Capítulo 6

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Desde la cena, me sentía nervioso de volver a ver a Aslan. Lo cierto es que luego de su regalo en navidad cada vez que miraba la dichosa pulsera era inevitable pensar en él, lo cual en los últimos días pasaba con mucha frecuencia, considerando que la pulsera me había gustado tanto que la llevaba a diario colgando de mi muñeca, Sing por poco y revienta mi oído con su "¡¿Qué?!" al enterarse del detalle del regalo de mi noche de navidad, y no había parado de decir que eso era una "señal", claro que Sing ignoró olímpicamente el detalle que no hubo nada ni remotamente romántico en el momento en que Aslan me entregó el regalo, siguió mirándome como si quisiese ver mi rostro en el fondo de un pozo y yo seguía encontrándolo un pesado, así que… ¿un detalle romántico? ¡Já! Antes llegaba yo temprano a clases un día lunes…

Y precisamente era lunes, y me encontraba corriendo a toda prisa hacia la escuela, el primer día de clases luego del receso de navidad y para variar me había quedado dormido, luego de ingresar y por poco caer subiendo unas escaleras de manera frenética, logré alcanzar la entrada de mi sala, suspiré tratando de calmar mi respiración. Estaba por abrir la puerta cuando sentí unos pasos a mi derecha, me volteé a ver y distinguí al inspector caminando en mi dirección, seguido de un chico, no había que ser muy observador para captar que era… bueno, ya saben… hermosísimo, cabellos rubios, lisos, mirada potente y de un color vagamente familiar, el chico me observaba fijamente y la sensación de sentirme pequeño se intensificó, me quedé estático, aún con la mano en la puerta.

- Le ocurre algo señor Okumura? Nuevamente retrasado por lo que veo…

Que el inspector me conociera en un colegio con más de mil alumnos se debía única y exclusivamente al hecho que mis continuos retrasos me llevaban a visitar su oficina continuamente para poder entrar a clases.

- Sólo me retrasé un… poquito…- respondí bajito.

- Por esta vez lo perdonaré.- terció él.

Fue el inspector quien abrió la puerta y pasamos los tres, sin más me dirigí directamente a mi puesto junto a un Aslan que lucía realmente temible ese día, su ceño formando una intimidante línea en la mitad de su frente, apenas sus ojos se encontraron con los míos sentí escalofríos.

Si las miradas matasen yo estaría carbonizado…

Me senté tratando de calmar el temblor que invadió mis extremidades al ver la hosca manera de observarme de Aslan. ¿Esta vez qué había hecho? No lo había visto desde la semana de navidad ya que dos días después de la cena Aslan me había llamado para decirme escuetamente que no podría reunirse a hacer el trabajo hasta que volviésemos a clases, claramente yo no me oponía a eso, después de todo el librarme de la intimidante mirada de Aslan era un respiro.

Alcé la vista y vi como el chico nuevo miraba en mi dirección. ¿Qué tenía que los nuevos siempre la tomaban conmigo? Porque o yo estaba siendo muy paranoico o quizás ese chico era bizco, pero realmente parecía que me quería asesinar con su mirada… entre las miradas de Aslan y la de ese  seguramente que para el cambio de clases mi cabeza terminaría separada del cuerpo.

- Atención, clase.- nos llamó el profesor.- Tienen un nuevo compañero este trimestre…

Me percaté que muchos murmuraban mientras veían al recién llegado, algunos un poco envidiosos de lo increíblemente guapo que era el nuevo, no pasó desapercibido tampoco las miradas de otros sobre él, ya casi lo podía vislumbrar, ese chico tenía todo para ser de ese tipo que todos siguen y todos quieren ser sus amigos.

Tres mil millones de latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora