Lo dije.
Los golpes no tardaron en llegar, Samantha golpeó a los chicos que los habían acompañado a aquella misión.
— ¿¡Porque no hicieron nada?! ¡¿Porque se quedaron parados esperando a que ellos murieran?! ¡¿PORQUE?! ¡¿¡PORQUE NO LOS SALVARON!?!— les gritó dándole un fuerte puñetazo a quien le había informado de la reciente muerte de su querida esposa y su cuñado.
— lo sentimos, de verdad lo sentimos tanto pero los señores n-no querían ser salvados... Ellos...— su voz se quebró y el carraspeó su garganta—H-hm... La señorita Abril nos entregó esto— dice, extendiéndole a Samantha dos cartas. Ella las toma y las examina, me tira una y yo logro atraparla en el aire.
«Hermano Mayor»
Era lo primero que se veía en la carta, solté un suspiro amargo dandome vuelta para ir a mi habitación. Una vez en ella cerré con seguro y me deslicé por la puerta hasta caer sentado en el suelo, mis manos temblaban tal gelatina y sentía el tic de mi ojo más fuerte que nunca.
Juan, querido hermano mayor.
Gracias por haber cuidado de mi, de nosotros, a pesar de solo tener diez años de edad. Gracias por darme comida todas las mañanas cuando era una nena y mamá se largaba a trabajar dejandonos solos. Gracias por haberme hecho conocer a la mujer de mi vida, sinceramente gracias a ti pude ser feliz.
Discúlpame, ya queríamos acabar con todo esto. Hablo por ambos, Drako y yo. Está era una misión suicida, lo sabíamos y por eso no llevábamos chalecos antibalas. Se que cuando estés leyendo esto seguramente yo ya estaré muerta, hermano mayor, te quiero.
¡Quisiera probar la deliciosa comida que preparabas cuando éramos niños!
Att; Abril Guarnizo.
Solté la carta de golpe y llevé ambas manos a mi boca, cubriendo los sollozos que amenazaban con salir. No quiero, no es cierto. «No, no es cierto.» pensé mientras las lágrimas mojaban la alfombra de mi habitación, estaba tirado con mi cabeza enterrada en mis piernas y mis brazos abrazados a las misma, ya no hay más.
Mi corazón roto al fin se había hecho trizas y ahora estaba esparcido en minúsculos pedazos por el mar que formaban las gotas saladas que salían de mis ojos, las lágrimas que me joden más que nada. Las lágrimas, detesto llorar, ¿Cuando olvidé eso? El llanto es algo de débiles, ¿Cuando he sido un débil?
Fue tu culpa.
Lo sé.
Fue tu culpa.