"Uno de los escapes más conocidos de Houdini es "La Metamorfosis" que sigue inspirando múltiples variantes. El ilusionista era atado y metido en un saco, luego dentro de un baúl; todo asegurado con candados. Luego de esto una ayudante subía encima del baúl y levantaba una cortina, contados segundos después la cortina caía mostrando a Houdini liberado en el lugar que ocupaba la ayudante"
La aguda y sarcástica voz que narraba se difuminó con el silencio que la rodeaba, dando paso libre al vacío. Los ojos de Bianca se abrieron perezosamente, al mismo tiempo que sus brazos se estiraban y retorcían sobre su cabeza, haciendo que sonaran unos cuantos 'cracks' de entumecimiento. El delicioso olor de los waffles inundaba el cuarto, haciendo que su estómago rugiera; hacia muchos años su madre no los cocinaba, a pesar de que ella los amara. Se levantó, sin siquiera fijarse por el camino y con los ojos cerrados como una sonámbula, caminó lento para salir de su cuarto y bajar por las escaleras.
El golpe que recibió su cara, sobretodo su nariz, fue proporcionado por una pared que parecía haberse atravesado en su camino, impidiéndole el paso. Sus manos fueron automáticamente al lugar de impacto, para así asistir y evaluar el daño, nada roto y nada de sangre, simplemente un poco de hinchazón. Bianca abrió los ojos para ver el causante del golpe, ya que si su memoria espacial no le fallaba ella se encontraba en la mitad de su cuarto; la mitad vacía por supuesto. Pero lo único que encontró fue la densa y gris pared, la cual estaba junto a la puerta que daba al baño.
No estaba en su cuarto, ni en su casa; lo que olía no eran los waffles de su madre y su madre no estaba donde ella estaba. Estaba en su pequeña prisión, lejos de todo y escondido en la nada; invisible para el ojo desnudo y todo lo que ella podía ver. Las paredes seguían siendo grises y los libros aún estaban perfectamente organizados. Nada había cambiado desde la noche anterior, o el día anterior; la concepción del tiempo parecía imposible estando dormida y al final también parecía irrelevante. Todo seguía igual, asquerosamente igual; el mismo perfecto y cuadriculado diseño, la misma suave y escalofriante cama y el mismo increíble y espeluznante paisaje en la ventana.
Lo último que recordaba era caer al suelo y perderse en el vacío de su mente, poco después de entrar en pánico. De este solo quedaban residuos, pero parecían lo suficientemente potentes para invadirla de nuevo. El dulce olor ya no le hacia agua la boca, sino revolvía su estómago al punto de sentirse mareada y con ganas de vomitar. Corrió al baño y se arrodilló frente a la taza, dispuesta a vaciar su estómago en esta. A pesar de que había gastado el último mes embriagándose hasta caer, nunca había vomitado por esto; se podía decir que Bianca tenía un estómago de acero. Pero el alcohol o los virus no se comparaban a la ansiedad y miedo que ahora le afectaba.
Tras aproximadamente quince minutos de arcadas y desfigurar su rostro en el baño pudo levantarse y tratar de componerse. Enjuagó su boca con agua, a pesar de lo que necesitaba en ese momento era un cepillo y un poco de crema dental. Para su sorpresa estos dos y otros artículos de aseo se encontraban al alcance de su mano, todos sin uso previo. Destapó la crema dental y se aseguró de que el sello de seguridad siguiera ahí; para corroborar que no había cambiado desde que había salido de la fabrica. Se dispuso a cepillarse los dientes y a pasarse la seda dental. Casi olvida que no estaba en su propio baño, pero la realidad la azotó como el agua cuando se enjuagó la cara.
Las probabilidades de que La Bestia supiera de los waffles eran mínimas y mucho menos que los pudiera preparar igual que su madre. Eso requeriría muchos años de acoso y era algo que la asustada mente de Bianca no se permitía concebir. En la pequeña mesa al lado de la puerta estaba la bandeja con comida. Además de los waffles había jugo de naranja, huevos, fruta, cereal, hash browns* y unos cuantos panes. Mentalmente hizo el cálculo de cuántas calorías había en ese gigantesco desayuno, cuanto tiempo tendría que gastar en él gimnasio para quemar la grasa y aún así engordaría al menos dos kilos. A pesar de que no tenía apetito sabía que su cuerpo necesitaba alimento para funcionar y debía estar funcional si quería escapar. Después de un pequeño debate mental decidió guardar en su bolsillo la barrita de cereal que se encontraba a un lado, estaba en un empaque sellado lo cual la hacia un poco más segura.
Cuando escapara estaría a merced del bosque y la naturaleza, y la comida escasearía hasta que encontrara ayuda. Y la ayuda podría demorarse días o tendría ella que buscarla, así que la mejor estrategia de supervivencia era guardar comida. La idea de que estar perdida en el bosque era mejor que la idea de estar atrapada en esa pequeña cárcel, al menos afuera podía pedir ayuda.
Se sentó en la cama y vio las posibilidades a su alcance, lo más seguro era romper el vidrio y salir por la ventana, a pesar de que fuera un segundo piso. También podía romper el traga luz del baño, pero escapar por el techo parecía una posibilidad remota. Tratar de salir por la puerta principal estaba fuera de las opciones, el grosor de esta se podía distinguir desde lejos. Bianca aprendió en un campamento a abrir cerraduras, pero las estandarizadas, que generalmente estaban en los cuartos y los salones de clase. Pero nunca se le ocurrió buscar la forma de abrir una puerta de seguridad de al menos siete pernos. Y poco a poco Bianca se fue quedando sin opciones y ahogándose lentamente en el pánico, de nuevo.
Sin pensarlo por más tiempo decidió coger uno de los zapatos de los que estaban en el closet e ir hacia la ventana. Este tenía un tacón de al menos ocho centímetros grueso, lo cual lo hacía perfecto para apuñalar la barrera de vidrio. Tras poco más de treinta golpes el tacón cedió y se fracturó en dos pedazos, deshabilitándolo como arma pertinente, así que Bianca cogió la pareja respectiva y siguió con su cometido. Alrededor de la misma cantidad de golpes el otro zapato se rompió de igual manera. El ritmo constante de los ataques no parecía hacer daño y el único damnificado en la acción era el tacón. Golpe tras golpe y zapato tras zapato el vidrio seguía igual; resistente, brillante, transparente y entero.
Tomó al menos siete pares de zapatos de diseñador crear una pequeña ranurita, que no era lo suficientemente grande para que pasara una partícula de polvo. Era diminuta, apenas visible para el ojo desnudo y desubicado; pero estaba ahí. El único contacto entre Bianca y él exterior y al mismo tiempo el suficiente espacio para dar esperanza a cualquier corazón.
Entonces un pequeño y redondo platillo entró por una ranura que Bianca no había notado, este cayó e hizo un sonido metálico. Cuando ella giró la cabeza el pequeño objeto cual nave espacial se abrió dejando salir una nube de humo. El problema cayó cuando el gas hizo que Bianca se sintiera mareada y se le nublara la vista. En menos de un minuto ya estaba inconsciente en el suelo, junto a los muchos zapatos con tacón roto y a la pequeña ranura de esperanza.
Hash Browns*: Desayuno típico de cafeterías estadounidenses. Consiste en cortar patatas en tiras o bien trituradas y freírlas luego bien presadas en forma de tortita.
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Entre Las Sombras
Mystery / ThrillerLo que comenzó como un plan para llegar a la perfección amenaza con convertirse en su peor pesadilla. Bianca esta a punto de recoger los malos frutos que dio el árbol que ella sembró y su belleza y capacidad de engañar a otros pueden ser su único bo...