Estaba increíblemente oscuro, Bianca no se hubiera podido ver las manos aunque hubieran estado desatadas. El frío piso de baldosa rozaba su piel en la parte baja de su espalda y la cuerda fuertemente atada restringían sus brazos y piernas, había un inmenso silencio que cubría todas las paredes y rincones. La cortina de una de las ventanas se fue abriendo poco a poco dejando entrar la poca, pero agradecida luz de la luna que bañó todo el espacio en donde estaba, era su viejo laboratorio de ciencias, el de su colegio. Estaba organizado exactamente como lo recordaba cuando en tercer año de secundaria habían diseccionado un sapo, había una pequeña bandeja en una de las mesas y estaba completamente equipada con bisturíes, pinzas, guantes y retractores.
Al fondo del laboratorio se podía ver una grande e imponente sombra, con dos pequeños ojos oscuros que chispeaban gracias a la luz de la luna, mirándola fijamente.
-¿Hola?- preguntó con un pequeño temblor en su voz. Pero nadie respondió - ¿Hay alguien ahí?- volvió a preguntar y lo único que se escuchó fue una oscura y grave risa, que pintaba las paredes de negro, sofocaba la poca luz y absorbía toda la vida alrededor. - ¿Quién está ahí?
Se siguió escuchando la grave risa y la sombra poco a poco se fue acercando a ella. Un hombre alto y ligeramente musculoso se escondía bajo una sudadera negra con capucha que le cubrían la cara. Sólo se podían ver sus ojos y una venenosa sonrisa en el hoyo negro que había donde era su cara.
-¡¿Qué quieres?!- le gritó Bianca. El hombre abrió su boca y se pudo oír gritos de auxilio de mujeres, seguidos por llanto y sollozos -¡¿Qué te pasa?!
El hombre giró y tomó una pequeña jeringa que estaba en la bandeja sobre la mesa, le dio pequeños golpes para que las burbujas de aire subieran y dejó salir un pequeño chorro de la sustancia que contenía. Se acercó poco a poco a Bianca y levantó levemente su camiseta, sólo lo suficiente como para ver dos de sus costillas, e inyectó el líquido de a pocos por toda la zona.-¡No! ¡Aléjate! ¡Suéltame!- le gritaba Bianca.
El hombre terminó lo que había en la jeringa, palpó la zona y esperó la reacción de Bianca. Nada, no sentía nada, la jeringa tenía anestesia. Una horrible sonrisa apreció en la cara del hombre, él se levantó y dejó la jeringa en la bandeja. Sus manos corrieron por un segundo sobre los instrumentos restantes hasta que pararon sobre el bisturí, lo levantó, observó cuidadosamente y dejó de vuelta en la bandeja, tomó dos guantes y se los puso. Ella soltó la respiración al ver que no estaba tomando el bisturí, y el notó su alivio, así que volvió a levantar el objeto cortante con una sonrisa y lo hizo bailar entre sus dedos.
Avanzó hacia ella con el pequeño cuchillo y lo acercó a la parte adormecida, cortó la piel entre dos costillas de Bianca. Se escuchó el agudo y atormentado grito de ella, podría no sentir nada pero la torturaba ver eso, los gritos eran seguidos por la esperanza de que alguien en ese miserable colegio la escuchara, quien fuera, alguien que le quitara a ese asqueroso hombre de encima, la llevara a un hospital y la cuidara hasta que sus padres llegaran, pero no hubo nadie. Estaba sola, con un maniático abriéndole el cuerpo, y sus gritos y sollozos para acompañarla, pero completamente sola.
-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!- Era lo único que le decía entre lagrimas, era un grito de piedad, de auxilio -¡Por favor!
Se levantó con las manos llenas de la sangre de Bianca, dejó el bisturí de vuelta en la bandeja e inspeccionó los otros instrumentos, y tomó uno. Parecían dos pinzas grandes, ella había usado unas parecidas cuando disecó la rana, para mantenerla abierta y poder ver lo que hacia, era un retractor. El hombre se acercó a ella con esto y lo puso en su herida, justo entre las dos costillas, y empezó a mover la pequeña manivela que tenía abajo, para que este se empezara abrir; poco a poco haciendo presión contra sus costillas, mientras nuestra pobre Bianca lloraba y gritaba para que él se detuviera, pero nada de esto cambió lo que pasó a continuación.
La costilla superior de Bianca hizo un ruido sordo, y ella sintió el punzante e insoportable dolor en su pecho, que se esparcía por todo su cuerpo como la sangre que derramaba por la herida, su costilla estaba rota, pero el hombre seguía dándole vueltas a la pequeña manivela. El retractor seguía abriéndose hasta encontrar la siguiente costilla, que estaba ligeramente más cubierta de carne y empezó a hacerle presión. Bianca sentía no solo como el retractor abría sus costillas, si no también su herida, haciendo que la cantidad de sangre que emanaba de su cuerpo aumentara hasta ser peligrosa la pérdida, haciendo que su corazón se esforzara más para darle oxígeno a su cuerpo.
La siguiente costilla reventó, enviando el dolor por toda la espina dorsal y haciendo salir otro galón de sangre de su cuerpo, y lo único que se veía en la cara del hombre era alegría, alegría pura del dolor de Bianca. Ella seguía gritando, llorando y pidiendo ayuda, pero las formas ya eran borrosas y los sonidos distantes. Después de la segunda costilla el hombre se detuvo, sacó el retractor de su cuerpo, limpió un poco la sangre que se había regado en el piso con un trapo y fue hacia la bandeja de nuevo, dejó el retractor a un lado y tomó el bisturí nuevamente.
Se acercó a ella lentamente, mirándola como una presa y tomando el bisturí como arma. En un movimiento rápido la cuchilla entró y salió de su cuerpo hiriéndola y haciendo emanar más sangre de sus heridas, haciendo el dolor más fuerte y sobre todo haciéndola gritar y llorar más duro. Volvió a apuñalarla, con una asquerosa sonrisa en los labios, que se desvanecía poco a poco con cada grito de Bianca.
-¡Se supone que duele!- le gritó, y la voz era extrañamente familiar-¡No puedo disfrutarlo si no dejas de llorar!
Bianca se quedó callada por unos segundos e identificó la voz, era de Lucas. De pronto la imagen del hombre se hizo más clara, los ojos se volvieron marrones, y los espacios oscuros se iluminaron mostrando un cara completa, la cara de su novio. Era Lucas, ese maldito hijo de perra la estaba matando, y si que dolía.
-¡No! ¡No! ¡No! ¡No! - seguía gritando Bianca, tratando de desamarrar sus manos para poder defenderse- ¡No! ¡No! ¡No!
-¡Tú me dices que no! ¡Pero tu cuerpo me dice que si!- Le gritó de vuelta.
Entonces las imágenes volvieron a ser borrosas y los sonidos distantes, cada vez con menos sangre y menos fuerza para defenderse. Hasta que dejó de luchar, y los ataques ya no dolían tanto, la sangre regada ya no importaba, la atadura en sus manos no estaba tan fuerte y sus pulsaciones ya no eran importantes. Entonces Bianca Vega De Paula murió, dejando atrás un mundo que la había odiado, amado y creado.
Y la oscuridad tomó su lugar, abrazándola invitándola a ser parte del universo, a que jugaran juntos por el resto de la eternidad, pasando los años como si fueran segundos y llenando de color los sueños de otros. Y vio a toda su familia, que la extrañaría, y vio a sus amigos que la recordarían todos los días, vio a sus "enemigos" que se alegrarían por su muerte y finalmente vio a su asesino. Como sus ojos se llenaban de orgullo por su hermoso trabajo, hecho en el lienzo que era su cuerpo, como sus manos palpaban su obra, como de sus labios florecía una gigantesca sonrisa por haber acabado el trabajo. Y se escuchó a lo lejos - Gracias por hacerme sentir como un hombre.
Bianca sintió odio puro, hirviendo en su interior, carcomiendo su alma y llenándola de oscuridad. ¿Hacerlo sentir como un hombre? ¿Qué clase de pervertido necesitaba matar a una mujer para sentirse como un hombre? Era asqueroso, era inhumano y ella se iba a vengar. No sabia como pero no iba a dejar que un asqueroso animal con un bisturí la dejara así.
Entonces Bianca se despertó, con el pulso acelerado, la respiración alterada y todo el cuerpo sudado. Todo había sido un sueño, ella estaba viva e iba ya tarde para clase.
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Entre Las Sombras
Misteri / ThrillerLo que comenzó como un plan para llegar a la perfección amenaza con convertirse en su peor pesadilla. Bianca esta a punto de recoger los malos frutos que dio el árbol que ella sembró y su belleza y capacidad de engañar a otros pueden ser su único bo...