XII - Enfermedad Del Miedo

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Muchos considerarían un récord la velocidad con la que el padre de Bianca tenía al teléfono a la mitad del ejército, la policía y un investigador privado. Siempre se podía contar con Eduardo en una situación de presión, en cambio Carolina; la madre, estaba completamente petrificada junto al marco de la puerta de su cuarto. Bianca para variar dejaba salir toda la angustia por sus ojos, creando pequeños riachuelos que bajaban por sus mejillas. Sinceramente esta familia era un desastre.

Un desastre después de la muerte de Lucas, después del "accidente" de Bianca y sobre todo un desastre después de la desaparición de la menor de la familia ¿Y quién les puede culpar de esto? Estaban pasando por un momento puramente horrible. Porque no todos conocen el verdadero sufrimiento de perder a alguien de la familia en la forma que se había perdido Catalina. Ni un rastro, ni una nota, ni una huella; parecía que toda la evidencia que podía apuntar hacía donde estaba la hermana menor era inexistente, confusa, difícil de encontrar o simplemente estaba perdida entre el caos dejado en su habitación por el visitante de la noche.

A las tres y cuarenta y tres de la mañana el inspector Hurtado estaba sentado en una silla del comedor con su mano tomando con fuerza el esfero que empapaba el papel con cada detalle de Catalina. Su altura, su peso, su edad, que tenía puesto, sus amigos, a donde va en su tiempo libre y sobre todo si esto ya había pasado antes. Lo único que se postró en el muy apagado cerebro de Carolina De Paula era <<Que insolente, mi hija no es una delincuente que se anda escapando>> y cualquiera se preguntaría que tipo de madre se preocuparía por algo tan superficial como la imagen de su hija justo cuando esta está desaparecida. Y sinceramente lo único que sentía Bianca era odio. Odio hacía ese hombre vestido de negro hasta la piel que con una mano en la boca de su hermana se la había llevado. Esto parecía un simple sueño, pero está asegurado que Bianca no creía que Catalina hubiera escapado, claro que no, ella sabía que detrás de todo esto, estaba el único e inigualable Señor Bestia.

Y hay miedo arañando las costillas de Bianca por dentro, y su cabeza llena de pensamientos. Había sido advertida, Él dijo que si ella no cuidaba sus palabras mataría otra vez. Y un escalofriante recuerdo se coló hasta la cabeza de la joven, Catalina quería decirle algo la noche anterior, algo importante, algo a lo que ella no le había puesto atención. Y lo peor ¿Acaso ese algo fue lo que se la llevó? ¿Había algo que Bianca pudiera hacer para ayudarla? ¿Era ese algo La Bestia?

En la última hora lo único que ocurría en su cabeza aparte de su hermana era La Bestia. Ese ser que se esconde entre las sombras y la mira cuando duerme, come, camina y básicamente respira, que la salva y la tortura todo el tiempo y deja notas escalofriantes por toda su vida. Eso era lo que merodeaba en su cabeza ¿Era La Bestia la única respuesta a el problema que se presentaba en ese momento? ¿Era La Bestia aquella persona que mantenía a su hermana lejos?

Bianca se levantó de la mesa y sin pensarlo dos veces se dirigió a su cuarto, no para llorar, beber o escapar; si no para buscar la calculada nota que le dijera que hacer y esperanzadamente que fuera de aquel sujeto al que había empezado a entender. A pesar del monstruoso esfuerzo que puso en destruir su cuarto para encontrar la nota no lo logró. Y su cuerpo se volvió más pesado ante el pensamiento de no saber absolutamente nada del paradero de su hermana, sus pies eran más difíciles de arrastrar y su corazón estaba completamente roto ante la idea de no volver a ver a Catalina.

Y la extraña idea cruzó su cabeza. La Bestia había estado solo en el cuarto de Catalina; o al menos eso esperaba. Salió de su cuarto evadiendo las cosas que había tirado al piso y corrió hacia el cuarto de su hermana, abriendo violentamente la puerta. El cuarto seguía completamente destrozado, igual a como lo había encontrado unas horas atrás, el librero seguía caído, las cortinas rasgadas y las puertas del armario descolgadas. No pensó dos veces y se arrodillo en el piso cerca de un montón de papeles caídos.

De ese montón salió una impresionante cantidad de exámenes, trabajos y boletines de notas. A pesar de lo que creía  Bianca, su hermana tenia muy buenas notas en el colegio; la mayoría de los papeles que había encontrado estaban marcadas por notas superiores, sobretodo los de español. Pero no había nada ahí, ni una nota, ni un sobre y mucho menos algún rastro del secuestrador. Alrededor de ella habían libros; abiertos, apilados y algunos con la pasta un poco despegada.

Le llamó la atención una pequeña pila que parecía estar "desordenadamente ordenada", ya que formaba un montón perfecto con bordes definidos y una altura exactamente igual al montón de al lado. Era demasiado perfecto y con un libro en la punta. Gateó un poco hasta llegar hasta este y lo inspeccionó un poco sin siquiera tocarlo; si esto lo había dejado  el secuestrador no podía tomarlo a la ligera. El libro que sobresalía era uno que impresionaba un poco a Bianca, ya que no lo imaginaba entre la colección de su hermana. "El Perfume" de Patrick Süskind se posaba en la cima de este montón, viéndose completamente nuevo e intacto. La mujer que posaba en la portada de este era hermosa e igualmente vulnerable ante el ojo lector, esta caída delicadamente a lo que parecía ser el vacío y posiblemente al final se encontraba con su asesino; Baptiste.

Bianca había ojeado este libro unos años atrás en una librería en lo que esperaba a su madre, pero ante la perturbadora idea lo había puesto de vuelta en su estante. Más de este ejemplar en particular había algo que lo hacía diferente. Quizá el sobresaliente papel fue aquello que le llamó la atención, creando un pequeño bulto dentro del libro. Lo tomó sin cuidado y lo abrió, este automáticamente se posó entre las dos páginas que resguardaba un pequeño sobre blanco sin sellar.

Lo abrió cuidadosamente y extrajo de el una única hoja blanca, más grande de lo que usualmente encontraba. La desdobló y se fijó en la tinta impregnada en el papel.

"Princesa,
Has sido advertida y te he de castigar. Catalina no es a quien quiero y la puedes tener de vuelta. Ve hoy al río Grasse con dos millones de dólares a la media noche, efectivo y en una maleta. Delo contrario Catalina seguirá dormida para siempre. Tic toc, tic toc Princesa, tienes  hasta la media noche.
Besos, La Bestia."

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora