Tres mil millones de latidos

Capítulo 1

Hola ¿Cómo están? He aquí adaptando una nueva historia, quiero aclarar que esté fic NO es de mi autoría, la mente detrás de esta hermosa historia es MademoiselleK.
Espero que disfruten de esta historia tanto como yo.
Saludos, besos y abrazos desde la mitad del mundo!
Ahora sí lean.
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La primera vez que vi a Aslan Jade Callenreese  fue en cuarto grado, aún recuerdo cuando en medio de la clase del profesor  se abrió la puerta y entró aquel niño de cabello rubio y ojos verdes, en ese tiempo tenía 10 años y los niños de mi edad me parecían repulsivos y asquerosos, ya saben a lo que me refiero, rodillas manchadas con barro, peleas a golpes sin ninguna razón, verlos limpiarse los mocos con la manga ¡Iug! Los niños eran asquerosos y punto, y Aslan pasaba a formar parte de ese grupo poco interesante de trogloditas con los que tenía que compartir clase.

También recuerdo su mirada fija en mí mientras se encontraba frente a la clase haciendo su presentación, su ceño fruncido hizo que indudablemente me sintiera del tamaño de una cucaracha ¿Por qué el nuevo me miraba con cara de querer asesinarme? Sin embargo ese fue el único acercamiento con el chico llegado de New York, porque de Aslan no supe nada más desde entonces.

Compartíamos la misma clase pero los años hicieron que nunca tuviésemos la necesidad de intercambiar palabras, Aslan pronto se hizo una fama de líder en su grupito de simios, y de chico odioso y hasta cruel con cualquiera, no era ningún secreto que había tirado las trenzas de Yut la vez que él por casualidad le botó su estuche, en resumen, no me interesaba perder algunos de mis cabellos por ponerme en el camino de ese niño gruñón y tonto.

Y pasaron los años, Yut dejó de usar trenzas, mi mejor amigo, Sing dejó de tratar de enfundarme sus estrafalarios trajes confeccionados por él, y llegó un punto en que dejé de encontrar a los niños como individuos tan asquerosos y repulsivos… debo decir a mi favor que no era el único, mi mejor amigo hacía siglos que parecía embobado por Alex, claro que era su gran secreto, sólo yo lo sabía, así que básicamente tenía que soportar las tardes completas en que Sing imaginaba como sería el día en que Alex le declararía su amor, había que recalcar que a causa de ese encantamiento de Sing me veía en la obligación de acompañarlo a ver los entrenamientos del equipo de baloncesto sólo para observarlo, y fue entonces cuando también volvió a aparecer en mi radar Aslan, quien era algo así como el mejor amigo de Alex, además de estar en el equipo al igual que él.

Su ceño seguía igual de fruncido, en serio, estaba seguro que envejecería más rápido sólo por tener esos músculos contraídos en una línea dándole un aspecto bastante amenazante, sabía que muchos en la preparatoria de Cape Cod suspiraban por él, pero también sabía que hasta el momento nadie había logrado su cometido con Aslan, los rumores decían que estaba comprometido desde muy pequeño y por ello rechazaba a cualquiera que apareciese a menearle las pestañas – y quizás algo más- con tal de invitarlo a salir a algún lado.

¿Y qué hay de mí? Pues que a mis dieciséis años era lo más cercano a un monje puritano que pudieran conocer, aún no daba mi primer beso y no es como si estuviese apresurado a darlo, lo cierto es que mi físico y aspecto de niño no me eran demasiado favorecedores, sin ningún dejo de rencor aceptaba que al lado de Sing yo era un simple chicuelo insignificante, y es que mi mejor amigo tenía un físico envidiable, cabello sedosísimo y unos ojos que sabía tenían a varios tras él; mi mejor amigo me eclipsaba, pero yo estaba bien con ello, de todas formas aún los niños seguían pareciéndome algo repulsivos, a excepción de Michael, el cual era un caso aparte.

Aquel día entré al aula junto a Sing y con apenas un vistazo a mi alrededor supe que algo andaba mal, todos se reunían en torno a un papel pegado en mitad del pizarrón.