1: Un simple humano

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Un tiempo atrás...

El sonar de la alarma del cuarto que sigue manteniendo la puerta cerrada lo hace suspirar, vierte agua caliente en la taza que se encontraba vacía y espera paciente, dando trago a su bebida que está a poco de terminar. Es rutinario, sí, pero no le molesta pues en esa pequeña rutina incluso hay cambios que espera ver con entusiasmo.

La puerta se abre y sonríe de lado a su compañero de piso, quien también es su hermano mayor; el cabello aplastado del lado derecho delata en que posición ha dormido, el que no tenga las gafas puestas deja en claro que no las ha dejado en donde deben de ir y la sudadera blanca con la etiqueta al frente demuestra que ya estaba más dormido que despierto cuando se preparó para ir a la cama. Duda mucho que haya tomado un baño.

Su hermano no luce para nada como él, no comparten ningún aspecto físico en lo absoluto, ni siquiera su alta estatura es comparable, pero han crecido al lado del otro desde muy pequeños. Llamarlo medio hermano sería un error, pues no comparten ni padre ni madre.

— Te pusiste el pijama al revés —Comenta con una sonrisa. Su hermano suelta un gruñido bajo, retirándose la parte superior del pijama ahí mismo, revelando los anchos hombros y marcado abdomen, un pecho amplio y vello corporal, mucho—. Qué asco.

— Envidioso.

— ¿De tus pelos? Ni loco.

Iida suelta un gran bostezo, estira los brazos hacia arriba y ve hacia el reloj que descansa sobre el umbral de la ventana que da hacia la cocina tras suya, ¿estará midiendo el tiempo que tiene para hacer todo lo que debe de hacer? Seguramente sí.

La vida hizo muchas cosas trágicas para que ellos fueran hermanos, pues primero hizo que su papá se quedará con él cuando su mamá murió, mientras que en el caso de su hermano fue el padre de éste quien falleció.

Sus padres trabajaban en la misma empresa y al coincidir en muchos eventos, poco a poco se fueron acercando. Hablaron por mucho tiempo durante los días, tardes y noches; luego de tantos amigables desayunos, ricas comidas e intimas cenas se enamoraron, se sanaron mutuamente de forma lenta y amable, con cuidados y mimos. Tiempo después los presentaron y ellos se volvieron mejores amigos en un parpadeo, luego empezaron a llamarse hermanos sin que nadie los forzara, simplemente creyeron que era lo más propio al ver que sus padres ya portaban lindos anillos.

— Buenos días —saluda con una sonrisa radiante, mientras ve a su hermano colocarse las gafas, las cuales ha encontrado arriba de la barra que divide la cocina del comedor y la sala de estar—, ¿dormiste bien?

— Define bien.

— ¿Dormiste tus ocho horas? —su hermano niega en respuesta— ¿Siete al menos?

— Tres —Niega con la cabeza ante eso, su hermano se alza se hombros y él sonríe de lado al verlo acercarse y tomar asiento frente suyo, todavía posee una lagaña en el rabillo del ojo derecho—. Mi jefe me pidió corregir a última hora los datos de un par de hojas, dijo que la información estaba algo inconclusa y los cálculos hechos tenían fallas, así que, tuve que hacerlo casi todo de nuevo.

— Debiste parar.

— Debí haberte pedido ayuda con lo teórico, pude haber terminado más rápido —Mira con atención la forma en que su hermano se prepara el café, dos cucharadas de azúcar y una de café, el amargo e intenso aroma llenando pronto la habitación—. ¿Hasta qué hora estuviste fuera?

— Hm, hasta la una y media, llegue aquí a las dos —Finaliza la bebida con un largo trago, la calidez deslizándose por su garganta hasta caer en su vientre—. Tuve que quedarme a guardar las consolas de sonido porque ya se hacía demasiado tarde para mi compañero; vive en un barrio peligroso.

No Me Sueltes (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora