Él también estaba en ese jardín, entre todas las lindas flores el parecía ser la peor cuidada, la que estaba marchita y la que se le caían los pétalos. ¡necesitaban agua! ¡Busquen agua y salven a la pobre flor que está por morir!
— ¿Juan?— lo llama por su nombre, sin permiso se acerca a él tocando su hombro. En respuesta solo recibe una mirada, una mirada llena de vacío. Aquellos ojos cafés estaban llenos de tantos sentimientos que al final eran difíciles de distinguir. ¿Eran cafés? ¿O es que eran negros? Se preguntó.
— ¿hmm?— un suave susurro lo sacan de su mente la cual peleaba por descubrir el color de aquellos ojos ajenos que lo miraban sin nervio alguno.
— ¿Que haces... aquí?— la pregunta sale de sus labios tímidamente, siente que esa pregunta fue innecesaria y tonta. Preguntarle al dueño de todo esto, ¿que haces aquí? Oh, que gran idea.
— me gusta apreciar las flores— por más tonta que sonaba su pregunta el la respondió, sin burlas y con claridad.— ¿sabes? Siento que si no estuviera aquí sería alguien que estudiara la naturaleza... ¿cómo se llaman esos?— pregunta.
— botánicos— responde sin ser consiente de sus palabras las cuales salieron solas de su boca, regalándole una respuesta al castaño.
— si, eso..— se dejó caer sobre el pasto, soltando unas risas bajas.— ¿que tienes?— pregunta.
— no lo sé— responde, sintiéndose en un interrogatorio sin salida.
— supongo que eso es mejor que un “nada”— sus ojos azules y cafés se conectaron, dando el mejor choque de sus vidas.
— si.. supongo— susurra, resignándose a la idea de no rendirse ante aquellos orbes cafés que parecen controlarlo cada vez más.
— mira— el castaño deja en medio de ambos una canasta semillas, más específicos, una canasta de semillas de girasol.
Una canasta, que puede simbolizar la delgada línea que a ambos los separa. Los girasoles, que simbolizan aquel sentimiento que empieza a ser plantado en el pecho de ambos. ¿Aquel sentimiento que seguirá creciendo? ¿aquel sentimiento que florecerá? ¿Aquel sentimiento que algún día se marchitará?.
— ¿Las plantarás?— le pregunta al castaño quién asiente con su cabeza.
— si, aunque me lleve un tiempo quiero plantarlas todas aquí y que en el jardín estén mis flores favoritas
— oh, genial— le regaló una sonrisa, que sin darse cuenta, calentó el corazón de Juan.
— s.. ujum— el castaño asintió levemente dándole la espalda al de ojos azules, retirando la canasta de enmedio y empezando a plantar aquellas semillas.
— ¿Quieres... que te ayude?
— si puedes, claro— Juan le extendió una pequeña bolsa llena de semillas y ambos empezaron a plantarlas en un silencio. ¿Conocen los silencios incómodos que se generan? Pues este NO era uno de esos, el silencio era de lo más cómodo, ambos se sentían bien con la presencia del otro, por fin, ambos pudieron ver aquel lado del otro. El lado de Juan, ese lado en el que no se veía como lo pintaban, en el que parecía ser alguien tan silencioso y pequeño. Ese lado de Iván, el cual era bondadoso y amable. Ambos descubrieron algo que generó curiosidad por el otro, ese algo, sus lindas perdiciones.
Estaba intentando escribir +18, pero eso no es lo mío.
Lo siento.