Capítulo 23

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ASLAN

Eiji se retorcía entre mis dedos, echaba la cabeza hacia atrás y gemía, gemidos controlados, aún cuando yo quería sentir su garganta desgarrada, quería darle ese placer, quería hacerlo llegar a tal punto donde olvidara ser ese chico retraído y tímido. Mis manos dejaron ese punto y subieron por sus caderas, cintura, rocé su pecho, incitándolo, y terminé el recorrido acariciando esa fina espalda, llámenme extraño pero a mi lo que me atraía mucho en una persona era una bonita espalda, la de Eiji era perfecta, suave, sensual, fina y era tan delgada que si se movía podía visualizar algunas vértebras, desvié mi boca hacia su clavícula y me entretuve con esa erógena zona de él. Eiji gimió mi nombre y yo me sentí en el paraíso, cerré los ojos y me concentré en su piel y su aroma, era exquisito. Eiji enganchó una pierna a mi cintura y aproveché para acariciar su miembro otra de sus características que eran mi perdición.

Estaba apunto de comprobar qué tan flexible era cuando todo se acabó, abrí los ojos, estaba oscuro, acababa de tener un maldito sueño erótico y me sentía increíblemente frustrado por despertar en la mejor parte, miré hacia abajo y vi mi polla levantada como una puta torre. Gruñí frustrado.

- La puta madre.

Había tenido un maldito sueño con Eiji, y no cualquier sueño, ¿cómo demonios de un momento para otro se evidenciaba tan claro que estaba colado por ese chico? Restregué mi cara tratando de calmarme antes de pararme e ir a solucionar mi problema al baño, porque estaba claro que la única forma de bajar a mi amigo era terminando lo que había empezado en mi sueño.

- Cambio de planes, cariño, tú no te vas con el imbécil de Michael- murmuré para mí mientras entraba al baño.

Estaba decidido, no iba a ser tan imbécil como para dejarlo marchar cuando estaba física y mentalmente enganchado por él, y por muy idiota que sonara no era que quisiera tenerlo en mi cama –aunque lo quería- era todo él, su compañía, sus preguntas que me exasperaban pero en cierta forma me entretenían, su ingenuidad que yo podía burlar, su mirada curiosa, sus ya clásicos "Oye, Ash"… era una tontería perder el tiempo preguntándome cómo demonios Eiji había logrado engancharme, tenía que ser práctico, además no me iba la mierda de pararme a pensar en sentimentalismos, las cosas eran fáciles: Eiji me gustaba y ya, lo mejor de todo es que en teoría nosotros ya éramos novios, ¿qué mejor que utilizar eso para hacerlo todo más fácil? Debía encontrar la forma de convencerlo de alargar todo esto de la farsa un poco más y ya, estaba seguro que si me lo proponía podía gustarle yo también, además tenía la seguridad que al menos físicamente, Eiji si reaccionaba a mí, lo había comprobado en los últimos días.

Luego de salir del baño con mi problema ya solucionado miré el reloj del velador, las cinco y media de la mañana, ya no servía de nada echarme a dormir, estaba demasiado activo, además en un par de horas debía estar en la escuela, por lo que decidí ir a hacer algo de ejercicio, siempre me hacía bien cuando estaba mentalmente jodido por algo, y había que reconocer que estar por primera vez atraído de verdad por alguien entraba en la clasificación de "oficialmente jodido".

Llegué a la escuela lo suficientemente temprano como para encontrarme completamente solo en la sala antes de iniciar las clases, me senté, estaba apunto de sacar los audífonos para conectarlos y escuchar música en mi celular cuando la puerta se abrió y Sing entró, nos observamos y él me sonrió a forma de saludo, alcé las cejas de vuelta. Lo cierto es que con eso de la farsa, era Eiji quien pasaba más tiempo con mis amigos, en realidad yo jamás había pasado un recreo o descanso con sus amigos, él tampoco me lo había pedido, supuse que sabía que yo no soportaba a las personas más de dos minutos con su parloteo estúpido e incesante, aunque debía reconocer que Sing se salía un poco de ese grupo, al menos lo poco que había hablado con él –al ser el mejor amigo de Eiji- me parecía un chico inteligente, listo y maduro y por supuesto se había ganado muchos puntos de admiración con eso de mandar a la mierda a Alex, aún no podía entender cómo había pasado, pero sí, cuando parecía que Sing sería uno más en la lista, fue el primer chico en toda la escuela en darle de patada en el culo a mi amigo, y de paso patearle el ego, desde entonces siempre que Alex se ponía muy hincha huevos podía sacarle en cara eso y dejarlo callado.

Tres mil millones de latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora