XXIV - Fuera Del País De Las Maravillas

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"¿Quieres jugar?"

Bianca recogió el papel que se había deslizado por debajo de la puerta y lo leyó. Hace mucho no recibía una nota de La Bestia, pero nunca le habían preguntado si quería jugar. Pareciera que cada vez que "jugaran" era él manipulándola a ella. Sin embargo ya había acabado su rutina diaria y no tenía nada ocupando su mente, al menos era algo diferente.

Corrió a su escritorio y tomó un esfero, apoyó la hoja en la puerta y escribió su respuesta. Segundos después de que Bianca pasara el mensaje vio la bandeja que usualmente tenía su comida entrar por la ranura de la puerta. Pero lo que tenía encima no era nada parecido a comida, además del papel en el que ambos habían escrito, había una pequeña jeringa con líquido ligeramente amarillo y aceitoso.

Su intuición no le había fallado, "jugar" empezaba con una fuerte dosis de lo que sea que estuvieran en esa jeringa, así que sólo podía ponerse mejor. Pero el riesgo no valía la pena. Puso la bandeja de vuelta en la ranura y espero que el otro lado la tomara. Pero en vez de estoy la pieza de metal fue empujada más allá del alcance de el espacio y se calló. El fuerte estruendo que provocó esta hizo saltar a Bianca, a pesar de todo había pasado frente a sus ojos. La jeringa y su contenido rodaron hacia la cama y se detuvo a medio camino. Se entendía este acto de La Bestia como "no aceptare un no por respuesta".

Podía hacer 2 cosas: inyectarse o guardar la jeringa con la posibilidad de que él entrara a quitársela y perder sus privilegios.

La iba a guardar, seguro entre un cajón bien escondida podría mantenerla sin que se la quitaran. Pero su curiosidad, su maldita curiosidad no la dejó. Rápidamente clavó la aguja en su brazo y poco a poco presionó el embolo para dejar salir el líquido. Le dolió mucho más de lo que le dolería una inyección, en parte por su poca experiencia con agujas y también por el nerviosismo con el que lo hizo. Era una mala idea, una muy mala idea, pero ya era muy tarde y sólo quedaba enfrentarse a las consecuencias de lo que había hecho. Saco la aguja e hizo presión en el lugar donde había rasgado su piel con esta.

Menos de un minuto más tarde, mientras esperaba sentada en su cama a que algo sucediera, el líquido empezó a hacer efecto. Sus manos empezaron a adormecerse al igual que sus pies, sentía un hormigueo por las piernas y su vista empezó a nublarse y a confundirla. Sin embargo no tenía sueño. Dentro de los efectos de la droga que se había inyectado cabía atontar, debilitar y adormecer a su consumidor, pero no dejar inconsciente. Para jugar de necesitaban dos, y ella todavía estaba sola.

Diez minutos después de la inyección los cerrojos de la puerta empezaron a moverse, uno a uno fueron bajando su seguridad dando la posibilidad de que esta se abriera. Al quitarse el último y principal perno, los límites entre su mundo de fantasías y el exterior se desmoronaron. La combinación de la droga y los hechos hizo que todo se viera como una película; un poco de ciencia ficción, una pizca de cuento de hadas y mucho terror.

Los lustrosos zapatitos caminaron dentro de la habitación emocionados, las ondas del vestido se movían al compás y los pequeños crespos retenidos detrás de su oreja rebotaban alegremente. La puerta volvió a cerrarse detrás de ella, pero ningún tipo de seguridad fue puesto. Sus ojos grises brillaban al ver a Bianca y la sonrisa en su cara era inmutable. Era pequeñita, se sentía como sí se pudiera aplastar entre los dedos, le tomó más que un par de pasos llegar al frente de la joven. Esperó ansiosa que algo sucediera, pero al ver que Bianca no parecía dispuesta a tomar las riendas de la situación, decidió hacerlo ella. Estiro su pequeño brazo en dirección a la joven y puso una sonrisa de primer lugar.

- Mucho gusto, mi nombre es Alicia - la voz cantarina, pero al mismo tiempo seria, bailó desde los labios de la niña hasta los oídos de Bianca. Le tomó a esta un par de segundos juntar la pequeña mano con la suya, pero finalmente lo hizo y la sacudió suavemente. - Cuando uno conoce a alguien nuevo debe presentarse ¿Cuál es tu nombre?

- Yo... - dijo lenta y adormiladamente Bianca - Mi nombre...

- ¿Cuál es tu nombre? - chilló la pequeña desesperada - Es muy fácil, es sólo tu nombre. ¿Es que no tienes uno?

- Mi nombre es Bianca - respondió aturdida frente a la actitud de la pequeña. - Soy Bianca.

- Muy bien, eso estuvo muy bien. Las personas educadas no dejan esperando a los otros ¿Acaso no vas a pedirme que me siente?

Bianca se levantó de la cama y señalo la silla al lado del escritorio - Por favor, siéntate - no se sentía tan presionada a ser políticamente correcta desde hacía meses, y a pesar de ser tan pequeña su "invitada" actuó tal cual como lo haría en una fiesta del té en el club. La niña subió a la silla con dificultad y se sentó, dejando colgar sus cortas piernas y haciéndolas balancear.

- Ahora - dijo calmadamente en lo que juntaba sus manos sobre su regazo - ¿A qué jugamos?

- ¿Jugar? - respondió un poco confundida - Si, jugar... Yo... Yo no...

- Habla claro, si balbuceas no te entiendo.

- Yo no tengo juguetes. Tampoco juegos. No tengo nada con que jugar.

- Yo no quiero juguetes, ¿acaso me veo como alguien que juega con peluches y muñecas? - Bianca no sabía como responder a eso, después de todo si era una niña pequeña, pero no actuaba como tal. Era adulta.

Alicia tronó sus dedos para sacar a Bianca de su trance - Te dije que me mostrarás el camino a tu armario ¿Me oíste? - dijo chillona.

Luego de parpadear un par de veces la joven se levantó de la cama y caminó hacia el walk-in closet. La niña llegó detrás de ella y avanzó segura hacia las prendas de ropa. Cuidadosa vio cada una y se decidió en una falda de flores. Soltó la pieza estampada y camino hacia la parte de adentro del armario, presionó un panel e hizo que este se abriera, luego sacó del compartimento un butaco con escalones, perfectos para ella.

Se acomodó frente a la falda y subió los escalones, tomó la prenda y se la entrego a Bianca. Prosiguió hasta tener formado un conjunto, todo ya en manos de la joven y armado con un exquisito gusto.

- Ahora póntelo - dijo Alicia señalando la ropa. - Que empiece el show. - terminó con una sonrisa.

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