XXIII - El Secreto En Sus Ojos

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Era libre, finalmente era libre. Ya no tenía que buscar espacios a solas ni mantener un perfil perfecto. Eran libres, juntos. Sólo los dos contra el mundo, buscando oportunidades, viviendo las experiencias, amándose el uno al otro. Catalina Vega De Paula era libre.

Nunca se había sentido tan viva, cada segundo era perfecto e inolvidable. Lo había dejado todo atrás, y a pesar de que le dolía, no se arrepentía en lo más mínimo. Nadie nunca los hubiera entendido, eran diferentes pero sus almas se unían como una sola. Trató de explicárselo a Bianca, pero ella no pudo tomarse ni un maldito segundo de su "importante" vida para escucharla.

No habían leído periódicos o visto las noticias, ambos habían decidido dejar sus teléfonos atrás para que no los pudieran encontrar. Habían pasado casi 4 meses viajando y huyendo del ayer, sin dolor ni preocupaciones. Era posible que estuvieran buscando a Catalina e incluso que hubieran atado su desaparición a su acompañante, pero eso ya no importaba. Sólo importaban ellos dos.

Catalina se había pintado el pelo de negro y se lo había cortado un poco para poder camuflares entre los posibles anuncios de "desaparecida". Él se había dejado la barba, lo cual le sentaba muy bien, y había comprado varios accesorios fuera de lo común como lentes sin aumento. Ambos habían cambiado su forma de vestir por una más relajada y hippie chick. Buscaban verse diferentes, como nuevas personas y así se sentían.

Después de haber contemplado el atardecer ambos volvieron al carro y decidieron ir a comer algo. Un letrero les informo que había una cafetería a menos de 5 kilómetros. Pancakes de cena sonaban bien, sin contar divertidos. Él aumentó la velocidad ya que la carretera estaba despejada. El Jeep usado que habían comprado era perfecto para sus aventuras. Catalina, al igual que Bianca, tenía una cuenta de ahorros llena, además de haber guardado todo el dinero que le había regalado los últimos cumpleaños. Él no tenía muchos ahorros, pero eso no importaba. Tenían suficiente para seguir viajando lo que quedaba del año, luego buscarían un pequeño y alejado pueblo al cuál mudarse y comenzar una nueva vida. Él podría enseñar y ella montar un pequeño negocio de mermeladas o un estudio de baile. No importaba mucho.

Llegaron a la cafetería, y se sentaron en una mesa al lado de la ventana. El sol estaba a poco de estar completamente sumergido en el horizonte con el mar. Una mujer mayor los atendió con una voz monótona y cansada, ellos ordenaron dos menús especiales de pancakes, una cerveza y un jugo.

Un pequeño y viejo televisor se oía al fondo, nadie le estaba prestando atención y servía sólo de ruido de ambiente. En lo que Catalina miraba los últimos rayos de sol del día él se fijó en el televisor, y sin que ella se diera cuenta abrió los ojos de par en par.

- Oye - dijo él mirando a Catalina.

- Dime - respondió ella.

Él señaló el televisor y esta se fijó en las imágenes que pasaban por este.

- Siguen buscando a las hermanas Vega De Paula después de su desaparición hace 14 semanas - Dijo la mujer en las noticias. - Ambas desaparecieron en las mismas 48 horas y todavía no hay rastro de su paradero. Se creía que ambas habían escapado ya que la mayor, Bianca, hizo un retiro de casi 2 millones de dólares antes de desaparecer, sin embargo el dinero fue encontrado en una bolsa deportiva en su cuarto.

Catalina quedó anonadada. Él trato de inmutar algo con su voz pero su sorpresa también le arrancó las palabras de la boca. Ambos se quedaron viendo en silencio como el noticiero saltaba a la sección de farándula, sin quitar los ojos del televisor. La misma mujer mayor les trajo sus platos de pancakes y sus bebidas, pero ninguno agradeció o siquiera notó su llegada. Los ojos de Catalina, ya secos por la falta de parpadeo, empezaron a llenarse de lágrimas. Bianca estaba desaparecida, y a diferencia de ella esta no lo había hecho a propósito.

Catalina alargo el brazo y tomó un largo sorbo de la cerveza, mientras lo hacía apretó los ojos fuertemente y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Él volteó para mirarla, para fijarse en su reacción.

- Tienes que volver - Dijo con tristeza. Él sabía que su familia era más importante.

- No puedo volver, no podemos volver - respondió desesperada en lo que más lágrimas salían de sus ojos. - ¿Qué voy a decir? ¡Hola mamá! ¡Hola papá! Estoy bien, perdón por desaparecer por 4 meses, pero ya volví así que no pasa nada ¿no?

Él entendía la clase de presión emocional por la que debía estar pasando Catalina. Estaba herida y asustada, sus padres en vez de quedarse sin una hija se quedaron sin dos. Era su culpa, pero no podía volver a arreglarlo.

- No podemos volver, no nos dejarán estar juntos. Amo a mis padres, pero nunca lo entenderían. Además, no tenemos ni idea de dónde podría estar Bianca, no seríamos de mucha ayuda. - le dijo. Sin embargo pareciera que se estuviera convenciendo a ella misma y no a él. Tomó otro largo trago de cerveza y le echo syrup a sus pancakes.

De pronto podían volver al sueño, a pensar en viajar y en la casa en los suburbios. En lo que empezaba a comer, Catalina trataba de acallar sus pensamientos con ideas sobre su futuro. Había dejado de llorar, en cambio había entrado en un estado de apatía, como si la hubieran apagado. Él trató de seguir la conversación anterior, pero ambos eran diferentes personas a las que estaban sentadas en la misma mesa hace minutos.

Terminaron de comer, pagaron la cuenta y volvieron al carro. Había un incómodo silencio y el aire estaba tan denso que podías cortarlo con un cuchillo. Él puso la direccional y tomó la primera salida hacia la autopista.

- ¿Por qué coges por acá? - preguntó Catalina.

- Por qué es la ruta más rápida hacia la ciudad.

Catalina no dijo nada. Quería negarse a volver pero también sabía que era la decisión correcta. Se quedaron en silencio, acercándose lentamente a la ciudad.

Lo que ninguno de los dos sabía era que Bianca, estaba en realidad, en la otra dirección.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora