7. Val

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A diario Val se la pasaba ideando planes de escape, pero ninguno parecía ser viable, no ahora estando en constante vigilancia. El acoso del custodio no era insistente, pero Val no descartaba la posibilidad de hacer cumplir su advertencia. Al evaluar eso tuvo una idea que podía significar su salida de allí, pero de momento había otras cosas que acaparaban sus preocupaciones. Gilly sacaba tiempo para hacerle visitas, esa era una de las pocas cosas que le ayudaban a sobrellevar el agobiante encierro. Y le permitía enterarse de algunas cosas que de otra forma no habría podido saber, algo que agradecía Val al no tener muchas visitas que pudieran ser buenas para ella. Su amiga le había hablado de cómo eran los hombres del rey y la reina, de aquella extraña sacerdotisa roja, quien solía sacrificar personas para su dios, y por eso muchos le temían. Escuchó también de las votaciones que se daban para escoger al nuevo lord comandante.

—Por mí pueden elegir hasta a un cerdo. —Val se mostraba indiferente recostada a la pared, de brazos cruzados.

—Hay uno que más bien parece un sapo. —Gilly mostraba una sonrisa ingenua.

—Todos esos cuervos son cualquier clase de animales.

—No todos, Val.

—De seguro que ese gordo hace todo eso por ti, porque quiere coger contigo.

—No lo creo—Gilly arqueo las cejas—, de lo contrario Sam ya me lo hubiera pedido hace mucho.

—También puede casarse contigo, según las leyes de los arrodillados no hace falta que te secuestre.

—Sam me dijo que hizo un juramento que le impide tener esposa.

—Nunca entenderé las estúpidas reglas de los cuervos. —Val se incorporó, dando unos pasos y con los brazos entrelazados en la espalda.

—Ojalá Sam se animara a llevarme con mi bebé lejos de aquí.

—Sí, ojala alguien me secuestrara—Val se sentó en la cama con una pierna doblada—y llevara al otro lado, este encierro apesta.

—Lo digo porque no me siento segura aquí, veo que esos cuervos no pierden la ocasión de mirarme—Gilly ahora mostraba un rostro de inquietud—. De no ser por el viejo maestre y Sam quién sabe que habrían hecho.

—Podríamos escapar, creo que puedo tener un plan para eso.

—Tal vez tú si pudieras, yo tuve que necesitar de alguien para llegar al Muro, —Gilly bajo su mirada—no soy tan fuerte como tú.

—No seas tonta, solo debes animarte más.

—Gracias por eso, aunque no creo que sea del todo cierto.

—Te compadeces mucho de ti misma. Trata de pensar un poco más en ti.

—Espero que pronto puedas salir de aquí, de una u otra forma.

Luego de la charla Gilly se despidió, Val no tuvo más que hacer que quedarse un rato tendida en la cama con los ojos, sin dormir, considerando cada cosa que pudo saber de Gilly. Evaluaba las posibilidades de cómo podría huir si concretaba su plan, según lo que le pudiesen haber contado. Después decidió levantarse y observar por la ventana cualquier cosa que le llamara la atención. La tarde avanzaba y vio que varios cuervos se movían en dirección a un lugar en concreto, no pudo saber cuál al no conocer el castillo. «Quizás van a hacer otra votación.» Supuso la princesa al recordar lo que le decía Gilly al respecto. Algo que de todo modos, no tenía relevancia alguna para ella.

Ya decaía el día, eso significaba que pronto le llevarían la cena y con ella vendría ese custodio que tantas molestias le causaba. Pero ésta vez Val tenía algo en mente que podría servirle para escapar. El asunto era ver cuanto supiera antes de su intento y decidió llevar a cabo su plan. Oyó que tocaron su puerta.

La Princesa del Invierno: I El Saneamiento del MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora