Capítulo 28

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Nos separamos y Ash seguía sosteniendo mi rostro mientras yo sujetaba los costados de su chaqueta, en un intento de aferrarme a algo y creer que todo era real, un par de ojos me observaban fijamente, muy cerca de los míos, volvía a sentir la lluvia sobre nosotros pero continuaba también sintiendo ese calor intenso y esa sensación de bienestar al fin, esa que se había cortado todo el tiempo en que nos habíamos alejado con él, y volví a comprobarlo, todo era por él.

¿Era… real? Quité mis manos de su firme agarre y fueron a parar sobre las de Ash que seguían tomando mis mejillas.

- Dime algo, Eiji- susurró. Asentí, temiendo que en cualquier momento mi ritmo cardiaco fuese tal que me desmayaría ahí mismo.- ¿Por qué no estás con Michael?

Tragué saliva mientras trataba de estabilizar mi interior, tarea al parecer imposible, cuando su aliento se mezclaba con el mío y mi cabeza seguía perdida en ese intenso beso. Sentí sus dedos acariciando mis mejillas.

- Dímelo- susurró, sentí súplica y no orden en aquella solitaria palabra y comprendí que tenía que dar el siguiente paso, tenía que hacerlo.

- Porque no quería estar ya con él - vi los labios de Ash moverse como si hubiese querido decir algo pero se hubiese frenado.- porque… - titubeé.

- Yo respondo casi a todas tus malditas preguntas… me debes esta- comentó con una sonrisa torcida, aligerando en cierta forma la tensión del momento.

Alcé el rostro y separé mis manos llevando las de él en el acto, fue mi turno de ir a su rostro, no sin temor, la verdad estaba aterrado, pero era un miedo bueno de alguna forma, cuando sabes que lo vencerás y saldrás mejor luego de pasar de él. Corrí algunos cabellos de su frente, Ash se mantenía muy quieto, observándome todo el tiempo.

- Porque… - suspiré- porque quiero estar contigo…- confesé sintiendo mi rostro enrojecer. Desvié la mirada hacia el hombro de él, había dicho lo más temible que podría haber dicho delante de Ash.

Entonces pasó lo inesperado y maravilloso, acercó su rostro al mío, nuestras frentes chocándose, y sus manos tomando las mías en un agarre suave pero comprometedor.

- Y yo quiero estar contigo, Eiji…- susurró.

Y esa simple frase fue la antesala de una avalancha de emociones que me desarmaron por completo, felicidad, incredulidad, gozo, dicha, miedo, de todo un poco, arriba y abajo, pero que no quitaba lo más esencial de todo: queríamos estar juntos.

Juntos.

Sonreí y me encontré con su sonrisa torcida, esa que marcaba un hoyuelo. Ash me abrazó y escondió su rostro en mi cuello, sentí su respiración y me estremecí.

- Mi Eiji…- susurró provocando un nuevo estremecimiento que partió desde mi nuca hasta el final de la columna vertebral. Un abrazo estrecho, cómplice que decía tantas cosas, que confesaba tanto… estremecedoramente íntimo…

Separamos el abrazo y comenzamos a caminar, Ash sostenía mi mano como si fuese lo más natural del mundo. Sabía que aún había un montón de cosas que hablar, que aclarar, que confesar, que decir… pero todo eso podía esperar, porque en ese instante era suficiente sentir el calor de su mano sujetando la mía y yo no quería nada más. De pronto el mundo me parecía un lugar más grato, más pleno, más… a pesar de todo el cúmulo de emociones no podía dejar de sentirme en paz en ese momento, era como si la última pieza del puzzle hubiese encajado, aún cuando yo continuase sin poder dar crédito a cabalidad de lo que estaba sucediendo ahí entre ambos.

Nos detuvimos en la esquina siguiente y Ash me abrazó por la espalda, descansando su mentón en mi hombro, mientras esperábamos la luz verde del semáforo para cruzar.

Tres mil millones de latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora