II - Escalofríos

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     -Bianca - dijo una voz muerta desde la ligeramente abierta puerta. - Mi mamá manda a preguntar si quieres cenar o solo comer algo.

     Catalina era la hermana pequeña de Bianca. Tan sólo dos años más joven que su hermana era visualmente mayor, bajo tres capas de delineador liquido se escondían sus hermosos ojos color avellana y su escultural cuerpo estaba forrado en mini faldas y blusas cortas. Tenía un estilo ligeramente gótico y oscuro, acompañado por prendas ajustadas, que enseñaran la mayor cantidad de piel y ajustados para resaltar sus atributos naturales. A pesar de su extraña elección de colores, Catalina era igual de exitosa con los hombres que su hermana, también tenía un novio y un pequeño séquito, todo esto a escala de bachillerato. Ella estaba constantemente luchando por llamar la atención igual o más que su hermana, por esto había prendido fuego a laboratorio de ciencias, robado innumerable veces bebidas del bar de su padre, cortado la cola de caballo de Daniela Zuluaga y echado tintura negra en la piscina de su casa.

     Eran incontables las veces en las que Bianca había superado a su hermana menor, e igual de innumerables las veces que esta había hecho una rabieta o un desastre después de esto. A pesar de todo esto, Catalina tenía un corazón dulce y un gran ingenio, era la primera en su clase y una de las nominadas para una beca al terminar bachillerato.

     -Dile que voy a comer fruta. - respondió Bianca quitándose un audífono y abriendo ligeramente los ojos. Cero carbohidratos después de las cinco de la tarde, solo fruta y verduras.

     Mientras se levantaba de su cama para bajar a comer sintió un leve escalofrío, miró hacia la ventana y la vio abierta de par en par. Curioso, ella siempre cierra todas las puertas, ventanas y cortinas cuando practica. Las quejas de vecinos no eran una opción. Se acercó a esta y trató de cerrarla, pero algo bloqueaba la bisagra, un pequeño cilindro metálico. Trató de quitarlo, y tras varios intentos lo logró, cerró la ventana de un tirón y se dirigió al comedor.

     -Cariño ¿Cómo estuvo tu día? - preguntó su madre.

     -Nada nuevo, pero vi un hermoso par de botas cuando pasé por el centro comercial esta mañana - le respondió Bianca.

     -Supongo que puedes tenerlas, has estado trabajando muy duro en tus estudios últimamente. No sales de tu habitación - le dijo su padre

     Bianca soltó una sonrisa de primer puesto y siguió disfrutando de su plato de fresas, frambuesas y moras. No había entregado ni un sólo trabajo en todo el semestre, pero si había dado la impresión de estudiar a sus padres, eso era lo que importaba. Se levantó para servirse un poco de jugo, levantó la jarra y un intenso calambre recorrió todo su cuerpo, empezando por el brazo que sostenía la jarra y terminando en las puntas de los dedos de sus pies.

     Dejó caer la jarra que estalló en mil pedazos cuando tocó el suelo, todo el jugo se esparció en la mesa y el piso. Toda la familia se exaltó con el estruendo y Bianca quedó congelada después del horrible choque de corriente que recorrió su cuerpo.

     -¿Bianca?- preguntó alarmada su madre- ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?

     -¡Bianca!- gritó su padre al ver que ella no se movía o respondía - ¡¿Qué te pasa?!

     -¿Qué? -respondió su hija saliendo del trance en el que estaba.

     -¿Qué pasó? - le preguntó Catalina tratado de disimular la preocupación.

     -¿Qué? - dijo fingiendo que no entendía a que se refería - Nada, no pasa nada. Solo se me resbaló el jugo, le diré a alguna de las empleadas que limpie.

     Bianca se levantó de la mesa, se dirigió a la cocina para ir a buscar a alguien que limpiara, cerró la puerta y soltó el aliento que había estado conteniendo. Tomó su brazo y palpó la zona que más había dolido durante el corrientazo, estaba roja. No era la primera vez que pasaba esto. Podría estar desarrollando brazo de tenista, también común en violinistas y jugadores de golf. Podía impedirle seguir tocando e incluso significaba cirugía si no recibía tratamiento de inmediato, pero los últimos meses había decidido ignorarlo las innumerables veces que había sucedido.

     No podía darse el lujo de perder su violín, sus padres se lo quitarían y ya no habría escapatoria de la realidad, no habrían sentimientos o sensaciones, no le quedaría nada. Tomó una compresa fría y se la puso en el codo mientras golpeaba en la puerta principal del pequeño apartamento de servicio, salió Rosa en pijama.

     -¿Qué pasa niña? -le preguntó con ojos cansados.

     -Se regó una jarra de jugo ¿Podría limpiarlo? - le respondió ocultando la compresa.

     -¿Qué tiene ahí?- dijo señalando lo que escondía tras su codo.

     -Nada ¿Puede hacerlo? - espetó la joven.

     -Si señorita - le respondió.

     La cena siguió, aunque notablemente más silenciosa, se escuchaban sólo los sonidos de los cubiertos contra los platos y de los vasos siendo levantados o dejados en la mesa. Todos se levantaron al terminar y se fueron a sus habitaciones. Bianca fue directo a el baño y buscó entre sus estantes su pequeño frasco que había conseguido hace no mucho de Tramadol, Julieta lo había encontrado en el mercado negro para calmar el dolor de sus calambres. Tomó dos cápsulas, las pasó con agua y se fue a dormir.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora