Epílogo

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Una espesa bruma imperaba en las aguas próximas a la costa de Skagos, el mar estaba calmado. Pero eso no significaba que los riesgos fueran menores para ser Davos a bordo del Graciade Sirena, la embarcación que lord Manderly le facilitó para realizar su expedición. Pues la visibilidad y el frio no permitían seguridad alguna de no correr riesgos de estrellarse con las costas accidentadas de la isla. Le acompañaba Wex, el chico mudo de las Islas del Hierro, quien sirviera de escudero a Theon Greyjoy, más una tripulación experimentada, compuesta mayormente de marinos de Puerto Blanco. El propósito de la travesía era encontrar al más pequeño de los hijos de Ned Stark. «Debo encontrar pronto a lord Rickon para que Puerto Blanco apoye a Stannis.» Se decía Davos pensando en cómo su camino había tenido diversos derroteros. Inicialmente había partido desde Guardiaoriente del Mar con el propósito de llegar a Puerto Blanco para solicitar a Wyman Manderly apoyo en dinero, hombres y barcos para la causa de Stannis Baratheon. Pero Salladhor Saan había perdido varios navíos en su dirección a Guardiaoriente. Ello bastó para que el pirata lyseno se hartara de apoyar a Stannis sin que éste hubiese cumplido parte de la deuda que tenía con Salladhor, y por eso éste partió con sus barcos más al sur, hacia los Peldaños de Piedra. Sin embargo, tuvo consideración con su amigo Davos, dejándolo en Hermana Dulce, una de las islas Tres Hermanas. Y estando en el poblado de Villahermana terminó apresado por los hombres de Godric Borrell, quien pronto lo dejó ir, para que el Caballero de la Cebolla emprendiera su viaje a Puerto Blanco.

Pese a ser una isla extensa Skagos era prácticamente desconocida, estando en la Bahía de las Focas, próxima a Guardiaoriente del Mar. Colindaba con el Mar de los Escalofríos, sus costas eran accidentadas y empinadas, lo que hacía difícil navegar en sus proximidades y más aún atracar allí. La gran isla estaba flanqueada por otras cuatro más pequeñas, que igualmente no ofrecían ventaja alguna en sus orillas. Davos Seaworth comprendía la inquietud que imperaba entre los tripulantes al saber que su destino era ese sitio. Por lo que decidió reunirse con todos ellos y dejar en claro que la misión que debía cumplir era una responsabilidad suya, y que no pensaba arriesgarlos a todos. Ante eso, sólo pidió un grupo de voluntarios que decidieran seguirle hasta ese misterioso lugar, y siete decidieron secundarlo, y lo acompañarían con Wex. Ahora lo que quedaba ver era encontrar un punto donde el barco pudiera atracar, pero la bruma y el frio seguían causando incomodidad. Había bordeado la costa oriental de Westeros tras salir de Puerto Blanco, en dirección Norte, hasta encontrarse en la Bahía de las Focas. Decidieron ubicarse en una pequeña bahía, en la parte oeste de la isla. La visibilidad seguía siendo confusa, el grupo de nueve personas abordó el bote.

—Espéranos el tiempo que consideres necesario, si no regresamos o si el tiempo desmejora podrás marcharte con los demás. —Le indicó Davos a quien había quedado encargado del Gracia de Sirena.

Se trataba de un viejo marino llamado Dunston, con experiencia en viajes mercantes, pero no en expediciones de esa clase. Prometió seguir las indicaciones del Caballero de la Cebolla, a fin de cuentas ello no tenía que involucrar perder tantos hombres. Todo ahora iba a depender de las dotes sigilosas y encubiertas de ser Davos, como antiguo contrabandista.

El grupo iba remando, pese a la calma de las aguas ser Davos tenía la sensación de que era interminable el recorrido hacia la orilla. Wex remaba con los demás, no se le notaba impasible o inquieto. «Es el ímpetu juvenil de adentrarse a lo que sea.» Pensó el Caballero de la Cebolla, quien comprendía muy bien eso, tenía varios hijos. Por desgracia, los mayores habían muerto en el Aguasnegras, y le quedaban los más jóvenes, entre ellos Devan, el cual se encontraba en el Castillo Negro sirviendo de escudero. Ser Davos prefirió no pensar en eso, y se conformó en creer la palabra de su rey, de que éste se esforzaría por evitar que sus vástagos sobrevivientes no corrieran riesgos. Poco antes de llegar a la orilla, Davos quiso seguir la disposición de que Wex fuera uno de los dos que se quedara cuidando el bote, pero el chico mudo se hizo entender claro de que no quería quedarse atrás. Después de todo no dejaba de ser un hijo del hierro, y pronto sería conocido como tal ya siendo un hombre. Antes de iniciar la marcha, Davos dio sus indicaciones, no era guerrero, pero sabía bien cómo desarrollar una misión tomando en cuenta estrategias y movimientos necesarios.

La Princesa del Invierno: I El Saneamiento del MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora