Jaló de mi cuello y me atrajo aún más hacia sus salados labios que ahora más que nunca me pedían. Fácilmente me dejé llevar, espero no sea de extrañar, me tiene domado, y eso es obvio.
Subí sobre sus piernas, apoyando mis rodillas a cada lado de las mismas, siguiendo con aquel beso pasional. Sus manos se apoyaron en mi débil y curvada cadera, atrayendome hacia él y haciendo que nuestros cuerpos estuvieran aún más cerca que antes.
Sentí como sus dedos apretaban mi cadera con fuerza, tanta fuerza que era seguro que me quedarán moretones, tanta fuerza... Qué lastima.
Solté un jadeo, que seguramente interpretaría de placer, pero en ese momento solo quería soltarme. Cierto, estoy siendo domado... Solo debo callarme.
Debía dejar de lado el puto hecho de que acabo de matar a una... ¿Mucama? Si, creo que era eso. Da igual, fue su culpa, me hizo enojar con su estúpido interrogatorio.
¿Que carajos le importa a ella de dónde saqué un arma?
Miré una vez más el cuerpo tirado en el piso y con una bala en la frente, si, a la próxima no deben dejar armas en la casa... Me encargué de tenerlas todas, porque ahora estoy listo.
Porque esto ya tuvo suficiente, y si alguien no lo hace, lo haré yo.
Escuché un jadeo de sorpresa tras mío, miré por el rabillo del ojo y me encontré a una chica de mechas rubias chillonas que me miró atónita.
— ¿¡Que coño hiciste, tío?!— preguntó alterada. Llevé el arma a su cabeza, colocando la boca de la misma en su frente y mi dedo anular cubrió mis labios.
— Shh... Despertarás al niño— sus labios se abrieron una y otra vez intentando formular una palabra, tal vez una oración, pero esta jamás salió.
En cambio, las gotas de sudor cayeron de su frente al suelo, dejándola totalmente expuesta. Estaba aterrada.
— No me mires así, querida. ¿Lo recuerdas? Yo soy el diablo... Y tú, desde ahora, eres mía—comenté divertido.
— Eres... Un... Un monstruo—susurró con ojos abiertos, mirándome con terror puro y los ojos cristalizados. Me encanta que me miren así.
— Lo sé, es encantador que me llamen así—contesté tranquilamente mientras bajaba el arma para pasar mi brazo por sus hombros— Dale, linda, no te hagas la sacada de onda. Vos sabés que yo soy Spreen, lo sabes desde un principio. ¿Que te sorprende ahora?—pregunté mientras la hacia caminar hacia el sótano.
— Que hasta ahora saques tu verdadera personalidad—contestó, solté una carcajada al escucharla.
— No te preocupes, necesitaba algo de tiempo, pero ahora, estoy listo, ¿No, chicos?—pregunté a los dos chicos sentados en un sillón color negro mientras jugaban frente a un televisor, ambos me miraron y a la chica entre mis brazos.
— ¡Paracetamol!—saludó Robleis con una sonrisa burlesca.
— No te sorprendas tanto, por algo son mis hombres, ¿No?—le susurré al oido a la más baja quien estaba a un solo segundo de echarse a llorar.
— ¡Dale, wacha, no pongas esa cara de mierda! Somos compañeros—se burló Carrera.
— ¿Que es lo que quieren de mi?
— Fácil, lindura. Tú buen manejo de armas
— ¿Que carajos?—murmuré viendo a mi alrededor, empezaba a oler a pólvora.
— ¿Qué?—preguntó Rivers a mi lado.
— ¿Hueles eso?
— Mhh... Si, huele a pólvora, ¿no?—contestó, la puerta se abrió violentamente mostrando a Cein con ojos aterrados. El se dirigió hacia nosotros y nos cargó a ambos, empezando a correr fuera de la mansión.
— ¡Oye! ¿¡Que carajos haces, Cein?!—cuestioné exaltado ante su repentino comportamiento.
— ¡Roberto, bájame, oye!—se quejó la de mechas rubias. Sin embargo, el pelinegro no contestó nuestros gritos y siguió corriendo, afuera estaba un carro en el cual nos lanzó y entró rápidamente para que arrancara. Tras nosotros otros dos carros más que iban a toda velocidad.
— ¡Oye, ¿¡Quieres responder que mierda está pasando?!—pregunté con enojo.
— ¡La mansión, todo eso, va a estallar!—contestó exaltado. Abrí los ojos aterrado y miré hacia la mansión la cual todavía no estaba demasiado lejos, segundos después el estallido hizo que mis oídos dolieran como la mierda.
— ¡Mie-...—sentí cómo el auto volaba y daba vueltas, ¿fuimos alcanzados por la onda de choque?
Miré a Rivers y Roberto con miedo, el último intentaba agarrarme y protegerme mientras su otro brazo cubría a Rivers bajo de él.
Sin embargo, mi cabeza chocó con algo duro y todo se volvió oscuro.