X - La Olvidada

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     Hubo un suave golpe en la puerta y mientras esta se abría lentamente se podía ver la preocupación que guardaba la cara tras la delicada madera. Catalina tenia los ojos humedecidos y la pestañina corrida, haciendo que sus ojos se vieran ligeramente más grandes.

     - ¿Puedo entrar? - preguntó con voz increíblemente temblorosa. La considerada y sensible forma en la que su hermana había hecho la pregunta dejó sorprendida a Bianca. Catalina era una persona ruda y fuerte desde su punto de vista, eran pocas las veces que se le pudiera ver teniendo un momento de fragilidad. Se sentó en su cama y le dio una tierna y comprensiva sonrisa a su hermana, puede que el alcohol siguiera haciendo efecto de la noche anterior pero decidió ignorarlo.

     - Si, entra - dijo en lo que palmeaba con su mano izquierda la zona vacía para hacerle entender a su hermana que se sentara ahí. - ¿Que tienes?

     - Quería hablarte sobre algo que ha estado pasando y necesito contarte - dijo atenta a la reacción de Bianca antes de continuar - Después del accidente, mis papás no te han tratado igual para no herirte y yo tampoco. Pero en serio te necesito para esto.

     - ¿Que pasó? - dijo un poco más severa.

     - Poco antes del accidente con Lucas empezaron a pasar cosas extrañas y no podía decírtelas porque no me sentía segura. La tarde que sucedió el accidente alguien me llamó...

     - ¡A comer! - gritó la mamá de ambas desde las escaleras.

     - Me sigues contando después de comer ¿Te parece? -dijo Bianca mirando a los ojos de Catalina en lo que esta asentía rápidamente y se levantaba de la cama.

     Ambas bajaron y comieron en silencio. Al final de la noche el tema de su hermana ya había desaparecido completamente de la cabeza de Bianca, y esta estaba sumergida en la idea de salir a comprar una botella. Así que mientras que el resto de su familia daba las buenas noches y se escondía respectivamente tras las puertas de sus cuartos, la mayor de las dos hijas salía de la casa y cuidadosamente manejaba hacia la licorera más cercana. Compró una simple botella de ginebra y manejó de vuelta a su casa, con el mismo cuidado.

     De vuelta en su cuarto escuchó un pequeño golpe en su pared, esta era compartida con su hermana. El ruido le causó curiosidad, así que dejó la botella en su mensa de noche, salió de su cuarto y golpeó en la puerta de Catalina. Esperó por unos segundos que respondiera o que abriera pero nada pasó, así que tocó nuevamente. Un aturdidor silencio llenaba la casa y creaba una fría tensión que atravesaba a Bianca. Golpeó una ultima vez y al no recibir respuesta trató de abrir la puerta, pero tenía seguro. Podía que un marco se hubiera caído de la pared, pero había un aire de intranquilidad que flotaba en el aire, así que intentó abrir la puerta una vez más; pero con más violencia.

     No había respuesta, no sonaba la usual música fuerte que tenía, no se escuchaban las voces del televisor, no habían pequeños sonidos de teclas de computador siendo presionadas, o tonos de escritura en un celular. No se escuchaba su voz, o cualquier otra voz. Había un perforante silencio que retumbaba en la cabeza de Bianca como las campanas de una iglesia.

     Corrió a la cocina y abrió el cajón donde se guardaban las llaves de los cuartos, buscó la llave colgada a un llavero con el rotulado de "Cuarto de Catalina". Corrió de vuelta por las escaleras y dió un último golpe celebrado en la puerta cerrada, pero no esperó por una respuesta. Enterró la llave en el picaporte de madera y le dio dos vueltas antes de sentir la presión disminuyendo y la liviandad de la entrada que la separaba de su hermana. Abrió de un golpe y pisó con fuerza para no caerse,  una fría corriente golpeó su cara y recorrió su espalda hasta llegar a sus piernas. La ventana estaba abierta de par en par y las cortinas se movían por la brisa que se colaba entre ellas.

     - ¿Qué haces? - dijo el agudo grito que salió de la boca de Catalina. Había estado en su cama todo el tiempo, durmiendo -¿Esa es la llave de mi cuarto? ¡¿Querías entrar a mi cuarto sin que me diera cuenta?! - los gritos de indignación llenaban el cuarto y salían por el corredor, pero al final de cuentas era ruido, dulce y hermoso ruido. Ruido que llenaba la preocupación de Bianca.

     -Si, perdón. Escuché un estruendo y me preocupé- dijo con una enorme sonrisa estampada en su cara.

     - Se cayó un portarretratos por la brisa, así que sal de mi cuarto- respondió Catalina sin vacilar pero con menos ira en su voz.

     Antes de salir Bianca se acercó a su hermana menor y le dio un abrazo, podía ser inusual pero ella lo aceptó. Tomó la llave del picaporte y salió de allí, dispuesta a dormir o ver una película en vez de tomarse la botella recién comprada que la esperaba sobre su mesa de noche. Volvió a su cuarto y el peso de las preocupaciones parecían ser un poco menos y los problemas en su cabeza parecían haber bajado el tono de voz. Podía dormirse sin tener que estar adormecida por el alcohol y no sentir ardor en la cara o nudos en la garganta, podía ser una noche normal. Podía ser una noche como las que hace pocos meses tenía, donde tocaba un par de canciones en su violín y cenaba con su familia antes de dormir.

     Catalina podía ser una persona muy pesada si lo quería y la relación con su hermana nunca fue o seria la mejor, pero también era un ser especial que valía la pena conocer. Amaba el arte y se dedicaba a pintar, la poesía le apasionaba y en un momento tocó la flauta junto a Bianca. Vivía bajo una capa de maquillaje, ropa corta y mala actitud donde escondía su verdadera personalidad, una dulce y suave. Muchas razones la llevaron a actuar de la forma en que lo hacia, pero eran innumerables las veces en las que realmente la convirtieran en alguien que fuera. Siempre seria la pequeña hermana de Bianca, un poco bajo la sombra pero notable a su propio modo, un modo muy diferente al de su familia. Pero los años la hicieron mala, la enterraron en un mar de dudas e inseguridades, haciendo que se resguardara con una fachada, una increíble fachada.

     Eran pensamientos inevitables que llegaban a la mente de Bianca, aquella que la conocía desde que nació, que en realidad entendía lo que estaba haciendo, por que en una medida que también Catalina conocía ella estaba haciendo lo mismo. Pero su cabeza estaba vacía de colores y pensamientos cuando salió de ese cuarto y volvió al de ella para dormir en su cama. Dormir realmente, poder descansar su cuerpo y alma.

     Durmió profundamente toda la noche, pero lo que no sabia era que al otro lado de la pared algo sucedía, alguien entraba por la ventana del cuarto de su hermana. Tomaba su ropa, sus pertenencias más preciadas, los objetos de valor y finalmente tomaba a Catalina, junto con su historia con la familia. La tomaba y salía por la ventana, la misma ventana la cual Bianca había visto hacía tan solo unas cuantas horas, esa ventana había sido la puerta para ese visitante y por allí había atraído un miembro de esa familia que dormía en sus camas plácidamente confiando en  la seguridad de alrededor.

     Así acabó la más joven de las hermanas Vega De Paula, saliendo por una ventana a la mitad de la noche sin ser vista u oída por ninguno al rededor. Dejando atrás un camino de silencio y un rastro de vacío.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora