26. JIMENA

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—¿Cómo estás, cariño? —pregunta mamá al otro lado de la línea—. ¿Qué plan tienes para hoy?

—Pues ninguno, la verdad. Estaré haciendo deberes toda la tarde y supongo que después veré alguna película con Darío —comento.

Estoy sentada encima de la cama, con las piernas cruzadas encima de la colcha y el teléfono apoyado en ella, con el altavoz puesto.

—¿Y tu padre? —pregunta mamá.

—¿No te dijo que tenía un viaje de trabajo y que se iría con Alma?

—Sí, claro que me lo dijo.

—Pues eso —murmuro, molesta.

—Cariño, es que no termina de parecerme bien que se vaya de fin de semana cuando estás...

AOdio las conversaciones con mis padres últimamente porque me hablan de demasiados temas diferentes antes de llegar a lo que de veras me quieren decir: que están preocupados por mí, que consideran que soy débil.

—¡¿Cómo estoy?! —me doy cuenta de lo mucho que he alzado la voz porque hasta mi perro se asusta.

—Mal, cariño. ¡No sé qué te pasa, pero estás mal! ¿Desde cuándo le gritas así a tu madre?

—¡Estoy perfectamente!

—No me chilles, Jimena.

—Joder, mamá, no te quiero chillar. ¡¿Por qué no me crees cuando te digo que estoy bien?! —puedo sentir su desaprobación al otro lado del teléfono—. De verdad, mamá. Solo me cuesta hablar por teléfono.

—Pues no has querido quedar conmigo y sabes que no me gustan las videollamadas... —suspira—. Cariño, sé que eres adolescente, pero... Papá y yo estamos un poco preocupados por ti. Suspendes, no vas a la hípica, papá me ha dicho que hace mucho que no ves a Cata y las gemelas...

—Las veo todos los días en el instituto, ¿te parece poco?

—Me parece raro, cariño. Y estás quedando mucho con los amigos de Darío, ¿no? No sé... No tengo nada en contra, pero no los conozco. ¿Tienes algún... novio o algo?

—No, mamá. No tengo novio—suspiro, exasperada.

—¿Y novia?

—¡Que no, mamá! ¡Que no tengo nada!

Mi madre guarda silencio.

—Cariño, está claro que te pasa algo y entenderás que no me parezca bien que tu padre se vaya en estos momentos... —repite.

—Por lo menos con él hablo más que por teléfono —gruño.

—Bueno, pero eso es porque él tiene tu custodia.

—No, mamá, los dos tenéis la custodia.

—Ya, ¿pero con quién decidiste vivir? —una cosa sobre mi madre es que no se lo piensa dos veces antes de tirar de trapos sucios si así puede ganar una discusión—.... Jimena, cielo, se nos está yendo un poco de las manos... Yo solo quiero que estés bien, cariño.

Que esté bien. Me escuecen los ojos.

—Lo sé, mamá. Te tengo que dejar. Te quiero.

Cuelgo el teléfono antes de que mi madre diga algo más.

Que esté bien. Joder, odio cuando los adultos quieren eso. Puedo ver en la cara de mis padres lo felices que están, lo llenos de vida que están cuando lo bordo en una competición de hípica, cuando quedo con Cata o cuando me duele el estómago de tanto reírme. Sé que verme bien les hace felices, que siempre cumplirán la promesa que me hicieron cuando me dijeron que se iban a separar "que yo sería lo primero, que me querrían y cuidarían siempre". Pero de alguna manera, saber que me quieren tanto y saber que desean mi bienestar coloca una presión tremenda sobre mis hombros.

Perdón por no ser Julieta  | Serie Cayetano #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora