VI - El Último Adiós

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Las gotas de agua se estrellaban violentamente contra el parabrisas de su bonito mini cooper, los arboles alrededor pasaban rápidamente como fantasmas oscuros con enormes brazos tratando de alcanzarla y los empañados vidrios hacían muy difícil ver más allá de lo que iluminaban las luces del carro. El día estaba oscuro, y aún así Bianca se dirigía hacia el cementerio, a despedirse de Lucas. El pudo haber sido un patán en vida, pero también fue su novio y ella lo seguía amando a pesar de todo, eso merecía un ultimo adiós.

-¿Buenas tardes?- dijo al vacío, esperando ver a alguien que le ayudara.

-Buenas tardes- dijo un hombre con pelo y bigote blanco que salía de una pequeña puerta en la parte de atrás -¿En qué le puedo ayudar?

-¿Usted sabe dónde es el entierro de Lucas Estrada?- preguntó aguantando las lagrimas y el nudo que hacía presión desde el interior de su cuello.

-Si, claro- le respondió -Zona cinco. Podrá reconocer el espacio por todas las personas vestidas de negro- dijo en lo qué reía un poco. Pero Bianca ni siquiera levantó un poco sus mejillas para simpatizar con el hombre, ella simplemente asintió con la cabeza y salió de la pequeña casa.

Caminó hacía la carretera que era señalada por un cartel que decía "Zona 5", sin pensar por un segundo en volver a su carro y manejar hacía el lugar. Su vestido Michael Kors blanco cubierto de flores negras entrelazadas con algunas hojas estaba cubierto por un abrigo Dolce & Gabbana negro que la abrigaba, pero sus tacones también negros y también Dolce & Gabbana estaban empapados por el agua que caía a cantaros. Sus piernas temblaban por los corrientazos de frío que transmitían sus píes y agarraba lo más fuerte posible él paraguas para detener las gigantescas gotas que caían del cielo e impedir que la mojaran más.

Vio entre los arboles que rodeaban la carretera una gran mancha negra, que se podía suponer, estaba constituida de personas y paraguas. Aunque a ella no le hubiera dado mucha gracia si reconoció el lugar por el oscuro color que resaltaba por su tamaño. Caminó hacía allá evadiendo las lápidas que sobresalían del piso y teniendo cuidado de no clavar mucho sus tacones en el pasto, porque esto la haría tropezar. Llegó al círculo de personas y se paró al lado de la madre de Lucas, que estaba llorando desconsoladamente.

Cuando ya habían bajado el ataúd y la gente se disponía a irse, huir y resguardarse de la lluvia el hermano de Lucas, del cual Bianca no se acordaba del nombre, tomó un puñado de tierra y lo lanzó al ataúd en lo que murmuraba algo inentendible. La madre de éste también tomó un puñado y lo lanzó en lo que cerraba sus ojos con fuerza y trataba de parar de sollozar para concentrarse, su padre hizo lo mismo y fue seguido por quien se podría presumir, era el abuelo de él. Bianca ce acercó al montón de tierra, tomó un puñado con sus manos y lo lanzó en lo que pensaba <<Lo voy a encontrar>>. Iba a encontrar a La Bestia e iba a acabar con todo eso, no iba a soportar otro segundo pensando que había alguien detrás de ella y de su familiar.

Cuando todas las personas "importantes" de la vida del difunto habían tirado un puñado de tierra la gente comenzó a irse, la mayoría dirigiéndose a sus carros que habían parqueado cerca de la zona. Así que Bianca tendría que caminar hacía la entrada, que parecía ser increíblemente lejos gracias a la tormenta y a sus empapados e incomodos zapatos. Entonces la madre Lucas se acercó a ella.

-¿Donde esta tu carro querida?- le preguntó con amabilidad pero con una voz carrasposa, posiblemente de todas la noche que había pasado llorando.

-En la entrada, no sabía que había un parqueadero cerca- le respondió tratando de ocultar el cansancio en su voz.

-Te llevaremos hasta allá- dijo lo suficientemente fuerte como para que su esposo escuchara. Éste asintió y le dio a Bianca una sonrisa cansada y triste.

Los padres de Lucas estuvieron muy callados durante el corto viaje hasta la entrada, y se podía sentir la tensión entre las tres personas en el carro. Su amabilidad era infinita, pero ellos sabían que ella era la última que lo había visto con vida, que sus últimas palabras habían sido empleadas en una discusión y que posiblemente era su culpa que su hijo estuviera muerto. Al llegar a la entrada Bianca agradeció el favor y se dirigió a su carro, donde puso la calefacción de inmediato para tratar de sacar el frío de su cuerpo, y remplazarlo con aire caliente.

Prendió el motor y arranco en hacía la salida del cementerio y hacía la carretera, evadiendo a toda costa los carros que iban más lento que ella. Quería llegar a su casa a tomar un baño y llorar por un par de horas, tratando de sacar los demonios que habitaban en su vida ¿Cómo había terminado allí?

La carretera estaba completamente inundada y al pasar su carro salpicaba hacía todas partes agua, haciendo resbalar un poco las ruedas de vez en cuando. Sabía que era peligroso ir a esa velocidad con el camino mojado, pero necesitaba sentir algo; emoción, dolor, felicidad, miedo, lo que fuera menos ese sentimiento de vacío y tristeza que la llenaba y se apoderaba de su cuerpo. Las luces amarillas se veían cada vez más verdes y los carros de alrededor mucho más lentos, haciendo que su sed de velocidad fuera mayor a cada segundo, y haciendo ver la idea de un tiquete de policía cada vez más lejana.

Entonces llegó a su casa, tiró las llaves en el tazón sobre el mesón de la cocina y se fijó en el pequeño papel que estaba pegado a la nevera. Lo despegó, prendió la luz de la encimera y leyó lo que estaba escrito en el papel, "Bianca: Salimos a una cena importante con unos colegas de tu papá. Catalina se va a quedar en la casa de unas amigas. Volveremos al rededor de las 2 am. Perdón. Con amor, Mamá". Perfecto, arrugó el pequeño papel y lo botó a la basura, siguió caminando hacia las escaleras y entró a su cuarto, cerrando la puerta con un estruendo detrás de ella.

Cerró también la puerta de su baño y abrió la llave del agua calienten de su ducha, y en lo que dejaba que la temperatura perfecta saliera del grifo se quitó la ropa, dejando la mojada a un lado y la seca sobre el lavamanos. Se agarró el pelo con una moña para evitar mojarlo y entró bajo el chorro, de donde salía una increíble cantidad de vapor que llenaba todo el lugar. Dejó que el agua caliente lavara sus pesares y relajara sus músculos, haciendo que sus problemas se vieran tan lejanos, como los de otra persona, quitando todas las preocupaciones de su cabeza.

Tomó nuevamente las llaves de su mini cooper, lanzó una chaqueta a la parte de atrás del carro y puso su cartera en el asiento de copiloto, metió las llaves en el encendido y arranco el motor haciéndolo rugir. Aceleró y salió del parqueadero de su casa, y tomo la primera salida a la autopista para ir a el centro, a algún bar recóndito donde nadie la molestara.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora