19. Melisandre

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Ese día la sacerdotisa decidió leer una vez más las llamas, se concentró y finalmente volvió a tener sus visiones. Nuevamente veía solo nieve y oscuridad en lo relativo a Stannis. Pero con otros comenzó a tener visiones curiosas, distinguió a una muchacha que era llevada sobre el hombro de un gigante, ella tenía las manos y la cara manchadas de sangre. Vio también el rostro de Jon rodeado de calaveras. Pero la visión que más le llamó la atención fue la de una joven dama que llegaba a lomos de un caballo moribundo. Por algún motivo comprendió que esa visión tenía que ver con Jon, pero debía saber a qué motivo especifico se refería. Sin embargo, no pudo encontrarse con Jon, dado que éste decidió resguardarse en sus aposentos y nadie supo más de él por un buen rato. El día ya comenzaba a fenecer y Melisandre decidió oficiar su culto en honor a su dios rojo, acompañada de sus seguidores, que no eran muy numerosos debido a que muchos de ellos habían partido con Stannis a Bosquespeso. Era un asunto que se había hecho habitual cada vez que atardecía. La sacerdotisa ante las llamas rezaba sus plegarias seguida de los demás.

Faltaba poco para que culminara el ritual y Melisandre pudo ver cómo Jon finalmente se animó a salir acompañado de su lobo blanco. No lo perdió de vista, viendo que caminaba muy reflexivo por una noticia que le había llegado, y que rápidamente se regó por el Castillo Negro. «Tiene que ser su hermana.» Pensaba la sacerdotisa roja en alusión a la doncella de sus visiones, y sabiendo lo que se había revelado respecto a la hermana de Jon. Al terminar de orar sus fieles se dispersaron, y ella se encaminó directamente hacia Jon Snow, cuyos pasos lentos evidenciaban dudas. Melisandre logró acercársele, en ese momento Jon la percibió y se volteó hacia ella, por un momento se sorprendió, como si hubiese visto una aparición.

—¿Ygritte? —dijo Jon con extrañeza.

—Soy Melisandre, lord Snow. —Respondió ésta con naturalidad.

—¿Qué quiere?

—He sabido lo de vuestra hermana.

—Ya no tengo hermanas, al haber hecho mis votos.

«Con o sin votos, demuestras que aún sigue siendo tu hermana.» Pensó Melisandre.

—¿Cómo se llama esa hermana? —preguntó ella.

—Arya, en realidad es medio hermana. —Respondió Jon perdiendo su vista a cualquier lugar—. Pero igual, es alguien muy importante para mí.

—La he visto en mis fuegos, pronto llegará aquí sobre un caballo moribundo.

Melisandre le tendió la mano a Fantasma, éste se le acercó y se dejó acariciar por la mujer roja ante la sorpresa que mostraba Jon.

—Hay mucho poder aquí, Lord Snow—dijo Melisandre—, si me permitieras enseñarte a usarlo para que nadie pueda hacerte daño.

—No has demostrado ser confiable en tus visiones. —Contestó Jon escéptico.

—Puedo ayudarte, solo tienes que aceptarlo, enviaste a varios hombres allá afuera, pero tres de ellos ya están muertos. Cuando los veas comprenderás que puedo ayudarte a salvar a tu hermana.

—Si eso es verdad podría considerarlo. —Dijo Jon poco solicito a la propuesta—. Siga viendo en sus llamas, y ojalá que esta vez sí pueda saber realmente acerca de Arya.

Tras decir eso, Jon dio media vuelta, Fantasma le siguió, y así dejaba una vez más a Melisandre sola, era claro que a base de visiones no iba lograr convencer a Jon de hacer algo por él y su hermana. De todas formas atendió la sugerencia.

Melisandre llegó como siempre a su aposento, allí le aguardaba Devan, el hijo de Davos Seaworth y escudero de Stannis, quien prefirió dejarlo sirviendo a la sacerdotisa roja. El chico le preparó el fuego y ella procedió leer las llamas para ver qué le deparaban. Pudo ver cómo las torres negras eran arrasadas por las aguas del mar, también vio como una empalizada recibía flechas ardientes, igualmente observó cómo un enjambre de cuervos se arremolinaba en el aire para luego precipitarse hacia un montón de carroña que correspondía a todo tipo de animales dispersos por todas partes. Vio a una chica vestida de gris que se desmoronó, tras cruzar el umbral de un portón. También volvió a ver a Jon rodeado de las llamas y calaveras, solo que esta ves su rostro cambiaba al de su lobo, y del lobo pasaba a ser Jon, sucesivamente. También vio cómo aparecían muertos que traían un viento frío que arrasaba con todo lo que encontrasen a su paso. Pero la visión que más la turbó fue cuando observó cómo llegaba a una enorme bóveda que era dominada por un gran arciano frondoso, cuyas ramas blancas con hojas color sangre cubrían la totalidad del techo, y gran parte del espacio en ese recinto. En lugar de ver el rostro sangrante trallado en su tronco notó que una figura humana parecía haberse entremezclado con ese tronco y descansaba exánime acierta altura. Vio a un niño sentado en el suelo al pie del gran árbol y que observaba con expectación a esa figura, solo lo vio de espaldas sin poder distinguirlo. Melisandre se fue acercando poco a poco a esa extraña figura arbórea, cuyo rostro rugoso le daba la apariencia de tener todas las edades. Al rato notó que tal figura abrió sus ojos, tan rojos que parecían refulgir como llamas encendidas y dirigió su mirada a la sacerdotisa. Al ver directamente a Melisandre parecía saber quién era ella y eso le causó una perturbación con la que terminó saliendo de su trance.

La Princesa del Invierno: I El Saneamiento del MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora