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Estaba tirado en su cama, mirando el techo blanco, las paredes negras y las luces que pronto harían doler su cabeza. Su cuerpo empezaba a ser consumido por el frío que aquella habitación daba, sus labios estaban resecos y su nariz tan fría y roja como la sangre que salía de sus muñecas rápidamente coloreando las sábanas blancas.
La puerta estaba cerrada con seguro, la llave estaba en su buró y las tabletas de pastillas yacían vacías a su lado.
Una vez más, Juan quería acabar con todo. Una vez más, fue cobarde. Una vez más, quería abandonar a todos. Una vez más, quería herir los sentimientos de sus hermanos. Una vez más, solo una vez más.
Seguían hablando, murmurando, susurrando, burlándose de el aquellas tontas cabezas a su alrededor.
"Eres un tonto, ¡¡Ya van dos veces en esta semana!! ¡¡JAJAJAJAJA!!"
"Y ninguna va a salir como tú quieres, como tú deseas! ¡JAJAJAJA!"
"¡TONTO!"
"¡TONTO!"
- c-.. cállense... y.. ya- susurró sin fuerzas en su voz.
Un fuerte disparo desde fuera de su habitación resonó, la manija de la puerta cayó al suelo y la puerta fue abierta de una patada.
Una vez más, ahí estaba él. Una vez más, Roberto llegó. Ahí estaba Roberto, una vez más, aferrándose a el.
- ¿Mi rey? M.. ¡mi rey!- se apresuró a correr hacia él, tomándolo entre brazos y corriendo hacia la enfermería.