer tenerlo solo para ti, tiene una mezcla de dulzura y frialdad a la vez, solo muestra su lado dulce con quien desea, fuera de ahí trata a todos con indiferencia, pero lo que más me llama la atención de él es ver que ninguna mujer por más hermosa que sea lo hace perder la cordura o babear por ella.

― De todas formas siento la necesidad de agradecerte.

― ¿Cómo te sientes al saber qué tu hija está viva?― me quita el plato para lavarlo, no tiene caso que me resista, es más terco que yo, así que termino cediendo.

― Es una felicidad inexplicable.― pienso en Hera, mi hija, la única razón de mi felicidad en estos momentos, el sentimiento es indescriptible.

― Puedo imaginarlo, no tanto porque no soy padre, pero imagino que debe sentirse saber que alguien que amas mucho y que creías muerta realmente no lo está.― deja ambos platos en la máquina de lavaplatos después de quitar los restos de grasa.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora