29. Val

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Se oyó el grave sonido del cuerno, lo que indicaba que regresaban los tres hermanos negros, más la princesa salvaje. Caballo se adelantó llegando a la entrada, encendió una antorcha y esperó en la entrada del túnel al resto del grupo.

—¡Maíz! ¡Maíz! —clamaba el cuervo de Mormont revoloteando encima del grupo.

Pieles metió la mano en un zurrón y sacó un puñado de grano que el pájaro procedió a comer posado en su antebrazo. Después éste volvió a revolotear, y cuando llegaron a la entrada se posó sobre el hombro de Jon.

—¿Me perdí de algo mientras estuve fuera? —preguntó Val al entrar con los demás en el túnel bajo el Muro.

—Tuve que organizar un matrimonio entre una dama norteña y Sigorn. —dijo Jon guiándose con la luz de la antorcha.

—¿Quién lo diría? —dijo la princesa con cierto sorpresa y algo de jovialidad—A ese Sigorn le han salido mejor las cosas al cruzar el Muro, sin tener que escalar y luchar como su padre Styr.

—Esa dama era perseguida por un familiar que quería obligarla a casarse con él. —decía Jon dedicándole una mirada de complacencia a Val.

—Un señor norteño queriendo hacer valer las reglas del secuestro ¿Eh? Ustedes los arrodillados son muy extraños.

—Tuve que apresarlo, porque atacó a mis hombres. Y preferí mil veces que fuese Sigorn y no uno de los hombres de la reina. Ahora ambos están en Bastión Kar.

—Esos arrodillados que trajo Stannis nunca me dieron buena espina, no debe ser diferente con los de esa reina.

—Desde luego, ojalá pudiese despacharlos como quien despacha un cuervo a donde sea.

—Por ahí acabo de escuchar que es una reina bigotuda.

—Te agradeceré que no comentes eso cuando la veamos.

—Como digas, lord Cuervo. —Val sonreía de oreja a oreja.

—Te dije que no es conveniente hacerle desplantes a la reina.

—Ya, está bien—Val arqueó una ceja—, no tienes que preocuparte tanto.

Jon no dijo nada y su silencio pareció pasárselo a Val, quien durante el trayecto permaneció callada. Pero cuando faltaban pocas varas para llegar a la otra entrada se animó a hablar nuevamente.

—¿Y acaso contemplas casarme a mí también, lord Cuervo? —Preguntó ella.

—No me corresponde hacer eso.

—¿Dejarás que Stannis me case con alguien a quien no ame? —Val fingió aflicción.

—Eres su prisionera, no podré hacer nada si él lo decide. Pero no sois alguien quien accederá a eso tan fácilmente. Y sinceramente no conozco a nadie que sea digno de ti.

—¿Es eso un cumplido acaso? —preguntó ella con aire divertido.

—Tómalo como quieras. —Le respondió él ladeando la cabeza.

Tras cruzar la puerta vieron que una comitiva de hermanos negros los recibió, entre los que sobresalía el viejo Ulmer del Bosque Real. Todos se apearon y entregaron sus monturas para que se encargaran de ellas. Ulmer se les acerco para hablar en nombre de quienes los recibieron.

—Mi lord—decía este—, los muchachos desean saber si habrá paz o sangre.

—Paz—dijo Jon—, en tres días vendrá Tormund con su gente, llegan como amigos. Entrarán y serán bien recibidos como corresponde. Ahora regresen a sus actividades.

La Princesa del Invierno: I El Saneamiento del MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora