24: Constancia

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Bakugo toma del armario una camisa de vestir negra con cuello blanco, también se hace con un pantalón de mezclilla oscuro poco ajustado. Da un paso atrás, cierra ambas puertas de delgada madera y al darse la vuelta, frena al dar con Kirishima, quien se encuentra de cuclillas viendo las diversas cajas de discos.

— Así que de aquí venía —el pelirrojo extiende la mano y toma los grandes audífonos—, ¿no te preocupa reventarte un tímpano? Escuchó al cantante a la perfección.

— Deja ahí —Pide soltando un suspiro, echándose las ropas al hombro para bajar y comenzar a levantar los discos, debe guardarlos.

— ¿Los has tomado de la disquera de Shinso?

— ¿Perdón?

— Es que, bueno, varios discos los vi cuando...

— Son míos —Aclara antes de que Eijiro sea capaz de terminar lo que estaba por decir, pues no le gusta recordar ese momento—. Al igual que los instrumentos, suelo dejar esto con Shinso —Al tener suficientes en mano, se endereza y coloca sobre el buró, teniendo cuidado de no tirarlos.

— Entonces, los de las cajas...

— Puedes quedártelos —murmura, notando que Eijiro ahora se encuentra a su lado y acomoda otra pila de discos al lado de la que él ha dejado—, no hay problema.

— No escuché las canciones —dice el pelirrojo, copiando el volumen de voz que él ha empleado—, solo leí lo que remarcaste —No sabe cuántas veces lo ha hecho, pero vuelve a estar agradecido de no poderse sonrojar—. Circles fue mi menos favorita.

— Fue la antepenúltima caja, ¿cierto?

— Sí, la penúltima fue Maps —Kirishima vuelve a bajar por más discos y él voltea a verlo, su mirada atenta en la delicadeza que usa el pelirrojo—. Fue por esa que empecé a ver las demás.

— ¿Viste la última?

— No —la negativa respuesta viene acompañada por una suave negación de cabeza—; esa iba a escucharla, pero le marqué a Mina.

— Hm —gira lentamente, cruzándose de brazos sin perder de vista al chico—. ¿Fue en esa llamada que te aclaró todo?

— Solo lo de la apuesta, nada más —Explica Eijiro rápidamente, volteándolo a ver con un suave sonrojo en las mejillas—. Lo demás lo he escuchado a hurtadillas.

— Sí, ya lo dijiste —suspira, descruzándose de brazos y se coloca de cuclillas, levantando discos igual que Eijiro—. ¿Quieres escucharla? —Pregunta en susurro, su mirada en el disco que tiene en mano.

— ¿Perdón?

— Nada. Olvídalo.

— ¡No! ¡Espera! —Eijiro lo sujeta de la muñeca derecha, evitando así que se aleje, como hizo hace rato—. Sí quiero. Quiero escucharla, pero ¿vamos a ir hasta mi apartamento por el disco?

— No es necesario —Voltea a ver hacia el closet, se pone lentamente de pie y espera paciente a que Eijiro lo suelte, cosa que solo pasa cuando carraspea la garganta y tira con suavidad—. Gracias.

— Esto es ridículo.

Murmura Eijiro volviendo el rostro hacia el suelo, pero él ha visto ese sonrojo y puede seguir viéndolo ya que ha escalado hasta las orejas del pelirrojo. Está seguro que el Beggars se refiere a que la situación es ridícula, pues hace unos meses el contacto hubiera sido más prolongado y ninguno de los dos se hubiera sentido tan avergonzados como se sienten ahora.

No Me Sueltes (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora