Llevaba horas intentando calmarse, pero, por más que pudiera simplemente era imposible, los sollozos salían de su boca junto a hipidos que molestaban a aquella persona.
- cállate- le pedía.
¿Cómo era capaz? ¿Cómo no ayudaba a aquel pequeño niño a calmarse?
- ¡Cállate, por Dios!- la mujer se veía cansada, sus ojeras eran notorias y tenía su ceño fruncido con molestia.
¿Que le podía decir? ¿Que no quería callarse? ¿Que no podía?
- ¡L-lo siento, m-ma!- Lloriqueo.
-¡Eres un llorón! ¡Ya cállate!- se sobresalto cuando la mujer alzó su mano frente a el. -ah... como sea, ve rápido a hacer el desayuno- ordenó alejándose de él.
Juan tomo una bocanada de aire y se levantó, mirándose en el espejo para luego poner sus manos en su cara, secando sus lágrimas para caminar hacia la habitación de sus hermanos.
Llevo su mano a la alarma la cual estaba a un segundo de sonar, entonces apagó está y se acercó a las cortinas.
- ¡A despertar, perdedores!- dió un leve grito mientras tomaba las mantas que cubrían los pequeños cuerpos de sus hermanos.
- ¡Maldita sea, Guarnizo, déjame dormir!- se quejó el de ojos cafés.
- ¡A despertar, Budcattito!- lo llamo por aquel apodo que el menor odiaba.
- ¡Ahk! ¡Ya cállate!- con molestia le gritó.
- buenos días- Abril se colocó sus pantuflas y entró al baño que estaba en la habitación.
- Abril, lo despiertas- ordenó Juan saliendo de la habitación, era claro que su hermano, Drako, se quedaría dormido y no bajaría a tiempo a desayunar.
- ¡Te dije que cocinaras! ¿¡Que mierda hacías?! ¡Por tu culpa me iré sin comer!- Juan miro a su madre quien fruncía su ceño con molestia.
- lo siento, mamá, estaba despertando a Drako y Abril- miro hacía abajo.
- ya da igual, Guarnizo- dijo sin ganas mientras salía de la casa.
"Tengo doce años, tengo doce años, tengo doce años..."- se susurró a si mismo el castaño mientras se acercaba a la estufa y encendia esta para empezar a cocinar el desayuno de sus hermanos.