Capítulo 2

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No volvimos a hablarnos nuevamente, y con "hablar" me refiero a la interacción de que él abriese su bocota para fastidiarme con algo y yo replicara monosílabos; no hubo nada de palabras ni miradas… bueno, miradas sí, no podía evitar mirarlo de reojo de vez en cuando, era un poco infantil pero quería comprobar si realmente todo el tiempo tenía ese ceño arrugado, satisfecho me percaté que su gesto se relajaba en clases de Algebra y Trigonometría, Aslan parecía disfrutar de aquellas clases, irónico ¿No? Justamente en las dos asignaturas que más problemas me traían él parecía tener una leve sonrisita durante las dos horas de clases, lo cual también me ofuscaba un poco.

Y pasaron las semanas que se convirtieron en meses, les extrañará saber que mi relación con mi compañero de banco seguía igual de nula, y ya estábamos en Diciembre y lo único que sabía de Callenreese es que ciertamente me odiaba, o si no era odio algo muy parecido lo que pasaba por su cabeza, era cosa de ver como me miraba cada vez que nuestros ojos se encontraban por casualidad, lo cierto es si en un principio sus miradas me asustaban e incomodaban un poco, luego aprendí a lidiar con ellas, incluso me esmeraba por no ocupar ni medio centímetro de la parte de la mesa de Aslan para evitarnos posteriores encuentros desagradables.

Sin embargo mi tranquilo vaso de leche no podía estar así por demasiado tiempo, justamente dos semanas antes del receso navideño nos asignaron un proyecto por pares en el que debíamos trabajar con nuestro compañero de banco, debo decir que sentí horror, porque al contrario de Sing –quien seguía pensando que en el fondo Ash, cómo lo apodaban, era "bueno- yo sólo podía ver el tirano ceñudo que era. ¿Cómo lograría sobrevivir al proyecto de dos meses que implicaba el trabajo de Literatura?, y peor… ¿Cómo me reuniría a trabajar con Ash? Estaba seguro de que si lo invitaba a casa mi hermano era capaz de enterrarlo vivo en el jardín, pero… ¿ir a casa de los Callenreese? El que iba a ser enterrado vivo ahí seguramente sería yo. ¿Cuánto tardaría Ash en hacer desaparecer mi cadáver?

Vi su mano hacer un puño al momento en que el maestro daba las indicaciones del trabajo que debíamos realizar, no había que ser demasiado observador para saber que a él le gustaba tan poco la idea como a mi de trabajar juntos, resoplé abatido y me apoyé en el banco.

- Okumura…

Ahí vamos de nuevo.

Era la tercera vez que me hablaba en todo el año. Me reincorporé a sentarme derecho y lo miré con cara de pocos amigos.

- ¿Estaba ocupando tu lado de la mesa? ¡Oh! Lo siento- dije algo irónico- olvido que tengo lepra y puedo contagiártela.

Sentí que su mirada por poco me partía en dos de lo intensa que estaba siendo, al instante me arrepentí de haber sido tan audaz – o bobo- como para tratarlo así, y al parecer había hablado lo suficientemente alto como para que varios a nuestro alrededor nos miraran. Cinco segundos de silencio – los conté- mientras él alzaba una ceja y me observaba detenidamente.

¿Por qué siempre que estoy con él pierdo los estribos?

- Iba a preguntarte cuándo y dónde nos reuniremos,- replicó - por si no has prestado atención las revisiones serán semana a semana y no me apetece sacar un cero- añadió.

- Oh…- enrojecí, de pura vergüenza, en serio ¿qué tenía Aslan que cada vez que estaba con él me hacía quedar en ridículo? – Pues… uhm…- dudé, sabía que Ash no me quitaba la vista de encima- podría ser en…

Tres mil millones de latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora