33. Val

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Tras cerrarse la puerta Val se dirigió a la mesa donde yacía Jon y lo cubrió con una manta que halló en ese lugar. «No merecías esto, lord Cuervo.» Pensó ella tras cubrirlo, Val se sentó en el suelo junto a la gran mesa. Aun se preguntaba que habían sido esas extrañas luces rojas y azules, pero entendió que eran la evidencia de que la bruja roja había intentado hacer algo por revivir a Jon, y quizás por eso no la mató. Había perdida la cuenta de lo que llevaba allí, tal vez horas o días, no podía determinarlo. Y seguía teniendo otros pensamientos, en los que volvió a evaluar el tener que morir defendiendo su honra en cuanto los traidores decidieran hacer algo con ella. Aún tenía en su mente la imagen del caballero destrozado y la de Jon en el suelo, lo demás le pareció una serie de escenas propias de un sueño, donde borrosamente todo le pareció dar vueltas. De repente estaba con el bebé apoyando a los salvajes que defendían a Wun Wun. Otras veces creyó ver como unos hermanos negros, que aún eran leales a Jon, le hablaban de su seguridad y la del niño. Lo cierto fue que éste terminó en manos de alguien que lo mantendría a salvo momentáneamente. Le pareció también un recuerdo lejano escuchar a Edd, a Férreo o a algún salvaje que le sugerían no seguir estando expuesta ante lo que pasaba, para luego hallarse en ese aposento con el cadáver del lord comandante. A su vez creyó recordar como una alucinación los insultos que venían de un grupo de caballeros. A un buen tiempo de estar ella reflexionando todo eso, oyó un suspiro ahogado, y de un brinco ella se puso de pie para ver cómo Jon reaccionaba sentándose. El joven Snow le dirigió una mirada de desconcierto a la salvaje, quien anonadada aun le costaba creer lo que sus ojos veían. Tras contemplarlo un rato, Val lo abrazó de forma efusiva, Jon correspondió al gesto y la envolvió en sus desnudos brazos, manteniéndose ambos de esa forma durante un buen tiempo. Luego ella puso su rostro cerca del de Jon, donde ambos perdieron la cuenta de cuanto llevaban mirándose. Val vio como las mejillas de Jon que se sonrojaban por eso. Y ella le sonrió, mientras se separaba lentamente de él y se mantenía en pie a su lado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Jon.

—Moriste asesinado por tus compañeros, y la bruja roja te trajo de regreso.

—¿Melisandre? ¿Pero cómo?

—No lo sé, hizo sus artes mágicas con ese collar rojo y te pudo traer.

—¿Alguien más sabe que he vuelto?

—No, nadie.

—¿Sabes quienes están involucrados en esto?

—Lo sabes bien, ese infeliz Viejo Granada

—¿Quién más?

—No lo sé, no lo recuerdo. —Decía Val mientras su cara adquiría un cariz que Jon pareció entender—, me trajeron aquí contigo algunos de tus compañeros y varios hermanos libres.

—¿Recuerdas quiénes eran esos hermanos negros?

—Uno era el tal Edd y otro era Seda, no alcanzo a saber quiénes eran los otros. —Ella tomó por el brazo a Jon y su tono ahora era de exigencia—. Yo en tu lugar mataría ahora a esos traidores.

—No, es mejor que sigan creyendo que estoy muerto, —Jon se miraba las manos con rostro de incredulidad—, tengo un plan.

—¿Qué harás?

—Quiero que traigas a Edd, no le digas nada hasta que llegue aquí. Y trata de que no te descubran los demás. ¿Puedes hacerlo?

Por supuesto, lord Cuervo, pero para ello sería conveniente que me pusiera tu uniforme.

—Sí, buena idea. Pero no te pongas el broche ni lleves mis armas.

De ese modo Val comenzó a desvestirse sin importar que Jon la observase, aunque podría intuir que el joven Snow pudiera estar o bien deleitándose de ver a la bella salvaje o bien algo cohibido ante tal escena. Esa idea le pareció graciosa a Val, quien tras terminar de vestirse notó cómo Jon la miraba con una mezcla de extrañeza y preocupación. Las ropas obviamente le quedaban más grandes, sobre todo las botas, pero tal detalle era lo de menos ante la circunstancia apremiante en que se encontraban.

La Princesa del Invierno: I El Saneamiento del MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora