Larara~ rara~ ra~
— h-hm..— estoy llorando, en realidad no sé porque. Mi mente se mantiene neutra pensando estupideces mientras mis ojos no dudan en soltar todas las gotas saladas.
Que estupidez.
Déjame.
Eres jodidamente bipolar, tipo, estás llorando pero tu mente está pensando en como te foll-
¿Quieres callarte? Gracias, gracias.
Retomando mi narración.
Desde hace tiempo estoy llorando, creo que media hora o algo así, en realidad mi cuerpo reacciona por si solo y no duda en dejar salir las lágrimas mientras mi mente está en otra órbita.
No permito que me ignores, cobarde.
Shh~ cállate un rato y déjame seguir narrando.
¡Jodete!
Mi mente se nubla, casi todo el tiempo me pasa eso. No sé cómo describirlo, es como si me desconectase y otra persona totalmente diferente tomara mi lugar. Digo, ¿De verdad creen que soy tan cruel? Cuando me di cuenta de esto fue cuando maté a mamá, cuando ella alzó aquel cuchillo mi vista se nubló y luego no recuerdo más que verla tirada en el suelo junto a un charco de sangre.
•••
— ¡Hazme caso, carajo! ¡Te he dicho mil veces, no quiero que sigas consumiendo esa porquería!— me gritó molesta mientras me jalaba de mi suéter.
— y yo te he dicho que no te metas en mi vida, yo se lo que hago y a lo que voy— discutí con indiferencia.
— ¡¡No te lo permito!! ¡Soy tu madre, maldita sea, tu madre! ¡¿Crees que quiero un drogadicto en mi casa?! ¡¿Que pasa si les pasas el vicio a tus hermanos?! ¡Se responsable!— ah.. ella es quien me reclama. “Se responsable” dijo, como si ella fue quien se hizo cargo de nosotros todos estos años. ¿Acaso cree que soy tan estúpido de creerme su cuento de trabajo? ¡Yo sé que la muy estúpida solo se larga a los bares a emborracharse y acostarse con cinco tipos diferentes! ¡¿Me cree imbécil?!
— madre, está no es tu casa porque sería tuya si tú pagarás los gastos y déjame decirte, por si no te has dado cuenta, los pago YO. ¿mis hermanos? ¿Crees que van a seguir el ejemplo de alguien tan inútil como yo? ¡Los he criado bien, cosa que TU no hiciste! ¿¡Que carajos nos diste?! ¡Solo desgracias!— confronté mientras apoyaba mis manos en sus muñecas, apretandolas— ¡No eres nadie para reclamarme! ¡¿Quien te crees?!
— ¡SOY TU MADRE! ¡AUNQUE NO LO QUIERAS! ¡YO FUÍ QUIEN TE DIÓ A LUZ!— me gritó ella pateando una de las sillas del comedor, fruncí mi entrecejo con molestia. ¿Acaso no sabe que esa silla cuesta más que su culo?