27; «Presa»

179 15 1
                                    

— entonces

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— entonces... Ari, Drako y Zorman ya están fuera de la lista... ¡Está es mi oportunidad!— dijo con emoción el bicolor.

— espero estés listo para un rotundo rechazo— murmuró el de mechón.

— ¡Calla!— bramó y señaló a uno de sus subornidados— tráeme un maldito teléfono ahora— ordena, sin otra opción el señalado simplemente corre en busca de aquel teléfono. Minutos después llega con el objeto, entregandolo al menor quien rápidamente marca al número registrado en la pequeña libreta. Tres timbres sonaron hasta que la llamada fue atendida. Una seca y seria voz con amargura lo recibió.

¿Quien llama?

— necesito hablar con tu jefe— dice a quien estaba del otro lado de la línea.

Mmm... ¿Sobre qué?

— algo que no debería importarte porque eres un simple lame botas— murmura con enojo.

Oh...

— si, si, lo que sea, comunícame con Guarnizo, ahora.

No hablaras con mi jefe, maldito desgraciado. ¿Quien coño te crees para hablarme de esa manera? Deberías aprender a respetar a un superior.

— ¿¡Quieres callarte?! ¡Dije pásame a Guarnizo! ¡No me interesa hablar con el segundo al mando, tu no eres nadie!— bramó.

Jodete, Axozer. Mi jefe no hablará contigo porque ya se que es lo que quieres; ¡Una alianza! ¿¡No es así?! ¡Jodete! ¡Por más débiles que estemos preferimos morir antes que unir lazos contigo!

— ¿¡Crees que eso me importa?! ¡Tú opinion es un puro cero a la izquierda!

¡Para ti! ¡¿Sabes lo que significa mi opinión en cientos de contextos?! ¡Si quiero, mando a qué te maten, te metan en bolsas negras y te envíen a tu maldito novio! ¿¡Crees que me importaría asesinarte solo porque eres un niño de diesisiete años?! ¡¡Jodete, mierda!!

Antes de que el bicolor pudiera abrir su boca para reclamar y regalar un poema lleno de blasfemias, la llamada se cortó rápidamente. Una vena apareció en su sien antes de reventar el teléfono contra la mesa.

— uh... Te lo dije— murmuró en burla el otro frente a el.

— ¡Cállate! ¡ESE MALDITO DESEARÁ NO HABER NACIDO!— bramó mientras se levantaba violentamente, empujando la silla en la que estaba y haciendola caer al suelo.

— hmm..~— río silenciosamente el de mechón antes de verlo abandonar el lugar, una sonrisa de burla se apoderó de sus labios.

Se levantó y caminó hacia la salida del lugar, el suelo de madera rechinana ante todos y cada uno de sus pasos, al salir subió a su auto y empezó a conducir hacia la casa de su aliada. Las grandes rejas que rodeaban en recinto al ver su carro cerca rápidamente se abrieron dándole luz verde, sin saber que un caos se desataría por culpa de su confianza.

 Las grandes rejas que rodeaban en recinto al ver su carro cerca rápidamente se abrieron dándole luz verde, sin saber que un caos se desataría por culpa de su confianza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras su mente se encontraba hecha un diluvio. ¿Cómo lo había encontrado?

Intentaba correr pero el disparo en su rodilla y el dolor que generaba cada que su pie se apoyaba en el suelo era suficiente para dejarlo sin fuerzas, gimió de dolor mientras se apoyaba en la pared. Quitando en seguro de su arma y verificando que hubieran más de tres balas, siguió su camino hacia la salida del lugar, aunque eso sería un reto. Después de todo, es mejor quedarse en su casa, que el mismo conoce y quiénes le atacan no.

Pero el es terco.

Y hará lo que la desesperación le ordene.

— Cuervo~— un llamado dulce por parte de aquel chico de ojos miel hace que un escalofrío recorra su columna vertebral y sus músculos se tensen con miedo. ¡Debía escapar!

Con desespero intento moverse rápidamente por los pasillos, pero su rodilla lastimada, una vez más, se lo impedía.

Sintió la desesperación recorrer su cuerpo, ¿Era así que se sentían sus presas cuando el era el cazador? Los papeles se habían invertido y ahora quien sufría era él. El sudor corría por su frente cayendo en el suelo alfombrado combinándose con la sangre que goteaba de su cabeza, rodilla y hombro.

— ¡Ven aquí!— la voz sonaba peligrosamente cerca, el lo sabía y aún así quería escapar. Su fin se acercaba.

Dando un último jadeo colocó el arma en su sien dispuesto a volarse la cabeza, pero una risa y un golpe en su nuca no le permitieron acabar con su vida.

— estás equivocado— el castaño tomó el arma y le puso el seguro— tu vas a pagar, no te mataré— murmuró siniestramente, el pelinegro no pudo evitar soltar lágrimas antes de caer ante el desmayo.

¿Que era peor que la muerte?

Una larga tortura, y eso Juan lo sabía.

Así que arrastrando el cuerpo de aquel pelinegro hasta la salida lo entregó a uno de sus subordinados.

— llévalo a la cede, Rivers está esperándolo— ordena.

— llévalo a la cede, Rivers está esperándolo— ordena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐃𝐎𝐌𝐀𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora