01; «Trabajo Facil»

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El castaño soltó un suspiro viendo aquellas carpetas llenas de papeles en su escritorio.

-¿Que mierda?-Miro a Cein, quien alzó sus hombros.

-Te va a interesar, además, es el caso se un cliente-Un "ah" por parte de Juan fue lo único que se escuchó en la habitación.

-¿A mí que mierda me importaría el caso de un cliente?, para eso está Rivers-Bufó, recostandose en su escritorio.

-Oye, es un caso especial

-¿De quién?

-Del Cuervo

-Mh...Déjame ver qué mierda quiere ahora el puto cuervo-Tomo las carpetas, sacando algunos papeles de estas.

El caso era algo simple: Se trataba de investigar sobre un atentado que había ocurrido en la gran mansión, el la cual, solo se encontraban compañeros de negocios del Cuervo.

¿Quienes habían estado en la mansión ese día?

El señor Auron, La señorita Lakshart, DequiV, Fargan, Paracetamor, Perita, Génesis, Jacky.

Juan, o, mejor dicho, el señor G, no había asistido esa vez a aquella reunión.

>-¿Tienes sospechosos?-Preguntó, viendo a su amigo.

-Si, Lio, Gen, Paracetamor y Jeck, los subordinados de Fargan

-Bien, ubicalos y me los traes, Roberto-Este asintió y se salió de la habitación.

Prendiendo el cigarrillo el pelinegro miró a sus objetivos, los cuatro parecían ser buenos amigos y sin duda eso hacía su misión más "buena" por el simple hecho de que verían como morirían uno tras uno bajo las manos de Juan

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Prendiendo el cigarrillo el pelinegro miró a sus objetivos, los cuatro parecían ser buenos amigos y sin duda eso hacía su misión más "buena" por el simple hecho de que verían como morirían uno tras uno bajo las manos de Juan.

Salió del callejón en donde se encontraba y empezó a seguirlos mientras botaba el humo que ya se adentraba a sus pulmones.

¿Un primer vistazo? Iban desarmados, parecían estropeados y algo golpeados, cosa que, en realidad, no era de su incumbencia.

Desabrochó el único botón de su saco, metiendo su mano a este para sacar su pistola y quitarle el seguro. Finalmente ellos tomaron la calle deshabitada qué tanto había estado esperando.

Sin siquiera titubear caminó aún más rápido hasta el punto de llegar, literalmente, tras el cuarteto. Con el mango del arma dio un fuerte golpe a la nuca del hombre que iba tras todos, este no tardó en caer desmayado al suelo, sin esperar mucho dio tres disparos los cuales fueron callados por el silenciador que tenía la boquilla de su arma. Los otros tres cayeron en seco al suelo tras recibir disparos en sus piernas.

En un suspiro soltó el humo del cigarrillo que fumaba mientras tomaba a los desmayados para subirlos en una camioneta negra que recién había llegado al lugar.

𝐃𝐎𝐌𝐀𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora