XVI - Noche De Iniciación

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El reloj marcó las nueve y treinta y cuatro. Bianca llevaba manejando casi dos horas y hasta ahora iba en la mitad. Después de una conversación de quince minutos con su madre, logró que la única testigo de la desaparición del dinero también desapareciera, no se necesitaba mucho para ser despedido en esa casa. Esto ya no ocupaba su mente, lo que la preocupaba era la constante falta de civilización, entre más lejos estaba menos personas habían. Parecía ser que la ciudad era el único lugar poblado de todo el país, obviamente esto era imposible. Más el río se sentía como tierra virgen, desconocida por la humanidad.

Luego de cuarenta y cinco minutos, gotas de agua azotaban el parabrisas con ira y violencia, esperando detener el paso del carro. Bianca giró la manecilla que activaba el limpia brisas y dejó que este se encargara del agua. Lo único que se podía ver eran los dos metros que alumbraban las linternas y las gotas iluminadas por las mismas. Lo que hubiera más allá de esa distancia estaba completamente a la imaginación del conductor y a la suerte de lo que se atravesara.

A las once y treinta y nueve la luz del carro encontró su camino hasta el puente que atravesaba la fuente de agua. Bianca revisó su celular y vio que la señal no era suficiente para hacer una llamada, ni siquiera de emergencia. Tomó una bocanada de aire, cogió la maleta y abrió la puerta del carro. Una fuerte y gélida ráfaga de viento golpeó su cara y el resto de su cuerpo, haciendo que su pelo se izara como una bandera con el movimiento de la corriente. El suave sonido que hacía la corriente de agua era perturbadoramente arruyador. Se acercó al puente y dejó la maleta en el suelo; su peso y el frío habían entumecido sus dedos, no era como si alguien lo fuera a coger.

Pasó un par de minutos con la sola distracción de los pálpitos de su corazón retumbando en sus oídos, haciendo que el segundero se viera aún más lento. Su mirada estaba fija en el piso, podía ver un poco gracias a la luz que daba la luna que se alzaba en el cielo. La inmensidad de sus pensamientos estaban cubiertos por las sombras que la rodeaban, estaba literalmente parada entre las sombras. Y estas eran parte de ella, o mejor aún, ella era parte de estas.

Una suave pero violenta masa fue directamente hacía su boca, cubriendo también su nariz, haciéndole imposible respirar cualquier cosa diferente que lo que estaba en esta. Bianca trató de mover sus brazos pero estos estaban aprisionados por otras dos extremidades, las cuales sostenían aquello que no la dejaba respirar correctamente. Su rodillas se doblaron en un intento automático de escapar, pero fue imposible salir del agarre. Su respiración se hacía cada vez más rápida e interrumpida, al mismo tiempo las oscuras imágenes a su alrededor se difuminaban. Todo lo que la rodeaba ahora parecía una gran masa oscura, de la cual no podía distinguir nada. A excepción de una figura ligeramente más colorida y clara, la cual estaba cerca a su cara pero se escondía en la nublada situación.

Maldita sea. La Bestia no quería dinero, la quería a ella cómo recompensa. Maldita sea.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora