XI - Donde Se Esconden Los Ladrones

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Recuerdo las paredes de setos rodeándome, cerrando la salida, pero no tenia miedo. Era un día claro y el sol estaba en lo más alto del cielo, habían unas pocas nubes blancas y esponjosas como algodón de azúcar y la parte más alta de los arbustos estaba llena de millones de cuervos, pero no tenia miedo. Mi vestido verde menta estaba adornado por pequeños listones blancos y tenia unos zapatos del mismo color. Podía ver un corredor más allá, que se dividía después en dos. Entonces salió de un pasillo que no había visto Catalina. Tenia su vestido favorito, del mismo estilo que el mio pero el verde era remplazado con una mezcla de azul y morado que se fundía al rededor de su cintura.

- ¡Bianca! - me dijo juguetonamente en lo que corría hacia uno de los callejones. Yo la seguí corriendo lo más rápido que pude y trataba de seguir sus pasos, pero para ser una niña tan pequeña Catalina siempre fue muy rápida. - ¡Bianca! - escuché su llamado detrás de mi y volteé para encontrarla tomando el camino a mis espaldas.

La seguí por lo que se sintió por horas, pero mis pies no se cansaban, no me daba hambre o sueño mucho menos quería parar. Cada vez que sentía que estaba a punto de atraparla parecía estar más lejos y cuando estaba más perdida que nunca ella aparecía justo detrás de mi. Entonces dejó de correr, no la podía ver pero sabia que estaba sentada jugando con las hojitas del arbusto a la vuelta de la esquina. Estaba tan segura de que ella estaba ahí, tan segura como que me llamo Bianca Vega De Paula, tengo siete años y estoy buscando en un laberinto a las afueras de la ciudad a mi hermana Catalina que tiene cinco años. Ella estaba ahí, podía oír sus suaves respiraciones y sus dedos tocando las plantas, la sentía ahí. Y los cuervos empezaron a gritarme con sus feos chillidos oscuros y cavernosos, que llenaban mis orejas y sus alas se extendieron listos para alzar el vuelo.

Entonces di la vuelta apresuradamente para asustarla y el lugar estaba vacío, vacío como el resto del laberinto.

- ¡Bianca! - este grito cambió de ser juguetón a ser escalofriante, pequeños chorros de agua fría corrieron por mi espalada cuando escuché a mi hermana gritar. Giré como lo había hecho antes pero allí no encontré nada. Los cuervos alzaron vuelo y se enjambraron en una gran nube negra que atraía todo el sol y quitaba la alegria de al rededor. Justo debajo de ellos estaba Catalina, su boca estaba cubierta por una mano vestida de cuero negro, sus grandes ojos cafés brillaban por las lagrimas que se asomaban de ellos, sus manos rodeaban y arañaban violentamente la mano en su boca, sus rodillas estaban raspadas y sus pies en puntas para poder sostener su cuerpo que era levantado por la mano.

La figura que tenia a mi hermana era negra, no solo por su ropa, pero por la falta de color de su piel que era llenado por negro vacío. Lo único que podía ver de el hombre aparte de su capucha,  eran sus ojos. Eran pequeños, oscuros, muertos y se perdían en la oscuridad en su cara, pero a pesar de todo esto, se veían increíblemente felices de lo que estaban haciendo. Aparte de los gritos ahogados de Catalina también se escuchaba una risa ronca y aterradora salir de la boca perdida del hombre y era cada vez más fuerte.

Los cuervos que los sobrevaloran cayeron suavemente sobre ellos y los cubrieron en un torbellino de oscuridad. haciendo imposible ver a alguno de los dos. Corrí hacia allí, con mucho miedo, pero mucha valentía; mi hermana me necesitaba. Entre más me acercaba el remolino de cuervos se agrandaba y algunos de estos salían de su órbita para acercarse un poco a mi de manera violenta.

Entonces la nube se disipó y los cuervos alzaron vuelo, pero mi hermana y el hombre ya no estaban allí. Habían desaparecido en se enjambre igual que ella lo había hecho durante todo el día, había desaparecido de mi vista, pero no iba a aparecer detrás de mi lista para asustarme, y lo se. Se que significa que un hombre cubra tu boca y no te deje ir.

Los cuervos dejaron de volar pacificamente y se dejaron caer en picada sobre mi, como gotas de lluvia negras. Cuando se acercaron se posaron sobre mi igual que como se habían posado sobre los arbustos a mi alrededor; con ojos vacios, picos amenazantes y plumas helidas. Estaban sobre mi, En mis brazos, en mi cabeza, en mis pies y los que no tenian espacio volavan al rededor mío.

Entonces un posado en mi mano me picó. Fuerte, con violencia y ansias de matar, me picó para herirme, para quitarme la piel, para quedarsela. Y otro en mi cabeza lo siguió. En pocos segundos cada uno de los cuervos al rededor me atacaba con su pico y sus garras. Era dolor; ardía, sangraba y me mataba poco a poco.

Yo gritaba con todas mis fuerzas, para asustarlos, para que alguien me oyera y simplemente para canalizar mi dolor. Uno a uno me quitaron la piel, las uñas, el pelo y seguian con mi carne y venas. Eran hordas, en circulos al rdedor de mi. Estaba perdida en una nuve negra y roja, lo que quedaba de mi vestido rasgado estaba cubierto de sangre y pedazos de mi.

Y se detuvieron. Ya no quedaba nada de mi, solo carne y organos. Las almas negras volaron lejos y me dejaron ver con la poca conciencia que me quedaba al hombe negro. Se acercó a mi, tomo mi cabeza entre sus manos y acarició mi craneo desnudo con suavidad. Dejo mi cabeza denuevo e el suelo y con sus dos manos y mucho cuidado sacó mis ojos de sus cuencas. No se si ya no sentia nada o simplemente no dolió pero fue indoloro. El sabia que la agonía llenaba mi cuerpo y decidió ponerle fin.

Puso sus dos manos en mi cabeza, una atrás y otra cubriendo mi mentón. Y con un frío y calculado movimiento la giró hacia la derecha, creando un sonido sordo que llenaba el vacío. Y me deslice en la oscuridad, cubriéndome y acompañándome hacia otro lugar.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora