Capítulo 7

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Ya sabía que nada bueno podía salir de hacerle un favor a Callenreese. ¿Por qué tuve que ser tan ingenuo para creer que algo que me involucrara no resultaría un desastre? Porque eso es lo que era, un completo y absoluto desastre; desde la aparición de Christopher mi vida se había transformado en una estresante cadena de sucesos, desde miradas asesinas a arrinconamientos en el baño, no es como si el nuevo  fuese un maton ni mucho menos, pero cada vez que se encontraba conmigo (lo cual sucedía casi todo el tiempo) se dedicaba a mirarme asesinamente y reclamarme el estar avasallando a su "Ash", como si yo quisiese pasar tiempo con el gruñón de su primo… es decir, por mucho que su actitud hacia mi haya cambiado radicalmente los últimos días… de pasar de ser un gruñón completo a un gruñón con espasmos de mejor carácter, lo cual por cierto me tenía a saltos todo el día.. tampoco es como si yo ansiase su compañía. ¿Cómo saber cual de los dos Aslan decidía ser en un momento dado? Por la mañana era el Callenreese gruñón, a ratos parecía realmente una persona normal, y luego volvía a asesinarme con la mirada… ¿Quién lo entiende?

Aún me hervía la sangre al recordar incluso cómo me había sacado en cara el regalo para instarme a ser más firme contra su primo, por poco y se la tiro por la cabeza, pero, pero… es que su regalo lo encontraba tan lindo y lo cierto es que ya me había encariñado a la dichosa joyita, tenía un "algo", un "no se qué".

Ese día por fin era jueves y la semana estaba pronta a acabarse, entre el estrés de tener que soportar a dos primos en mi vida, realmente me encontraba bastante agotado, por suerte las clases casi acababan. Me estremecí apenas salí del camarín de chicos acompañado por el pequeño Sing, el frío era realmente intenso y de todas formas nos seguían haciendo las clases de Educación Física al aire libre, lo cierto es que a pesar del frío no me quejaba, después de todo los deportes eran mi asignatura favorita. Me acomodé el polerón y froté mis manos para darles calor.

- Al parecer hoy correremos en la pista…- dijo Sing apuntando unos metros a los lejos, seguí la dirección y vi a varios chicos ya cerca de la pista.

- Genial…

Podía reconocer sin ningún problema que el atletismo era lo mío, siempre, y eso me dejaba una cálida sensación de satisfacción personal por ello, es decir, era bueno en algo ¿no? con eso todo lo neandertal que podía ser en materias como trigonometría o álgebra no parecía tan terrible si ponía en la balanza que al menos era la mejor de mi clase en la pista de atletismo.

Nos acercamos hacia el grupo  y fue entonces cuando estábamos a punto de comenzar que vimos llegar a otro grupo de chicos de nuestro grado, al parecer ellos ocuparían la cancha para jugar futbol, para variar Sing perdió la noción del tiempo y espacio mirando a Alex, por lo que me rendí y fui a poner a la pista incluso antes que el profesor lo ordenara, mientras me ataba las agujetas de las zapatillas vi los pies de alguien pararse junto a mi.

- ¿Aceptas una carrera, Okumura?

Si no fuese porque en cada uno de los últimos días temía un poco a esa voz probablemente la respuesta nata hubiese sido un "sí" rotundo, pero hablábamos de Callenreese el loco, no era cualquiera, lo miré unos segundos sin decir nada.

- ¿Acaso temes que te gane?

Para cuando me levanté del piso para estar a su altura ya eran varios los que nos rodeaban a ambos, haciendo de una simple preguntilla el suceso del día. Me crucé de brazos y lo miré tratando de no sonar intimidado.

- Jamás.- respondí.

- Entonces te reto.- terció.

Tres mil millones de latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora